Ciudad de México. “¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?”. La frase, teñida de violeta, resaltaba en el centro del “Muro del feminicidio”, como lo bautizaron las propias mujeres. Elizabeth, Cecilia Verónica, Guadalupe, Teresa, Grecia, Reinalda eran algunos de los más de 3 mil nombres de víctimas de femicidio que cubrieron la valla que el gobierno instaló el pasado 5 de marzo para cuidar los edificios históricos de la Ciudad de México durante las movilizaciones del #8M.

Desde el sábado en la tarde, arribaron al Zócalo capitalino distintos grupos de mujeres convocadas a través de la página de facebook: “Antimonumenta Vivas Nos Queremos”. La idea, construir en aquel muro erigido entre las mujeres y el poder político, una ofrenda. No alcanzaron las vallas para tantos nombres. Las mujeres siguieron pintando las calles, gritando consignas, prendiendo veladoras, dejando flores e imágenes de sus amigas, hermanas, hijas y novias hasta este lunes, víspera de la movilización que se realizó en las calles y en las redes sociales debido a la pandemia por Covid-19. “Fue una convocatoria hermosa por parte de nuestras compañeras, y nos dio mucho gusto ver tanta respuesta y sumarnos a ellas”, dijeron las chicas que integran la colectiva Restauradoras con Glitter.

Y no es para menos. México es el segundo país de Latinoamérica que más violencia femicida ejerce. Aunque su capital ha avanzado en conquista de derechos, los estados siguen esperando respuestas por parte del poder político que ayuden a frenar la violencia machista. Los datos arrojados en el informe realizado por El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos “Todos los Derechos para Todas y Todos” (Red TDT) y el Comité para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Comité CEDAW) respecto a la situación de las mujeres en México, señala que 10 mujeres son asesinadas por día en todo el territorio nacional y que durante el 2020, año de la pandemia, 3,752 fueron asesinadas, y solo el 26% de estos casos fueron caratulados como feminicidios.

La CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) señala que cada 3 días es asesinada una persona LGTB+ y solo el 10% de estos crímenes son tipificados como crímenes de odio. Sin embargo, y a pesar de estas cifras aterradoras, el diálogo entre las distintas colectivas feministas y el gobierno nacional es nulo.

El 8M en año electoral

Durante este año México elige gobernadores en sus estados y renueva su congreso nacional. El 5 de enero, fue denunciado por abuso sexual el candidato para gobernador por Guerrero, Félix Salgado Macedonio por el partido oficialista Morena. A esta denuncia se le sumaron cuatro más en los días consecutivos, y los distintos grupos feministas comenzaron a exigir que el ex alcalde de Acapulco declinara su candidatura a través de movilizaciones y de los hashtag “Un violador no será gobernador” y “Presidente rompa el pacto”

Las respuestas desde Palacio Nacional no tardaron en llegar. Lejos de condenar el hecho, y luego de varias interpelaciones desde el movimiento de mujeres, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “Son tiempos de elecciones y hay acusaciones de todo tipo (…) ya mencioné que primero hay que tenerle confianza al pueblo. La gente es la que decide. Si se hacen encuestas y si la gente dice: estoy de acuerdo con este compañero o esta compañera, yo creo que se debe respetar”.

A diferencia de otros gobiernos populares como el de Alberto Fernández en Argentina, el mandatario mexicano no ha sabido entender lo que sucede alrededor del movimiento feminista. No comprende que las desigualdades de género no serán subsanadas por medio de un reparto más equitativo de las riquezas como postula, sino que la justicia social se construye con las mujeres, las lesbianas, travestis y trans de América Latina y con los feminismos adentro.

Las posibilidades de diálogo están cerradas. Desde el Palacio Nacional las respuestas minimizan los reclamos que inundan las calles y las redes sociales, y se concentran en las formas en las que se movilizan lo distintos colectivos. En conferencia de prensa, desde Palenque, el mandatario anunció: “Va a haber una manifestación de mujeres, están en todo su derecho de protestar, de expresarse, de manifestarse pero hay mucha provocación, mucha gente que se infiltra y que lo que busca es causar daño (…) Fui opositor muchos años, nunca opositor vendido o simulador, y levantamos movimientos fuertes, éxodos por la democracia. Caminé, dos, tres veces desde Tabasco hasta la Ciudad de México. Nos robaron la presidencia ¿y qué decidimos? protestar de manera pacífica. No rompimos ni un vidrio”.

Estas distintas referencias, centradas en las formas y no en lo que detona esta cuarta ola feminista mexicana, el movimiento más importante en el país en la actualidad, han anulado cualquier capacidad de diálogo entre ambas partes. A pesar de los logros alcanzados en los últimos años en materia de igualdad de derechos, las mujeres y Lopez Obrador van por caminos separados.

Las conquistas y lo que queda por conseguir.

Desde el 2018 hasta la fecha, la aprobación de la Ley Olimpia, que contempla sanciones a quienes ejerzan violencia digital o ciberacoso sobre las mujeres, y la legalización de aborto en Oaxaca, han sido los mayores logros del movimiento en este país. Impulsadas por la marea verde, las colectivas mexicanas buscan aprobar la interrupción voluntaria del embarazo en todos los estados.

Según el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), la Reforma Constitucional de 2019 sobre paridad en todos los cargos de decisión de los tres poderes del estado en los organismos autónomos, candidaturas de los partidos políticos a cargos de elección popular, y en la elección de representantes en los municipios con población indígena, ha sido el primer paso para garantizar el acceso de las mujeres a la vida política del país. Además se han promovido proyectos como la Ley de Menstruación Digna, que propone quitar los impuestos a los productos de gestión menstrual.

Sin embargo, hay un grito que unifica esta nueva conmemoración del 8 de marzo y es el fin a la violencia femicida. Este reclamo es tan justo y avasallante que nubla cualquier otra política que se pueda presentar como avance. A pesar de la alerta de género declarada por el gobierno, y de los recursos volcados a esta situación, los femicidios siguen en aumento.

El confinamiento solo agravó la situación de las mujeres, intensificando las tareas de cuidado y exponiéndolas a mayor violencia dentro del hogar. Las mujeres necesitan ser escuchadas y acompañadas por el presidente, lo simbólico es importante. López Obrador es un gobernante escuchado por su pueblo, es necesario que dé un giro a su discurso, desde la empatía. Ya no alcanza con cuestionar solo al neoliberalismo. Urge escucharlo de este lado de la valla.