Con los medios y métodos de la época, Tito Livio (59 a. C. – 17 d. C.) escribió la historia de Roma desde la fundación mítica hasta el principio del imperio. Ya desde la antigüedad fue un clásico, e influyó en el pensamiento de Maquiavelo y de Montesquieu.

En los segundo y tercer libros leemos cómo el pueblo romano abandonó la ciudad. Es que la plebe estaba cansada de que los patricios ejercieran el poder en base a reglas sólo conocidas… por ellos mismos, cuya letra era inaccesible al común. Fue la secesión de la plebe, que dejó Roma y acampó en el Monte Sacro y en la colina Aventina. Los patricios cedieron ante esta primera “huelga cívica”. Hubo otras. Así el pueblo romano consiguió magistrados propios y la ley de las doce tablas, que al menos tenían el mérito de estar escrita. 

Más de 2000 años después, volvemos a escuchar la idea de reglas, de un mundo basado en reglas, de un orden mundial basado en reglas. En marzo de  2021 hubo una cumbre chino-norteamericana en Anchorage, Alaska. Allí habló Anthony Blinken, que estudió en Harvard y Columbia, periodista, consultor y actual secretario de Estado de los Estados Unidos. Dijo que las acciones de China “amenazan el orden basado en reglas que mantiene la estabilidad mundial”.

Le contestó Yang Jiechi, técnico electrónico, luego egresado de las universidades de Bath, Nanjing y de la London School of Economics. Es miembro del Buró Político del Partido Comunista chino. Y diplomático. Primero expresó su sorpresa ante el tono de Blinken, puesto que parecía que quisiera hablarle a China desde una posición de superioridad. Luego preguntó qué es ese orden basado en reglas.

Un artículo publicado en julio de 2021 por el Moscow Journal of International Law  (Vylegzhanin et. al.) examina la cuestión. En efecto, es un concepto que no existe en la Carta de las Naciones Unidas, ni en ninguna otra convención internacional, y tampoco obliga a la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Así, el “orden mundial basado en reglas” es una colección de palabras sin contenido, carente de toda legalidad, ya que no está definido por ningún tratado reconocido con dimensión internacional.

Es una especie de “derecho de autor” determinado por las circunstancias de los intereses a defender, propicio a la manipulación, nunca explicitado. El problema, señala el artículo, es que para occidente la repetición de ese concepto busca remplazar al derecho, y conduce a una especie de nihilismo global.

Desde una perspectiva latinoamericana, cuando López Obrador en México define una política soberana en materia de suministro eléctrico, ¿será un desafío al “orden basado en reglas” frente a las protestas de empresas canadienses y norteamericanas”? ¿Qué pasará en Colombia con Petro y Márquez? El programa de paz, ecología y reformas sociales ¿los convertirá en amenazas al “orden basado en reglas”?

Para los plebeyos del planeta, “el orden basado en reglas” es apenas una acepción reciente que expresa la voluntad patricia, basada en la relación de fuerzas. Por acostumbrados que estemos, no significa que aceptemos lo inaceptable. Siempre tendremos a mano un Monte Sacro, una colina Aventina. Porque parece que de los imperios hay que cuidarse cuando crecen y cuando caen.