Invitaciones a dormir desnudos para «mejorar el rendimiento». «Masajes de relajación» durante la siesta. Llaves de las habitaciones y celulares personales de los menores en su poder. Intentos para que le hagan sexo oral. Los hechos denunciados ocurrieron los dos últimos fines de semana de febrero durante un torneo de fútbol en Médanos, sur de la provincia de Buenos Aires, a 359 kilómetros de Santa Rosa, La Pampa. Fue la primera denuncia judicial a Héctor «Patilla» Kruber, entrenador de 67 años de las divisiones infantiles del Club Deportivo Mac Allister, fundado en 1998 por el ex futbolista y actual secretario de Deporte de la Nación, Carlos Mac Allister. Sin embargo, las denuncias de abusos de Kruber se mantienen como un secreto a voces en la capital pampeana desde hace más de 20 años.

En Médanos, Kruber tenía a cargo 19 chicos de trece y catorce años. Sólo la madre de uno de ellos -cuya identidad se preserva- realizó la denuncia. Lo acusa de haber abusado de al menos seis chicos. Patricio Mac Allister, hermano de Carlos y presidente del club, separó a Kruber. Pero en una charla informal con los padres, reconoció que el año pasado otra madre le había advertido que Kruber había invitado a su casa al hijo para ver videos, y que él le había prohibido más invitaciones. «Estoy en el ambiente del fútbol, y esto pasa en todos lados -les dijo Patricio Mac Allister a los padres, según un audio que difundió El Diario de La Pampa, que destapó el caso-. Aunque me duela. Lo vi en cinco clubes estas situaciones. Esto no es un monstruo». Kruber se encuentra en libertad después de declarar en la Fiscalía de Violencia Familiar y de Género. El fiscal Marcos Sacco ordenó un allanamiento en la casa de Kruber, una restricción de acercamiento a la denunciante y una notificación para negarle actividades en instituciones deportivas a las que vayan niños y adolescentes. «Después de esa denuncia no vino ninguno más. Esperábamos que algún padre viniera con una situación similar -marca Sacco-. En la ciudad fue un rumor de años. Es tremendo cómo se ha hablado. Pero acreditable y vinculable a la causa, sólo la denuncia. Si las medidas de prueba hubieran dado positivas, íbamos a pedir medidas más gravosas. Evaluamos hacer Cámara Gesell, pero tenemos dos cuestiones: el chico está en tratamiento psicológico y la defensa la podría revocar, por lo cual estaríamos revictimizando a un menor de edad». El expediente giró a los tribunales de Bahía Blanca. El paradero de Kruber es desconocido hasta por sus familiares.

En 1995, Alfredo Iturri, entonces coordinador del Club General Belgrano, lo corrió por sospechas de abuso. «En el ambiente había muchos comentarios. Tenemos que hacer mea culpa», dice ahora Iturri, presidente de la Liga Cultural de La Pampa. Diez años más tarde, en 2015, a pedido del entrenador de la Primera División, Sergio Guerra, lo apartaron de las inferiores de All Boys de Santa Rosa. Guerra lo había tenido como técnico de chico. Días después de la denuncia en la Justicia, un padre sacó a la luz una carta que le envió aquel año al presidente de All Boys: «Patilla comenzó a pedirle que quería verlo con slip, porque él usaba bóxer, que se bañara y cambiara donde él pudiera observar -se lee-. Bañarse en el club era tan exigente como entrenar. Tenía locura por ver a los chicos desnudos». Kruber regresó entonces a Deportivo Mac Allister. Volvió, porque en 1999 había sido separado por otro caso en el club.

