La teoría de que es posible la vida interplanetaria dejó de ser simplemente una premisa y está más cerca de la realidad. No. No es un párrafo de algún libro de ciencia ficción ni el guión cinematográfico de algún alocado que busca fama inmediata. Esta posibilidad, se encuentra en una investigación de especialistas del CONICET, de  la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y de científicos del exterior, que indica que los cristales de halita podrían proteger a microorganismos frente a condiciones que se encuentran en el medio interplanetario, tales como el vacío y la radiación ultravioleta. El informe de investigación, que es tapa de la prestigiosa revista Astrobiology, ofrece datos relevantes para los estudios centrados en la posibilidad de transferencia interplanetaria de vida.

El planteo y diferentes teorías sobre la posibilidad de que formas de vida microscópicas puedan viajar entre diferentes planetas, se profundizaron el siglo pasado, y a los pocos años dio origen a dos hipótesis: la de la Panspermia y más tarde la Hipótesis de la Litopanspermia. Esta última plantea que ese viaje de microorganismos estaría mediado por meteoritos o asteroides. Es decir, existe la posibilidad de que la vida en la Tierra podría tener un origen extraterrestre: un tipo de vida microscópica podría haberse originado en otro planeta, y simplemente haber viajado dando lugar a la vida en el nuestro. Esto pone en discusión a la hipótesis que plantea que la vida se originó en la Tierra como consecuencia de la organización de moléculas inorgánicas y orgánicas.

La hipótesis de la Litopanspermia, motivó el estudio de miles de científicos en todo el mundo pero, recién ahora, un equipo interdisciplinario de especialistas en biología, geología y astrofísica del CONICET, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), de Austria, Brasil, España y de otros países; demostraron a nivel experimental que un tipo de cristal de sal, denominado halita, que se encuentra  por ejemplo en Marte y en meteoritos; tiene la capacidad de proteger a microorganismos frente a condiciones letales para la vida como el vacío y la radiación ultravioleta de vacío que se encuentran en el espacio.

Conicet
Ximena Abrevaya, Paula Tribelli, Oscar Oppezzo, María Eugenia Varela y Martiniano Ricardi, todos científicos de Conicet.

“Nuestro trabajo experimental da indicios de que los cristales de halita son estructuras que pueden otorgar protección a formas de vida microscópicas frente a algunas de las condiciones que se encuentran en el medio interplanetario y constituye información científica valiosa, por ejemplo, en función de la hipótesis de la Litopanspermia”, explica Ximena Abrevaya, directora del estudio e investigadora del CONICET en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE), dependiente de la UBA y del CONICET.

El objetivo de las y los científicos fue centrarse en las características de un cristal de sal llamado halita, que está compuesto por cloruro de sodio, dado que se los ha encontrado en meteoritos (por ejemplo, en uno de Marte llamado Nakhla) y porque en la naturaleza se han hallado microorganismos atrapados en su interior.

Tras varios estudios, descubrieron microorganismos atrapados en cristales de halita del Pérmico, que datan entre 299 millones de años y 251 millones años; y del Triásico, con una antigüedad entre 251 millones de años y 201. “Esto sugiere que la halita podría funcionar como estructura de preservación de microorganismos”, destaca Abrevaya.

Emulación de viaje interplanetario

El equipo de investigación imitó, en condiciones de laboratorio, el proceso natural en el cual los microorganismos quedan incluidos dentro de cristales de halita. Utilizaron dos tipos de microorganismos, para compararlos entre sí. Para simular experimentalmente condiciones interplanetarias recurrieron a un acelerador síncrotron, en el Laboratorio Nacional de Luz Síncrotron (CNPEM) en Campinas, Brasil. Allí realizaron los experimentos de simulación del medio interplanetario y sometieron a los microorganismos a niveles de vacío como los que se encuentran en la órbita terrestre y a radiación ultravioleta de vacío (VUV) tal como la que recibirían durante una supe fulguración solar proveniente del Sol. “Es importante destacar la alta protección que proporciona la halita en comparación con los cristales compuestos por mezclas de sales. Estos hallazgos contribuyen a ampliar nuestro conocimiento acerca de los efectos protectores de la halita ya que estudios previos habían analizado solamente un efecto protector en un rango de radiación UV de longitudes de onda más larga”, indica Abrevaya. Y agrega: “Los resultados de nuestro trabajo sugieren que la halita aumentaría significativamente las probabilidades de supervivencia de microorganismos en cuerpos planetarios sin atmósfera, o en meteoritos como por ejemplo en el contexto de la Hipótesis de la Litopanspermia”. La investigadora del Conicet y sus colegas, pudieron comprobar que los microorganismos atrapados en cristales de halita mostraban niveles de supervivencia superiores a los que se encontraban en otro tipo de cristal obtenido de mezclas de sales y muy superiores a aquellos que no estaban incluidos dentro de cristales.

A nivel nacional, del estudio también participaron Paula Tribelli, del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IQUIBICEN, CONICET-UBA); Oscar Oppezzo, de CNEA; María Eugenia Varela, del Instituto de Ciencias Astronómicas de la Tierra y del Espacio (ICATE-CONICET) quienes junto a Abrevaya integran el Núcleo Argentino de Investigación en Astrobiología – “Astrobio.ar”, y  Martiniano Ricardi, del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIByNE-CONICET).

Colaboración internacional

El trabajo de investigación fue posible gracias a la participación de científicos de Brasil particularmente del Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón (LNLS) en Campinas, que pertenece al Centro Nacional de Pesquisas y Materiales (CNPEM), así como, el AstroLab/Núcleo de Pesquisa em Astrobiologia de la Universidade de São Paulo. La investigación contó con la participación de Jorge Horvath, investigador argentino del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la  Universidad de San Pablo, en Brasil; y científicos y científicas de la Universidad de Graz (Austria), de la Universidad de São Paulo y Universidad Federal de Rio de Janeiro, del Centro de Astrobiología CSIC-INTA, del Instituto de Ciencias del Espacio (Universidad Autónoma de Barcelona ), Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña – IEEC (España), de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (Chile) y del sincrotrón de investigación de radiación de la Universidad de Lund (Suecia).