Si la pista para encontrar al asesino debe partir de quiénes se benefician con el crimen, sin dudas que los atentados a las Torres Gemelas beneficiaron a quienes necesitan sociedades hipervigiladas. Cada nuevo golpe en Europa, como los que viene sufriendo Francia, es un nuevo escalón hacia abajo en la pirámide de derechos civiles nacidos del imaginario de la Revolución Francesa. Estados Unidos en 1776 y Francia en 1789 marcaron estos últimos dos siglos de la historia universal, fueron los faros para la construcción de la república como modelo de convivencia democrática y liberal.

Pero ese modelo es enemigo del poder financiero y económico global y las élites gobernantes, que solo se pueden sostener mediante un entramado de intereses en que el capital, las instituciones político-judiciales y los medios de comunicación conforman una red que necesita ser inviolable para perpetuarse.

Los atentados del 11S en Nueva York sirvieron para cercenar derechos civiles en Estados Unidos con el argumento de que es necesario sacrificar algo de libertad para ganar en seguridad. Los medios acompañaron sin dudarlo, lo mismo que capas importantes de la sociedad, y no era para menos: era una Ley Patriótica la que los empujaba. Algo así como Patria o Muerte pero a la usanza del norte, es decir, nada de nacionalismos explícitos. 

El ataque en el Trade Center se produjo nueve meses después de la llagada al salón Oval de George W. Bush, quien logró luego ser reelegido en 2005, y eso que tenía muchas menos luces que su padre, uno de los pocos presidentes no reelectos en la ese país. El 11S también lo benefició a George W. y con él todos sus halcones del gobierno, ligados a la industria militar.

Es bueno recordar que en Argentina, el 14O, el gobierno de la Alianza sufría una derrota electoral que aceleró su caída final en diciembre de ese 2001. La Argentina y América Latina desde entonces fueron alcanzando niveles de integración y logrando derechos civiles y políticos como pocas veces antes en su historia.

La llegada de Barack Obama en 2009 pudo ser la coronación de un momento de cambios. De irritación en la sociedad estadounidense por la pérdida de libertades individuales y también por la belicosidad desplegada en todo el mundo. El primer presidente afrodescendiente en una nación con semejante nivel de racismo fue una esperanza para muchos y así logró un Premio Nobel de la Paz por su promesa de terminar con las guerras de su antecesor.

La historia lo recordará, en cambio, como el que profundizó esa matriz imperial apelando a las políticas tradicionales la política exterior, sin miramientos. Las grandes revelaciones de cómo se maneja el poder estadounidense que estallaron en estos años lo muestran sin tapujos. Desde el analista de la NSA Edward Snowden, pasando por el creador de WikiLeaks, Julian Assange, llegando ala soldado Chelsea (Bradley)Manning. Todos ellos criminalizados por sus destapes.

Ahora, que Obama se dispone a entregar el mandato, logró cambiar el escenario al sur del Río Bravo, por las buenas y las no tan buenas, para expulsar a gobiernos que desarrollaron una mayor autonomía desde 2001.

El presidente francés François Hollande(socialista) quiere imponer reglas laborales altamente resistidas por la clase trabajadora porque cercenan (flexibilizan) derechos obtenidos en décadas de lucha. La cadena de atentados es conducente a la militarización de la sociedad y facilita leyes patrióticas que justifiquen la criminalización de la protesta. El gobierno golpista de Brasil también busca flexibilizar las relaciones laborales y también arma un entramado represor para imponerlas.

Las repúblicas liberales son cada vez más contradictorias con el capital financiero y su sostén mediático judicial. A nivel global hay una República Imperial, como adelantaba en los ’70 otro francés, Raymond Aron.

Esa República Imperial necesitaba un 11S. Lo tuvo hace 15 años. «