Con una marcada polarización entre un candidato de extrema derecha y otro de una expresión de izquierda que desde el retorno de la democracia no había estado tan cerca del poder, Chile va camino el próximo domingo hacia unas elecciones históricas en todo nivel. No solo por el detalle de que el joven diputado Gabriel Boric, uno de los dos favoritos junto con José Antonio Kast, de suceder a Sebastián Piñera, proviene de un espacio radical protagonista en las revueltas estudiantiles de 2011, aliado al Partido Comunista y propulsor de ideas y proyectos que sacuden los cimientos del Chile más conservador. También porque el próximo gobierno, sea de un extremo o de otro, estará atravesado por la sanción de una nueva Constitución que cerrará por fin la herida del pasado dictatorial de Augusto Pinochet, que dejó como legado esa Carta Magna que aleja a las bases de sus derechos, vigente en forma plena desde 1990.

El próximo presidente, además, no podrá desconocer la experiencia del alicaído Piñera, quien en el final de su mandato se enfrenta a un eventual juicio político por su relación con los paraísos fiscales, que aunque según las previsiones el Senado desestimará este martes (ver aparte), el registro que quedará es la presión popular que pone en evidencia que la sociedad empieza a rechazar contudentemente que sus dirigentes recurran a maniobras elusivas y poco legítimas para enriquecerse a costa del erario público, como quedó revelado en la difusión de los “Pandora Papers”.

Si bien las encuestas fueron silenciadas por ley desde el domingo pasado, los últimos sondeos dieron el primer lugar al candidato del Partido Republicano, Kast, un ultraderechista pinochetista y nostálgico del “gobierno militar”, cómo él mismo recuerda, a quien muchos llaman “el Bolsonaro chileno”. Kast es seguido de cerca o empatado, según la encuestadora, por Boric con su coalición Apruebo Dignidad, mientras otros advierten números favorables para la candidata demócrata-cristiana Yasna Provoste, en un peleado tercer puesto junto al independiente liberal oficialista Sebastián Síchel. El cineasta del Partido Progresista Marco Enríquez-Ominami, el profesor izquierdista Eduardo Artés y el economista Franco Parisi, ocupan los últimos lugares entre los siete candidatos.

Ninguno de los punteros, sin embargo, supera ampliamente los 30 puntos. Solo una encuestadora le da a Kast un 36%, lo que significa que, basándose en estos números, hay por lo menos tres candidatos con posibilidad de pasar a la segunda vuelta del 19 de diciembre.

Por otro lado, también, como ocurre en otras partes del mundo, los resultados proyectados por las consultoras carecen de la confianza plena del electorado y de los propios candidatos.  En 2019, por caso, fallaron al predecir tendencias electorales antes del plebiscito constitucional y la elección de integrantes de la Convención Constituyente. Por eso, y por el alto nivel de indecisos medido, cercano al 50%, algunos creen que habrá un escenario al estilo Perú de abril pasado, donde “el que iba último terminó siendo primero”, recordó estos días, como ya lo había hecho en una entrevista con Tiempo, el hoy candidato Enriquez-Ominami, quien se tiene más fe que las encuestadoras para quedar en el podio de la primera vuelta.

El próximo presidente de Chile también encontrará un país dividido tras las protestas de 2019, responsable de la movilización social y de la apertura del proceso constituyente que podría definirse a finales del año próximo. También un país golpeado por la pandemia y la posterior crisis económica. Las clases sociales más postergadas apuran las subvenciones estatales para hacer frente a la necesidad económica provocada por el coronavirus. Los retiros anticipados de pensiones y el incremento de la deuda externa de forma histórica marcará también los límites del gobierno.

No por casualidad cinco de los candidatos mejor medidos participaron el jueves pasado  del Encuentro Nacional de la Empresa (Enade), intentando dirigir, cada uno a su manera, un mensaje tranquilizador a los principales actores económicos del país.

Las protestas de octubre de 2019, que dejaron 34 personas muertas, pusieron en evidencia el rechazo popular a una clase política que se mantiene sin cambios aparentes desde la vuelta de la democracia. Para algunos analistas, los candidatos favoritos representan esa brecha entre el pueblo y un sector poderoso y enquistado que no dudó en darle al dictador saliente una banca vitalicia en el Senado.

También se evalúa que la clave de la victoria, para uno u otro candidato, está en el rango etario de los electores que vayan a votar, en un país donde el voto sigue siendo optativo. Entre los 15 millones de chilenos que están llamados a votar el próximo domingo, un masivo voto joven favorecería a candidatos como Gabriel Boric, quien gana puntos por su juventud (35 años) y su poca “contaminación” con el mundo de la burocracia y los vicios de la política. El voto mayor, en cambio, inclinaría el tablero a favor del candidato de la ultraderecha.