Leandro Mata tiene 32 años. Es abogado y trabaja en la Universidad de La Plata. En 1999 jugaba con la categoría 85 de Mac Allister. Tenía 13. «Habíamos tenido un viaje a Villa Huidobro, y después de ese viaje estábamos preparándonos para un Mundialito en Neuquén, y Patilla quedó relegado -recuerda Mata-. Ninguno hizo demasiadas preguntas. Llegamos a la final y le ganamos justo a Belgrano de Santa Rosa. Los rivales, chicos como nosotros, nos decían cuestiones alusivas a que Patilla era un abusador. ‘A ustedes los toca Patilla’, nos decían. No le dábamos demasiada relevancia; eran cuestiones para sacar a un jugador del partido. Pero cuando volvimos se hizo una reunión de padres y se comentó que había pasado una situación de abuso y se lo había relegado».

Mauro Greco tiene 33. Es profesor de Comunicación Social en la Universidad de La Pampa. Jugó en las inferiores de Belgrano. Relata: «El tipo ‘jugaba’ con las prendas que le enviaba Mac Allister, que era patrocinado por Umbro. Cuando pasabas de infantiles a juveniles, te tomaba Patilla y uno de los elementos de seducción, en todo el sentido de la palabra, era que él contaba con botines, canilleras, gorras para regalar. A sus preferidos, por lo general blancos y rubios, les ofrecía eso. Todo a la luz del día, en el vestuario, en la cancha. No pedía nada a cambio, pero es más compleja la cuestión de cómo un pedófilo construye la subjetividad. No es que te doy un pantaloncito a cambio de una felatio. Hubo varias historias de pibes más grandes, de 15, 16 años, que se daban cuenta de que había algo raro y querían pegarle. Pero con 12 años es diferente».

Carlos Mac Allister dijo que nunca escuchó los rumores sobre Kruber. «Yo hace cuatro años que no soy dirigente del club -aclaró-. Mi hermano es el presidente, yo no». Tiempo intentó comunicarse con el secretario de Deporte, pero a través de un vocero sostuvo que no realizará más declaraciones acerca del tema. «Se cae de maduro que sabía. Me resulta raro que el Colorado no haya sabido de la situación. Lo increíble es que este personaje haya vuelto a tener lugar en el club», destaca Mata.

Kruber construyó un perfil local de técnico exitoso: en 2016 dirigió a la selección pampeana en los Juegos Deportivos de la Patagonia, convocado por el gobierno provincial. Pedía disciplina y exigía ganar como objetivo principal. «La fama cuesta», cuentan que les repetía a los adolescentes. Fue el que descubrió a Mac Allister en las inferiores de General Belgrano, antes de que debutara en la Primera con Argentinos Juniors, en 1985. Lo adoptó como un hijo luego de la muerte de su padre. Kruber lo llevaba y traía de las prácticas. Mac Allister aún se lo agradece.

El testimonio de la madre denunciante

Hay un instante de terror relatado por su hijo que J. no puede olvidar. Una de las noches en Médanos, cuando intentaba escaparse de Kruber, el chico le gritó al entrenador: «Yo te voy a denunciar». Kruber, según contó, lo amenazó: «Si hacés eso, no vas a jugar la final». Pero el chico no se acobardó: «Yo no jugaré más al fútbol, pero te voy a denunciar». El recuerdo de esa frase, la entereza de su hijo, la mantuvieron firme en su posición: denunciar por abuso sexual al técnico del Club Deportivo Mac Allister. J. prefiere mantener el anonimato por cuestiones judiciales y como una forma de preservar a su hijo. Es la única madre que decidió avanzar con su denuncia. «Si no lo hacía -dice- me lo hubiera reprochado toda la vida».

-¿Cómo te enterás de lo que pasó?

-Los chicos estaban en un torneo en Médanos que duró dos fines de semana. Yo fui a los dos. Y todo saltó el mismo día de la final, el lunes 27 de febrero, que era feriado. Estábamos de paseo en Bahía Blanca. Ahí es cuando recibí unos mensajes de WhatsApp de mi hijo. Me dice que iban a armar un grupo entre los 19 niños, y que nos iban a agregar. «Mamá -me dice en otro- en el grupo contá que el entrenador nos quería tocar el pito y que se las re mandó». Cuando escuché, fui volando hacia el hotel. En el camino me llegó otro audio: «Vení al hotel que hay una reunión de padres».

