A días de celebrarse el primer aniversario del ataque al Capitolio de Washington, y mientras Donald Trump anunció una conferencia de prensa para ese día en la que insistirá en que le robaron la elección de 2020, desde el riñón del poder real de Estados Unidos alertan sobre la posibilidad de que se produzca un golpe de Estado que lleve a una guerra civil como la que asoló a esa nación entre 1861 y 1865. Con los mismos protagonistas: supremacistas blancos enardecidos.

Esta semana, una asesora de la CIA encendió las alarmas cuando señaló que “estamos más cerca de la guerra civil de lo que a cualquiera de nosotros nos gustaría creer”, dijo Barbara Walter, académica de la Universidad de California en San Diego y miembro del Grupo de Trabajo sobre Inestabilidad Política, un equipo de analistas que trabaja para la agencia de inteligencia exterior de Estados Unidos.

La mujer, que estudió situaciones como las de Siria, afirmó que en la patria de Abraham Lincoln se cumplen varias de las circunstancias que indican un camino hacia el abismo. “Si fueras analista en un país extranjero que mirara los eventos en EE UU como se miran los de Ucrania, Costa de Marfil o Venezuela, revisarías una lista de verificación, evaluando cada una de las condiciones que hacen a una guerra civil probable. Y lo que encontrarías es que Estados Unidos, una democracia fundada hace más de dos siglos, ha entrado en un territorio muy peligroso”.

Tres ex altos jefes militares añadieron más leña en este caldero. “El potencial de un colapso total de la cadena de mando, desde la parte superior hasta el nivel de escuadrón, es significativo en caso de que ocurra otra insurrección (como la del 6E). No se puede descartar la idea de que las unidades rebeldes se organicen entre sí para apoyar al comandante en jefe que consideran legítimo», advierten en un artículo en The Washington Post el ex mayor general del ejército Paul Eaton, el ex brigadier general Steven Anderson y el ex mayor general del ejército Antonio Taguba. «Estamos helados hasta los huesos ante la idea de que un golpe tenga éxito la próxima vez», abundaron, por si no habían sido claros.

Sin dudas, los uniformados toman en cuenta no solo las amenazas de los sectores ultraderechistas que recibieron el aval de Trump en sus cuatro años en la Casa Blanca y cuentan con amplia difusión en medios de comunicación. Pero también perciben el crecimiento de posturas extremas dentro de las filas de las Fuerzas Armadas.

El secretario de Defensa, Lloyd Austin, por ejemplo, deslizó que al menos un centenar de militares había participado en “actividad extremista prohibida”, según un informe elaborado por el Pentágono para revisar las políticas de esa cartera luego del catastrófico 6E. Un portavoz de las FF AA indicó que se iniciaron cursos de capacitación sobre qué son las actividades prohibidas para un militar.

En paralelo, el Congreso investiga las responsabilidades en el ataque al Capitolio. Y en tribunales federales se abrieron procesos judiciales contra los personajes que pudieron ser identificados por las grabaciones de video. El más “ilustre” fue Jacob Anthony (Jake) Angeli, el activista ultraderechista que también se hace llamar Q-Shaman y que entró al edificio disfrazado con una piel de bisonte y un sombrero de plumas con cuernos. Miembro del grupo neofascista Q Anon, fue condenado a 41 meses de prisión en noviembre pasado y escribió desde la prisión una carta disculpándose por sus acciones.

Dominoc Pezzolla, de Proud Boys, otro grupo violento de derecha, que entró al palacio legislativo con el escudo de un policía tras romper varias ventanas, también dijo a través de su abogado que está arrepentido. “Desde su arresto ha tenido tiempo para reflexionar y ver todo lo que salió a la luz, y ahora comprende que fue engañado y se le hizo creer estas cosas falsas”, como que a Trump le habían robado la elección, dijo Jonathan Zucker.

El que no se arrepiente de nada es el divulgador supremacista Tucker Carlson, que conduce el programa mas visto de la cadena Fox News. Carlson, que hace algunas semanas se burló de la propuesta argentina de vincular el pago de la deuda con el FMI a inversiones en medio ambiente –y fue muy aplaudido por medios locales que participan de sus ideas de fondo– dirigió un documental en el que argumenta que el FBI jugó un rol preponderante en el ataque del 6E y que el Ejército busca aislar y expulsar a cualquier soldado cuyas opiniones difieran de las del gobierno actual.

Además, sostiene que hay en marcha una «segunda guerra contra el terror» dirigida contra los patriotas que, afirma, son catalogados como terroristas y encarcelados en régimen de máxima seguridad como el de Guantánamo. El documental se llama Patriot Purge (Purga de Patriotas). 

El nuevo ídolo de la derecha

Kyle Rittenhouse saltó a la fama el 25 de agosto de 2020 en Kenosha, Wisconsin, durante una manifestación de Black Lives Matter, el movimiento popular en contra de las masacres policiales a miembros de la comunidad afrodescendiente en EE UU. Era el chico de 17 años que se había desplazado 30 kilómetros desde Antioch, Illinois, con un fusil de asalto semiautomático AR-15, y mató a dos manifestantes e hirió gravemente a otro.

Simpatizante de Blue Lives Matter, el movimiento pro-policial opuesto a BLM, fue detenido varios días más tarde y solo bajo la presión social por la inacción de las fuerzas policiales y judiciales.

La polémica envolvió su caso desde ese momento. Él dijo que actuó en defensa propia y hasta el entonces presidente Trump salió en su apoyo. Hubo una colecta que reunió 586 mil dólares para pagarle los mejores abogados.

En el alegato final, el defensor dijo que el adolescente «estaba tratando de ayudar a su comunidad» y que había disparado como reacción «al ataque de la gente». El detalle es que esa «gente» intentaba desarmarlo. El 20 de noviembre el tribunal lo absolvió de cinco cargos, incluso el de homicidio intencional de Joseph Rosenbaum, de 36 años, y Anthony Huber, de veintiséis. Hace unos días, Rittenhouse fue tildado de “joven agradable” por Trump y vitoreado como un ídolo en el Centro de Convenciones de Phoenix.  “Mi juicio fue un ejemplo de cómo intentaron perseguir nuestros derechos de la Segunda Enmienda, nuestro derecho a defendernos y tratar de tomar nuestras armas”, dijo a la multitud.