En el barrio Villa Libertad de San Martín, epicentro productivo del Gran Buenos Aires, entre casas bajas, fábricas y el cemento que calienta la temporada veraniega, hay un mundo social que se mueve. La dirección es Almeyra 2540. Desde el 15 de diciembre de 1995 funciona el club La Recova. Cuna de Enzo Fernández y de otros miles de chicos y chicas que pasaron en estos casi 30 años de vida en una entidad que se erige como un símbolo y sinónimo de la importancia del club de barrio, en días donde su esencia corre peligro frente a postulados libertarios. Como lo dice su slogan: “La Recova: círculo de amigos”.

Actualmente dictan patín artístico, fútbol infantil, futsal de mujeres y de varones, fútbol senior y también folclore. Reciben por semana entre 300 y 350 jóvenes y adultos.

“Nosotros creemos que un club de barrio es para la contención, de chicos pero también de personas adultas, porque por ejemplo tenemos un fútbol senior, o sea, no es más como antes cuando uno decía ‘es la contención para que los chicos no estén en la calle’. No. Hoy es la contención para todo tipo de personas, recibimos chicos de cuatro años y hay personas de hasta 65 años que hacen actividades en el club”, relata a Tiempo Sergio Oscar Cóceres, presidente de La Recova.

Llegó hace 22 años, cuando el lugar solo era canchas de paddle, cuyo furor noventista estaba pasando de moda. Y en épocas en las que los clubes de barrio venían atravesado la huida del Estado. “Con una comisión que creamos desde ese entonces hasta el día de hoy decidimos sacar las canchas de paddle y empezar a hacer las canchas de fútbol 5, que es la que actualmente está”, acota.

El club de barrio es, sobre todo, una institución comunitaria. Lo que se hace, se hace junto a vecinas, vecinos, niñas, niños, familias, docentes, representantes de otras organizaciones sociales. “Tuvimos momentos complicados, como cuando quisimos hacer el techo, porque eso era todo descubierto y hacerlo representaba mucho dinero, estuvimos casi 5 años juntando el dinero para poder hacer el tinglado que es el que tiene ahora el club. Es un techo completo para todo el club”, recuerda.

La cuota social por mes es de apenas 200 pesos, e incluye servicio de miocardio, y en «compensación» le dan posibilidad al socio o la socia una bonificación del 50% si quiere realizar un festejo en las instalaciones del lugar.

El club también es lugar de encuentro. Aparte de la cancha cuentan con un buffet y parrilla, que en las entidades barriales representan también una salida económica para el hambre de vecinos y transeúntes. Además, La Recova posee un salón y un pequeño patio, la mitad de una de las dos canchas de paddle que tuvieron en los ’90. Los clubes de barrio también son cercanía en lo político. De hecho, La Recova es una de las 55 entidades que integran el programa municipal Mi Club Nuestro Barrio, que se compone de infraestructura, equipamiento y asistencia en documentación y habilitaciones, uno de los grandes problemas de varios de estos clubes. 

Hoy La Recova busca concretar una obra ansiada desde hace tiempo: realizar una tribuna detrás de uno de los arcos, que actualmente saldría más de 500 mil pesos.

El legado de Enzo en La Recova

La historia de Enzo Fernández en en el club comienza en el 2001, cuando llegan al club Raúl y Marta, sus padres. “Enzo con un añito venía en el cochecito y ellos venían a traer al club a dos hermanos mellizos Gonzalo y Rodrigo, categoría ‘94. Desde ahí, hasta que se retiró, estuvieron siempre con nosotros”, destaca el presidente.

Enzo Fernández La Recova
Foto: Franck Fife / AFP

“Cuando Enzo cumple cuatro años, ya se había empezado a correr la bola en todos los club que había un nene que era diferente. Y llega al club una persona llamada Pablo Esquivel que es un captador de talentos que actualmente está con las infantiles de River. Llega a verlo y le propone a los padres llevarlo a Parque Chas”, agrega.

“Los padres le dijeron que sí, que no había ningún problema para llevarlo –continúa el presidente–. Lo único que le remarcaron es que el nene tenía que seguir jugando en La Recova. Dejaron esperar un año porque era muy chico y a los 5 ya estaba en Parque Chas mientras jugaba en La Recova para nosotros. Para nosotros es un orgullo grandísimo tener que haya salido de un club de barrio y que sea lo que futbolísticamente es, y sobre todo una gran persona tanto él como su familia”.

Marti y Raúl siguen en contacto con el club. Cuando hay fiesta son invitados, están, acompañan, ayudan como uno más. “Sinceramente nunca les pedimos nada, no sabemos si por vergüenza o por la demasiada confianza que tenemos tanto con el chico como con los padres, jamás nos animamos –completa Cóceres–. Aún así siempre nos trae algo, o un cuadro con una camiseta firmada por él, ahora nos dejó una bicicleta motomel, la pudimos rifar y con el dinero que sacamos de ahí le compramos camiseta para todos los chicos del club. Siempre está presente”.