-¿Él estaba tranquilo?

-Me hablaba tranquilo, pero con su voz quebrada. Ellos estaban con un padre, que era parte del contingente. Cuando llego, me cuenta: «Este viejo se las re mandó. Tocó a los chicos, hasta ahora hay seis que contaron que tuvieron contacto más directo y uno de ellos es tu hijo». Ahí casi me muero. Yo era la única mamá de esos seis. Uno de los papás varones lo cargó en el auto al tipo y lo llevó a la terminal para que se fuera de la ciudad.

-¿Nunca te lo cruzaste a Kruber?

-No, y menos mal porque no sé cómo hubiera reaccionado. Estuve en una habitación esperando a que el tipo se fuera. Seguimos charlando los papás. Y a los chicos los sacaron a patear, a jugar a la pelota; ni se enteraron de la locura que teníamos los padres. Tenían que jugar la final. Pedí que lo llamen a Patricio Mac Allister, el dueño. Estaba en Monte Hermoso, a 100 kilómetros, y se vino para estar con los chicos. Lo más horrible fue cuando empezaron a decir que nos callemos. Patricio nos pedía que no contemos nada, que vamos a ver cómo lo resolvíamos. Que este tipo no iba a estar más. Pero yo no me moví de mi posición de hablar.

-¿Era Patricio Mac Allister el que lo pedía? 

-Sí, yo aguanté una semana para hacer la denuncia esperando que el club actuara o que otro padre me acompañara. En esos días no comí, no dormí, iba a trabajar como zombie. Esa semana hubo dos reuniones con Patricio y los papás de esa categoría. Se pidió silencio. En los audios de WhatsApp dijo que no nos convenía hacer lío. Por la sociedad, por Santa Rosa. ¡Qué me importa a mí todo eso! De los 19 papás que éramos, convenció a 18. Y tuve que ir sola. Yo nunca dudé en ir a hacer la denuncia. Y mi hijo estaba seguro de denunciarlo. De hecho, hubo una segunda reunión con la psicóloga deportiva, que era de otro club pero la trajeron para tranquilizarnos. Y nos dijo lo mismo. Que no hablemos. Que lo íbamos a exponer, que era contar y revivir sus momentos. Busqué a una psicóloga para mi hijo en Santa Rosa, y ella me dijo lo contrario.

-¿Pudiste volver a hablar con los padres de otros chicos?

-Ninguno quería saber nada conmigo. Cuando se enteraron de que yo hice la denuncia me sacaron del grupo de WhatsApp. Decían que no era lo que habíamos pactado en las reuniones. Todo lo que dije fue que si alguien quería hablar del tema, me hablara particularmente. Pero no recibí ningún mensaje.

-¿El secretario de Deporte habló con vos?

-No, y sé que intentó desligarse; dijo que él ya no era el presidente del club. Es una posición vergonzosa.

-¿Esperabas que te llamara?

-Sí, eso es lo que no quiso entender. Cuando hice la denuncia, pensé que me iban a ofrecer acompañamiento. Nunca me llamaron. Ya no espero. Todo Santa Rosa sabía de este tipo.

-¿Se sienten solos?

-No me siento sola. Hay mucha gente que además se está contactando para contar sus historias, que nos está apoyando. No nos sentimos solos. Yo no sé qué va a pasar, si lo van a meter preso o no. Pero que los que callan, hablen. Y si no hay condena judicial, que haya condena social. Mi hijo no tiene problemas en hablar esto, y además tiene asistencia psicológica. Pero hay chicos que no están recibiendo ayuda. Eso es terrible. Saber que hay criaturas que la están pasando mal es doloroso. Por eso insistí con los afiches que reclaman que no seamos cómplices del abuso infantil.