Las elecciones ecuatorianas le han otorgado la victoria a Guillermo Lasso, banquero hecho desde abajo, según él mismo.

Lasso renunció a la comodidad de la vida  privada en un país pobre, hace varios  lustros y optó por la vida pública como político. Creó el partido y postuló  siempre ideas de lo que la taxonomía ideológico-política llama centro derecha.

Es el triunfo de la resiliencia de quien se presentó sin éxito en dos elecciones. Y de quien, con flexibilidad mental para cambiar su estrategia electoral, logró remontar del 20% a más de 50% en dos meses. “Quienes nunca cambian de opinión, nunca logran cambiar nada” decía Churchill.

Sería de esperar que esa flexibilidad tenga para gobernar un país amenazado por “pasar de la pobreza a la ruina”, según expresó Jaime Nebot, el aliado fundamental de Lasso, el día de las elecciones.

Un barco a la deriva es el ecuador del 2021. Sin timonel y en medio de una tormenta sanitaria, económica, social, institucional. El cuaderno de bitácora del nuevo capitán debe tener corto, mediano y largo plazo para conducir la nave hasta sentar las bases de un desarrollo inclusivo, autosostenido.

La primera urgencia es la vacunación masiva de 12 millones de ecuatorianos  para alcanzar la inmunidad de rebaño. Y poner a salvo el fundamento básico de cualquier sistema económico y social que es el ser humano, sin la latente amenaza de la muerte por COVID.

Elaborar como presidente electo un plan de emergencia nacional 2021-2022 debe ser el objetivo. Puede lograrse en base al estímulo de inversiones de fuentes nacionales y gestionar liquidez en organismos multilaterales como F.M.I. Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, CAF, agencias gubernamentales de cooperación con América Latina de países amigos, ONG´S europeas y norteamericanas, que mueven muchos millones de euros y dólares,  para poner en marcha el aparato productivo. De este modo generar empleos dignos para que el efecto rebote después de la caída del 8% del PIB en el 2020 sea mayor que el pronosticado y el Ecuador recupere el PIB del 2019 antes de que finalice el año 2022.

El mundo del capital internacional público y privado es grande y diferenciado. Sin anteojeras técnicas ni pseudo ideológicas y geopolíticas es posible encontrar en ese mundo fuentes de inversión indispensables para un país hoy paralizado por circunstancias exógenas y escasez de creatividad de quienes lo gobiernan.

A partir de esas metas urgentes de corto plazo se puede plantear un plan de salvación nacional y reforma institucional 2022-2025. Los objetivos prioritarios deben incluir un corte a la influencia decisiva del crimen organizado transnacional sobre importantes segmentos del Estado, la creación de un sistema anticorrupción, basada en la convención de la ONU que abarca las  formas de corrupción pública y privada. Se debe iniciar la gradual descentralización y optimización de un estado obeso, centralista, burocratizado e ineficiente, que no es motor sino freno al desarrollo del país.

Las metas de ese plan de salvación nacional y reforma institucional tienen que incluir un crecimiento sostenido del PIB, el empleo y los programas sociales, por un período de 10 años, para garantizar que la nación alcance la condición de país económica, social y ambientalmente sustentable, en el cual un estado sabio oriente y no dirija a la empresa y la sociedad, integrada por individuos libres, para invertir, consumir, convivir pacíficamente, huyendo a la tentación siempre presente de encontrar en  diversas delincuencias organizadas y comunes la fuente de prosperidad y enriquecimiento.

Un sistema de gobernabilidad democrática de inspiración centrista, dotado de un mecanismo de alerta temprana para anticiparse a las crisis sociales y políticas inevitables en una sociedad diversa y desigual y a los choques de una economía internacional preñada de incertidumbres.

La geopolítica como disciplina de la ciencia de las relaciones internacionales tiene que estar siempre integrada al sistema de gobernabilidad democrática  y su mecanismo de alerta temprana.

Preservando la gobernabilidad democrática, Ecuador puede explotar en base a la colaboración privada y pública, nacional y extranjera, sus enormes riquezas naturales en agricultura, minería, energía. Y así sentar en una década las bases de una economía y sociedad de desarrollo medio, evitando caer en el hoy amenazante y real riesgo de pasar a integrar el elenco creciente de estados fallidos en el denominado peyorativamente “cuarto mundo”.

Respeto a la diversidad sin odios y a la justicia sin venganza son atributos que deberá exhibir el nuevo presidente.   No solo como aspiración ética sino como necesidad práctica para iniciar exitosamente el proceso de enfrentamiento de la emergencia crítica y abrir las puertas al proceso de salvación nacional y reforma institucional.

Ese proceso al culminar nos integrará a la historia y no hará que nos condenemos dócilmente a perder el siglo XXI. El presidente Lasso tiene activos humanos fundamentales.  Cuenta con el ex presidente Osvaldo Hurtado, miembro de CREO, que lidera un grupo tecno-político de valía. Tiene el apoyo de Jaime Nebot, el más exitoso alcalde en la historia de Guayaquil, líder del Partido Social Cristiano. Puede aspirar al apoyo moral del expresidente Rodrigo Borja, fundador de la izquierda democrática, único partido social demócrata de masas en la historia nacional.

Las dificultades son enormes. Pero las posibilidades las superan. El presidente Lasso  tiene que poner en tensión la gran voluntad que ha mostrado en su vida política y sembrar la semilla de la paz y la unidad nacional.

La política es personal. Lasso encabezará un gobierno que inaugure una “revolución en la revolución” en materia generacional, conducida por personas de la tercera edad, que han vivido a plenitud en los últimos dos siglos y tienen la experiencia que suele ser fuente de sabiduría.  En los festejos de su victoria terminó su corto discurso diciendo “ahora voy a dormir, sin ninguna lista de personas a quienes perseguir” Para alguien como el que escribe, que integra el laicismo humanista en su cosmovisión, esas palabras son buenos augurios.