Curiosa Cumbre esta de Estados Unidos. Anunciada con bombos y platillos para el 6 de junio, mañana, se fue desinflando, tanto que a principios de la semana que pasó hasta hubo algunos que pensaron que el anfitrión analizaba la posibilidad de suspenderla, sin fecha. Aún hoy no se tiene la certeza de quiénes irán y quiénes no. Muchos siguen en duda. De entrada se sabía que los participantes deberían ser 35 –todos los integrantes del llamado sistema hemisférico–, pero la decisión de Estados Unidos de excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua tensó las posiciones, y lo único seguro es que en Los Ángeles no estarán todos. En los últimos días las aguas fueron bajando. De los tres grandes de la región, Argentina y Brasil confirmaron su presencia. El gobierno de México sigue deshojando la margarita.

“Cuando la hipocresía es de muy mala calidad es hora de empezar a decir la verdad”. El alemán Bertolt Brecht lo planteó en otras circunstancias, a mediados del siglo pasado, pero ochenta años después, en estos días, la sentencia recobró toda su vigencia. Al brasileño Jair Bolsonaro, que en octubre padecerá una elección en la que espera lograr una casi imposible reelección, se le borraron los principios cuando en una visita relámpago Christopher Dodd, emisario de la Casa Blanca para los temas de la Cumbre, le garantizó que el presidente  Joe Biden posaría con él para sacarse una bella foto. Después de recibir a Dodd, y en consulta con sus pares más notorios, Alberto Fernández decidió viajar a Los Ángeles para actuar y exponer en nombre de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

Todo indica que Honduras, Guatemala, San Vicente y las Granadinas, Bolivia y algunos otros países anglófonos de la Comunidad del Caribe (CARICOM) –que estuvieron entre los primeros en anunciar su ausencia pero que han recibido fuertes presiones norteamericanas–  no estarían en el encuentro o enviarían una misión de segundo nivel. De los grandes temas propuestos para debatir bajo el pomposo lema «Construir un futuro sostenible, resiliente y equitativo», hace rato ya que no se habla. A esta altura, Estados Unidos sólo pretende salvarse del naufragio y la Casa Blanca dijo oficialmente que Biden desea que su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, lo acompañe “personalmente” en la apertura de la Cumbre.

“Ciudad de México. Aun cuando faltan apenas unos días para el inicio de la IX Cumbre de las Américas, el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue esperando que la Casa Blanca dé respuesta a su planteamiento de no excluir a Cuba y a ningún otro país del hemisferio”, rezaban anoche los últimos despachos de las agencias de noticias. Agregaban que, “sin embargo, dejó entrever la posibilidad” de asistir. “¡No hay prisa!”, había dicho el viernes. Tan claro tenía que lo que quiere es ir a la Cumbre, que en su rueda de prensa diaria hasta esbozó cómo sería su agenda de los próximos días: “Viajaría vía aérea a Tijuana y seguiría por carretera hasta Los Ángeles”, a unas tres horas por tierra. “Y como el encuentro termina el viernes por la tarde, dormiría allá y retornaría el sábado.»

El presidente mexicano reiteró que no busca “pleitos o confrontaciones” y se ocupó de resaltar la buena relación que mantiene con la administración norteamericana y con Biden en particular. Fue entonces que el hombre que puede vestir o desvestir con su simple presencia o su compleja ausencia una cumbre mal parida, y sobre todo inservible, insinuó cuál es la razón que lo lleva a ser paciente y hasta molestamente meloso con Biden: “Es una gente con mucha experiencia, es conciliador, es una persona con buenos sentimientos, nos llevamos bien, de modo que vamos a esperarnos. Y ninguna circunstancia –agregó– aguará nuestras relaciones, siempre van a seguir siendo buenas porque, insisto, son relaciones de amistad, sobre todo de amistad de nuestros pueblos. Hay 40 millones de mexicanos en Estados Unidos, los que nacieron aquí y los que nacieron allá, hijos y nietos”.

López Obrador dijo y repitió una, mil, diez mil veces, que si se mantienen las exclusiones él no viajaría, y que México estaría representado por su canciller, Marcelo Ebrard. AMLO sabe que, ausente o presente, es la figura de la Cumbre, vaya o no vaya a Los Ángeles. Así, en medio del lenguaje propio de la diplomacia, hasta se dio el lujo de lastimar con algunas ironías. Empezó la semana, el lunes 30, señalando que “seguramente la falta de respuesta a nuestro pedido de inclusión se deba a que el presidente Biden esté agobiado por la masacre de Texas”. Hasta anoche no había respuesta alguna y Biden cargaba con nuevas angustias, un agobio renovado tras la nueva masacre del jueves 2, en Milwaukee, cuando cientos de balas disparadas durante un funeral regaron de sangre las veredas del cementerio local.