La gira de Jair Bolsonaro por Estados Unidos se corona con un encuentro con el presidente Donald Trump donde sellarán una alianza anti-izquierdista que incluye la instalación de una base militar en el nordeste y la amenaza de establecer vigilancia irrestricta a través de las redes sociales de todos los ciudadanos.

Según se desprende de un acuerdo que negoció el ministro de Justicia, Sergio Moro, con su par estadounidense, las autoridades brasileñas permitirán el acceso a los datos en FaceBook o Whatsapp sin autorización judicial, denuncia el diputado Rogerio Correia, del PT de Minas Geraes.

En cuanto a la base de lanzamiento de cohetes de Alcántara, en el estado de Maranhao, este lunes el presidente firmó el convenio, que deberá ser refrendado por el Congreso, al que los sectores nacionalistas -tanto de izquierda como de derecha- ya le lanzaron las críticas más furiosas.

Sospechan, y razones no les faltan, que si bien esa región es ideal como plataforma de lanzamiento ya que está cercana a la línea del Ecuador, lo que permite economizar combustible o llevar más carga, formaría también parte de un cordón para rodear a Venezuela, el objetivo en común más urgente sobre el que conversarán largamente Trump y Bolsonaro. Esto es, cómo voltear al gobierno de Nicolás Maduro.

Si fuera por Bolsonaro -bautizado por los medios estadounidenses como el «Trump del Trópico»- ya habrían invadido Venezuela. Pero esa medida extrema no cuenta con el aval de los militares, el sostén más fuerte de su gobierno, que cuenta con la vicepresidencia a cargo del general Hamilton Mourao y la mayoría de funcionarios en el gabinete.

Para el ocupante del Planalto, su encuentro con Trump dará comienzo a una «asociación centrada en la libertad y la prosperidad», como escribió en un tuit , su herramienta de comunicación preferida, al igual que la de Trump. En ese mensaje, señaló que «es la primera vez en mucho tiempo que un presidente brasileño que no es anti-americano llega a Washington».

Y para que las cuentas queden claras en cuanto a lo que decidirán en el Salón Oval, dijo que «Brasil y EEUU juntos asustan a los defensores del atraso y la tiranía alrededor del mundo».


«Realmente habrá un eje Norte-Sur de las dos economías más grandes del hemisferio occidental», indició a la prensa un funcionario del gobierno de Trump. Por «hemisferio occidental» definen en el Departamento de Estado al continente americano, lo que en lenguaje más claro, es el «patio trasero».

Según analistas de Washington, el gobierno de Trump podría llegar a otorgar a Brasil el estatus de aliado preferente fuera de la OTAN, un sitial al que alguna vez aspiró el argentino Carlos Menem y que logró en su momento el presidente colombiano Juan Manuel Santos.

El excapitán del Ejército Brasileño se alojó en Blair House, la residencia para huéspedes frente a la Casa Blanca. «Tenemos mucho en común», dijo en una entrevista con la cadena paraoficialista Fox. «Estoy dispuesto a abrirle mi corazón y hacer lo que sea en beneficio tanto de los brasileños como de los estadounidenses», concluyó.

En ese reportaje tuvo que responder sobre las vinculaciones de su familia con los detenidos por el crimen de Marielle Franco. Dijo que no los conocía, a pesar de que uno de ellos es vecino en el barrio privado donde vive, y pretendió defenderse argumentando «¿cuál sería la motivación para mandar a matarla?».

Hasta ahora, lo que más conmocionó a los sectores políticos brasileños que todavía mantienen el deseo de soberanía es la visita a la sede de la CIA en Langley, Virginia. Allí, su hijo Eduardo posteó que sería una buena ocasión para conversar sobre asuntos internacionales con expertos del mayor nivel. la caratuló como «una de las agencias de inteligencia más respetadas del mundo».

Parece ignorar la implicancia de la CIA en el derrocamiento de gobiernos en la región, incluso en el de Joao Goulart en 1964 en Brasil. Y también la denuncia de que otra agencia estadounidense, la NSA, había espiado a la expresidenta Dilma Rousseff, lo que motivó que en 2013 desistiera de un encuentro con Barack Obama en la Casa Blanca.

La delegación brasileña que recorrió los cuarteles centrales de «la compañía» incluyó al ministro Moro, un hombre que según cables filtrados por WikiLeaks, fue entrenado por la CIA en temas judiciales de lavado de dinero y narcotráfico. Los mismos temas que trataron en las reuniones mantenidas este lunes. Moro fue clave para sacar de la cancha a Lula da Silva, ya que lo procesó en un cuestionable juicio por corrupción y lo envió a prisión a pesar de que no hay sentencia firme.

Otro hombre clave en el esquema de gobierno de Bolsonaro es Paulo Guedes, adalid del neoliberalismo, quien viajó también para promocionar su programa de gestión que incluye privatizaciones -como las iniciadas con aeropuertos- y recortes al presupuesto público.

Entre las medidas que están en marcha figura una reforma previsional, resistida por amplios sectores de la sociedad y que necesita los dos tercios del Congreso para se aprobada. Desde la capital estadounidense, Guedes declaró que hasta la llegada del ex militar al Planalto, «nadie tenía los huevos de controlar el gasto público, pero nosotros tenemos al tipo que tiene los huevos»-