Si alguien pensó que la sanciones económicas contra la Federación Rusa afectarían solamente al país euroasiático, los resultados para las compañías occidentales están mostrando otra realidad. Un artículo del portal de Bloomberg revela que los bancos europeos ya anotan pérdidas por 10.000 millones de dólares “principalmente por reducir el valor de sus operaciones y reservar dinero como escudo contra las ramificaciones económicas esperadas” a raíz de la guerra en Ucrania. Entre los principales afectados figuran Societe Generale, UniCredit SpA, ING Group NV e Intesa Sanpaolo SpA.

El francés Societe Generale vendió el mes pasado su participación en Rosbank a Interros Capital, una firma vinculada al magnate Vladimir Potanin, en una operación que le reportó perjuicios por 3000 mil millones de dólares. El italiano UniCredit informó que está en conversaciones para la venta de su unidad en Rusia. Las entidades crediticias italianas están entre las más expuestas porque fueron las que más se extendieron en las últimas décadas en ese país.

Otro grupo financiero que anota pérdidas significativas es la banca japonesa SoftBank Group, con quebrantos de más de 12000 millones de dólares, fundamentalmente en su fondo Vision Fund, atribuidos a la guerra pero también al crecimiento de contagios de Covid en China, por el riesgo de una nueva caída en la actividad económica global.

Entidades estadounidenses como JPMorgan Chase, Goldman Sachs, Bank of America y Citigroup  reconocen que no estaban muy insertos en el mercado ruso como para mayores riesgos. Pero igual registran en total algo más de 1000 millones de dólares de pérdidas y quizás hasta 2000 millones en reservas “por lo que pudiera ocurrir”.

Pero no son los únicos perjudicados. En pocas semanas posteriores al 24F, muchas empresas fueron presionadas públicamente para acompañar las sanciones decretadas por EEUU y la Unión Europea. McDonald’s comunicó que cerrar sus 847 restaurantes le insumió un costo de 127 millones de dólares. Una cifra un poco mayor fue el saldo para la francesa Renault, que informó quebrantos por 175 millones.

El caso de la automotriz es emblemático: al principio había anunciado que si bien se oponía a la invasión a Ucrania, no tenía en sus planes cerrar su planta en Moscú, erigida en 2005 a un costo de 230 millones de euros. Pero las críticas del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski y la repercusión generada en las redes hicieron ver que la imagen del Rombo iba a caer en picada. La primera fábrica de Renault en territorio ruso se levantó en 1916 en San Petersburgo, donde un año más tarde se iniciaría la Revolución Rusa.

Las mayores pérdidas se registran por el lado de las energéticas. La petrolera británica BP se desprendió de su participación del 20% en Rosneft ya a fines de febrero, con una bancarrota, asegura, de más de 20.000 millones de dólares. BP, dijo entonces el Wall Street Journal, enfrentaba a una fuerte presión del gobierno británico. Tuvieron que hacer lo mismo Shell y Exxon, que acusaron pérdidas por 5000 y 3400 millones respectivamente, informó el portal español Bolsamanía, de Web Financial Group, S.A.

Pero no solo las empresas pierden dinero o venden a precios de ganga sus filiales rusas. Los pobladores de la pequeña ciudad alemana de Schwedt, cerca de la frontera con Polonia, temen por su futuro ya que gran parte de ellos viven de los ingresos directos o indirectos de la refinería PCK, de Rosneft, que alimenta la producción mediante un oleoducto que va directamente de Rusia.

«Nuestra existencia está en juego. Todos tenemos nuestras propias obligaciones y si se cierra, tendríamos que dejar la región porque no hay nada más aquí», dijo Martin Reek, uno de los trabajadores de PCK a la agencia Euronews