El termómetro del dólar blue, que el viernes cerró en $605 (un 110% más de lo que reconoce el Banco Central en el mercado mayorista), fue nada más que un síntoma de todas las dificultades con que la economía real llega a las cruciales primarias de hoy. Señales de estancamiento en la producción y en el consumo, una inflación que se resiste a ser puesta en caja, elevados niveles de pobreza (franja a los que cada vez se incorporan más asalariados con ingresos deprimidos), una acuciante falta de divisas que pone trabas a la producción y la sombra del omnipresente Fondo Monetario Internacional condicionando cualquier solución son algunas de ellas.

La cotización del billete paralelo siempre da material para la discusión. Si bien su precio subió casi 75% en lo que va del año, está bastante por debajo de los niveles reales que alcanzó en la corrida cambiaria de 2020, en plena renegociación de la deuda con los acreedores privados (unos $ 990 a valores actuales), o de los convulsionados días de la llegada al Ministerio de Economía de Sergio Massa (unos $ 702 si se aplican los índices del Indec).

Buena parte de lo que pase con el dólar estará atado a los resultados electorales de hoy. Como en una moderna versión del teorema que hace más de 30 años hizo famoso el diputado radical Raúl Baglini (“Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”), las diferentes corrientes de la oposición arrancaron su campaña proponiendo desde el levantamiento del cepo cambiario hasta la dolarización lisa y llana. En las últimas semanas esas ideas fueron perdiendo algo de fuerza: “Decir que vamos a levantar el cepo el primer día no es serio”, reconoció Horacio Rodríguez Larreta. Aun así, un buen resultado de esos sectores podría desencadenar una nueva corrida contra el peso en previsión de un giro en la política cambiaria.

Números en rojo

Claro que los problemas exceden al dólar blue. Son muchos, variados y no tienen nada que envidiarle a las vísperas de comicios anteriores. “Las principales variables realmente muestran un gran deterioro. Si fuera lo que define el voto, el gobierno estaría en una situación muy desfavorable”, diagnosticó la consultora Abeceb en un informe. “La inflación hoy está al doble que en agosto de 2019, los salarios siguen perdiendo valor, la pobreza creció, la brecha está al 100% (antes no existía), las reservas están en rojo y la actividad económica retrocede. En el comparativo, todos estos indicadores exhiben un escenario mucho más negativo que hace cuatro años”, fue el resumen.

En ese sentido, un cuadro hecho por GMA Capital e ilustrado con los colores del semáforo comparó el desempeño de 13 variables justo en la previa de las últimas siete elecciones. En la de este año dominan las cifras marcadas en amarillo y rojo. Entre estas, casi llegan a bordó el nivel promedio de los salarios registrados (302.000 pesos), la inflación (115,6% interanual) y las reservas netas (negativas en U$S 9921 millones). El único indicador que zafa es el desempleo (6,9%). Claro que los números por sí solos no alcanzan para predecir el resultado de una elección: en 2015 el kirchnerismo perdió con el salario promedio más alto de la última década (392.000 pesos a valores actuales), mientras que en 2019 Cambiemos fue derrotado sin retraso cambiario (el oficial estaba a 321 pesos, a valor de hoy) y el déficit primario era de 0,9%, un tercio del actual.

Todas esas circunstancias tienen un visible correlato en la economía real. Casi cuatro de cada 10 argentinos son pobres. Lejos de recuperar el drástico recorte que sufrieron en el anterior cuatrienio, los salarios perdieron otro 3,2% frente a la inflación el último año, según el informe que dio el Indec el jueves. Por esa razón, el Ministerio de Economía estudia un aumento extraordinario por suma fija, el mismo método que Alberto Fernández rechazó sistemáticamente durante tres años y medio. La sostenida merma en el poder adquisitivo provocó que las ventas minoristas vengan cayendo seis meses seguidos, según CAME (3,6% interanual en julio). Asimismo, las demoras en la autorización de importaciones, producto de la falta de divisas, provoca las quejas del sector industrial y traba los procesos productivos.

Todo ocurre bajo la atenta mirada del FMI, invitado en 2018 por Mauricio Macri a participar nuevamente de manera activa en el diseño de la política económica local. Sus diferencias de criterio con otros gobiernos contribuyeron al cierre de por lo menos tres ciclos políticos en las últimas cuatro décadas de democracia: el alfonsinismo en 1989, la Alianza en 2001 y el propio macrismo en 2019. Esta vez, aprovechando una oportuna coincidencia con la época de vacaciones boreales, el organismo mantuvo silencio sobre la continuidad de su apoyo financiero al país. La respuesta se conocerá en pocos días más, cuando tal vez (y sólo tal vez) se perfile con algo más de claridad la Argentina que viene. «