La noticia que sorprendió al mundo al comenzar el domingo, pasó por varios estados durante el día y terminó siendo sólo una ilusión para quienes quieren ver a Lula nuevamente en libertad. El ex presidente del Brasil estuvo a punto de abandonar la prisión de Curitiba alrededor de las 17 horas, pero la orden del presidente del mismo tribunal de Justicia que lo liberó por la mañana, dejó su situación en un punto de interrogación. 

«Lula libre no es ya una expresión de deseo sino una posibilidad concreta que podría ser realidad de un momento a otro», anunciaron por redes sociales los más altos dirigentes del Partido de los Trabajadores brasileños. Al mismo tiempo, se informó de manera extraoficial que Lula recogió sus pertenencias de la celda y fue sometido a los exámenes médicos de rutina por personal militar de la prisión donde estuvo detenido durante más de dos meses. Alrededor de mil personas esperaban por él fuera de la cárcel y en San Pablo, en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos, se montó un escenario donde los más optimistas afirmaban que el propio Lula encabezaría un acto en la noche del domingo, una vez liberado.

Sin embargo, con el paso de las horas las caras de alegría se transformaron en impotencia y resignación. El ministro de Seguridad Pública del gobierno de Temer, Raúl Jungmann, aseguró que Lula no sería liberado, coincidiendo con la actitud de Carlos Eduardo Thompson Flores, presidente del Tribunal Supremo de Justicia 4, quien le transmitió al superintendente de la Policía Federal brasileña no liberar al ex presidente hasta tanto no llegue su orden directa.

Eran las 19:30 del domingo cuando Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores escribió un tuit que dejó menos margen aun a la ilusión: «¡Más golpe! ¿Por qué no? Qué verguenza para el Poder Judicial brasileño. ¡Vale todo para perjudicar a Lula, y por consiguiente a la democracia y al pueblo!».

De allí en adelante sólo llegaron confirmaciones. Lula estaba otra vez en su pequeña celda. Desde Portugal, donde se encuentra de vacaciones, el juez Sergio Moro, moviendo todas sus influencias judiciales y políticas, había vuelto a ganar. 

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