A las 18:00 del miércoles 28 de julio de 2021, las autoridades reportan que hay 89 mil 973 personas desaparecidas en México.

De ese tamaño es nuestra tragedia humanitaria. Por sus dimensiones, es una de las más graves de la interminablemente lastimada América Latina. Pero el silencio la acompaña. Las marchas y protestas de los familiares, las búsquedas de fosas clandestinas, los cuerpos amontonados, por miles y sin identificar, y las denuncias de las periodistas que van a los territorios para investigar qué pasó, repercuten poco y nada. Debería ser portada diaria.

Cómo nos habrá rebasado el caudal de sangre, que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hasta creó una plataforma que actualiza en tiempo real las denuncias de desapariciones.

El registro estremece. O debería. Son los números que prueban el espanto cotidiano. Dice que, del 15 de marzo de 1964 al 28 de julio de 2021 hubo 221.749 desapariciones de personas. Más del 90% de las denuncias comenzaron en 2006, el año en el que Felipe Calderón declaró su infame guerra contra el narcotráfico y por la cual algún día debería ser enjuiciado por crímenes de lesa humanidad junto con su sucesor Enrique Peña Nieto.

De ese total, ya fueron encontradas 131.776 personas. Pero nos faltan 89.973.

O más bien: 89.975, porque mientras escribía esta columna ya denunciaron otras dos desapariciones. Sólo pasó una hora.

La mayor parte se concentra en el Estado de México, Tamaulipas y Jalisco, estados en donde abundan las acusaciones contra los gobernadores. En el mejor de los casos, por negligencia. En el peor, por complicidad con el crimen organizado.

Cada dato provoca más azoro. A principios de julio, la estatal Comisión Nacional de Búsqueda de México reportó el hallazgo de un centro de exterminio en Matamoros, una ciudad fronteriza con EEUU. Hasta ahora, en esta ‘narcofosa’ han sido rescatados 500 kilos de huesos humanos. Sí, media tonelada. No importa cómo tratemos de explicarlo. Es inentendible. Y peor: ni siquiera podemos saber todavía a cuántas personas nos estamos refiriendo. Son, por ahora, meros restos.

Por todo el país se dispersan colectivos de familiares que buscan a sus desaparecidos con el apoyo de antropólogos, arqueólogos, peritos y, a veces, funcionarios. Hay tanto agradecimiento al Equipo Argentino de Antropología Forense. Las víctimas se organizan, marchan protestan, interpelan, desmienten, critican a las autoridades. Y escarban terrenos con sus propias manos.En estos años, se han especializado en exhumaciones a fuerza de dolor.

Los nombres y siglas se multiplican: Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León, Búsqueda Nacional en Vida por Nuestros Desaparecidos, Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, Caravana Internacional de Búsqueda en Vida de Personas Desaparecidas en Michoacán, Brigadas de Búsqueda de Guerrero, Colectivos de Familiares y Amigos Desaparecidos en Tamaulipas, Familiares de Desaparecidos de Orizaba y Córdoba, Red de Madres Buscando a sus Hijos, Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California, Familias Unidas por la Verdad y la Justicia, Deudos y Defensores por la Dignidad de Nuestros Desaparecidos, Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco, Comité de Familiares de Familiares y Amigos Secuestrados, Desaparecidos y Asesinados en Guerrero, Red de Desaparecidos de Tamaulipas, Unidas por el Dolor, Las Buscadoras…

Son cientos de colectivos que buscan a los desaparecidos en alguna localidad, en un Estado, o que aglutinan fuerzas a nivel nacional e internacional, porque también hay desaparecidos centroamericanos, migrantes que estaban atravesando el país con la intención de llegar a Estados Unidos. Jamás llegaron. Y sus familias siguen sin saber en dónde están, quiénes y por qué se los llevaron.

Tendríamos que acompañarlos más. Mostrar más su lucha y resistencia para encontrar a los 90.017 desaparecidos que hay en México. Ah, porque mientras terminaba esta columna, desaparecieron otros 44. Pasó sólo un día.

En medio de ese horror seguimos.