La dramática situación en Sudán no mejoró tras cumplirse la tregua de 24 horas con motivo de la fiesta del fin del Ramadán, sino que parece volverse más virulenta, a una semana del estallido de una nueva guerra civil en el país de África septentrional de 54 millones de habitantes. Se desató el pasado domingo cuando grupos paramilitares disidentes, encarnados en las Fuerzas de Apoyo Rápido (RFF), tomaron el palacio presidencial y el aeropuerto de la capital Jartun: así se sublevaban contra la Junta militar provisional encabezada por el general Abdelfatah al Burhan, presidente del Consejo Soberano, y el premier Osman Hussein. En las últimas horas volvieron a incrementarse los choques.

Las fuerzas paramilitares están a cargo del general Mohamed Hamdan Daglo, «Hemedti» y aseguran contar con la adhesión de un amplio sector de la población. Se alzaron contra el gobierno y el Ejército aunque hayan compartido las filas en el golpe de estado del 25 de octubre de 2021, la llamada Revolución de la Trompa de Elefante que interrumpió una camino hacia una eventual restauración democrática iniciada en ocasión del derrocamiento en 2019 del dictador Omar al Bashir, quien manejó el país durante más de tres décadas.

En las últimas horas, las RFF están trasladando más unidades desde el estado de Kordofán del Norte y también desde el oeste del país hacia la capital para reforzar sus posiciones y tomar otras. Al mismo tiempo los rebeldes se defendieron ante las imputaciones de su accionar golpista, acusando a Al-Burhan, de adherirse a las ideas del islamismo radical.

Por su parte, el Ejército aseguró avanzar en su estructura defensiva al haber logrado capturar las posiciones clave de las RFF en las ciudades de Al Damazin, Gedaref, Kasala, Kosti, Puerto Sudán, Kadugli, así como su mayor base en Jartum. Desde ya que la información que proviene de la zona de conflicto es difusa y sesgada. El gobierno de Al-Burhan sigue manejando fuentes clave,  como es el diario Sudan Tribune.

Desastre y expansión

En este conflicto sin señales aparentes de solución a corto plazo ya se registraron 463 muertos y 3855 heridos, con un elevado porcentaje de niños entre ellos, según estimaciones suministradas por la Organización Mundial de la Salud. Además, la realidad sanitaria es alarmante en Jartun, y más aún en otras ciudades: debido a los combates, muchas familias quedaron atrapadas, con poco o ningún acceso a electricidad, agua, alimentación y cuidados médicos. En Darfur, al oeste, la realidad es «catastrófica», según indicó Cyrus Paye, de Médicos Sin Fronteras. Un dato para considerar: mucho antes del comienzo del conflicto actual, según Unicef, Sudán ya padecía una de las tasas de desnutrición infantil más altas del planeta, con más de 600.000 niños con faltas agudas.

A pesar de que es un país rico en recursos naturales como el petróleo y el algodón. China, Japón e India son los principales destinatarios de sus productos. La economía registraba un crecimiento que se ubicaba entre los más altos. Claro que esos datos no se condicen con la extrema pobreza de un amplísimo sector.

Otro factor preocupante por prolongación de los combates y su incierto desarrollo disparó el temor a un contagio regional en países como Yibutí, Eritrea, Chad, donde Sudán ejerce influencia.  «