Las elecciones de hoy en Italia se disputan también en Argentina. Con un padrón de 768.000 personas cuenta con más votantes que la mayoría de las provincias italianas. Desde aquí sin embargo sólo se podrán elegir a dos diputados (de 400) y un senador (de 200) con un voto por correo que cerró e pasado jueves. La gran particularidad de las elecciones en Sudamérica es que además de los partidos que también compiten en Italia, se presentan dos listas activas sólo en estas latitudes. Y ambas surgidas en Argentina. La Unión Sudamericana de Emigrantes Italianos (Usei), fundada por Eugenio Sangregorio, que este año apunta a retener su escaño en la Cámara de Diputados en Roma, y el Movimento Associativo degli Italiani all’Estero (Maie), del veterano de la política italiana Riccardo Merlo que postula como principal candidato a Claudio Zin. Son los que tienen más chances de lograr el objetivo gracias a su vinculación con la comunidad italiana. Sus referentes apadrinan las iniciativas de los círculos, acompañan a los descendientes en el proceso de conseguir la ciudadanía, construyen redes dentro de los consulados y los comités de italianos en el extranjero que luego les sirven para apalancar a sus candidatos. Un «voto cautivo» que alimentan con campañas centradas en la mejora de los servicios consulares y el otorgamiento de beneficios para la comunidad en el extranjero. A pesar de que su voto, en los asuntos de la actualidad doméstica italiana, será tan válido como el de cualquier nacido y criado en Italia si son elegidos parlamentarios.

Más vinculadas al debate nacional son las listas que representan a los partidos italianos en nuestros territorio. La coalición de derecha liderada por La Lega (Salvini), Fratelli d’Italia (Meloni) y Forza Italia (Berlusconi) que muy probablemente a partir de mañana se preparará para gobernar a Italia, intentó instalar la idea de que el principio que permite a tantos latinoamericanos obtener la ciudadanía italiana está en riesgo. Pero los únicos proyectos efectivamente presentados sólo ampliarían el derecho a los migrantes y sus hijos que residen allá, y no lo quitarían a quienes están acá. El armador de los (ultra) conservadores italianos en Argentina es Marcelo Bomrad, otrora dirigente de la Ucedé en provincia de Buenos Aires, y que en los ’80 organizaba visitas de jóvenes militantes al represor Roberto Viola en la cárcel, y a los campamentos de los contras en Nicaragua. Hoy se postula para el Senado en Roma. Las conexiones con la política local para los dirigentes ítalo-argentinos no son extrañas: en la lista del Usei sobresale el nombre de Rodrigo Sebastián Miguel, hermano del jefe de gabinete de Horacio Rodriguez Larreta, Felipe Miguel.

Para el Partido Democrático de centroizquierda, con chances de quedarse con uno de los dos curules sudamericanos en la Cámara, encabeza la lista la joven venezolana Antonella Irene Pinto, presidente de la Junta Consultiva de la Cámara de Comercio Venezolana e Italiana. Para el Senado, Mario Aldo Sebastiani, médico del Hospital Italiano, y uno de los defensores de la Ley IVE durante el debate en Argentina.

La campaña en el país fue observada de manera muy especial por las autoridades italianas. Hace pocos meses la Justicia de Roma confirmó que en las elecciones de 2018 el Usei cometió fraude, al falsificar unas 2000 boletas recolectadas en CABA y completadas todas en favor del político uruguayo Adriano Cario, que primero se pasó al Maie y luego perdió su banca en el Senado. Cuando el consulado en la capital argentina contrató a su hermana Fiorella, en Italia se habló de un verdadero escándalo. Entre los militantes del progresismo italiano en Argentina y Brasil hay mucha bronca: culpan a las prácticas clientelares de Maie y Usei de embarrar la cancha. Pero sólo en los próximos días sabremos qué repercusiones podrá tener sobre el debate político italiano.  «