Me sumo a la ola de indignación por la derrota del macrismo en la Villa 31.

Hay que ser realmente desagradecidos para no votar al gobierno que les hizo el favor de invertir miles de millones de pesos en obras. Muy fea la actitud de los ciudadanos que creen que tienen derechos y que no saben que a cambio de ese magnánimo gesto deben compensar con su voto al jefe de Gobierno. Igual de ingratos que la mucama, el chofer, el jardinero, el mayordomo, la cocinera o vaya a saber qué otro empleado que nomás está esperando a que los patrones saquen sus dólares del banco para robárselos. Lo bueno es que mucha Gente Bien prefiere tener sus dólares en una offshore, como debe ser.

Continuamos con las secuelas de las PASO y pareciera que en el oficialismo no se tomaron muy bien la derrota. Un ex funcionario, Luis María Blaquier, fue fiscal de Juntos por el Cambio, pero con madurez incomparable rompió el telegrama de resultados cuando se dio cuenta de que el presidente había perdido. Terminó detenido. Un productor agropecuario, apelando a la superioridad moral y ética que ha caracterizado a este gobierno, ofreció a sus empleados un bono de cinco mil pesos si Macri logra el milagro de pasar a la segunda vuelta. ¿Compra de votos? No, para nada, ni lo mande Dios. Es sólo un incentivo. Diputados oficialistas, en tanto, se dedicaron a denunciar un fraude de la oposición en unas elecciones que controla el gobierno. La principal aliada de Macri hasta culpó a los narcos de la derrota. Hay que reconocer su talento para superar siempre sus niveles de fabulación.

Voceros oficialistas (sí, están en riesgo de extinción, pero todavía existen) hacen su parte y siguen insistiendo en que los males del país post PASO son culpa de Alberto Fernández. La teoría es muy graciosa: resulta que después del 11 de agosto hubo devaluación, inflación, más pobreza, más fuga de capitales y se desplomó la economía. Todo-todo-todo es culpa del candidato peronista porque Los Mercados le tienen miedo, no como el año pasado, que Los Mercados querían tanto a Macri que, sin elecciones de por medio, hubo devaluación, inflación, más pobreza, más fuga de capitales y se desplomó la economía.

El único que parece que sí se tomó bien el fracaso en las urnas fue el presidente. Es muy listo. Se creó un mundo paralelo en el que las elecciones, simplemente, no existieron. Es una gran estrategia a imitar. Por las noches debe dormir bien contento viendo videos del apoyo que una multitud le brindó en la Plaza de Mayo hace tanto, como dos semanas. Cuánta nostalgia. Nada de andar viendo a Mirtha Legrand llamándolo fracasado y al titular de la UIA lamentando la gran desilusión que fue su gobierno. Capaz el presidente aprendió esa sana capacidad de negación en los Talleres de Entusiasmo que daba uno de sus principales asesores. Ojalá ahora que parece que se va a quedar sin trabajo los vuelva a promocionar. Hacen mucha falta.

La que no pierde el tiempo ni el entusiasmo es la vicepresidenta. En lo oscurito, aprovechando que carecía de todo protagonismo y que ya se va porque no la postularon a ningún cargo, hizo catarata de nombramientos en el Senado. Sí, es lo mismito que criticó del gobierno anterior, pero bueno, vienen haciendo tantas cosas que decían que no iban a hacer porque las había hecho el kirchnerismo, que una más, que más da.

Después del cepo al dólar, ahora ya nada más les falta la cadena nacional.

O ponerse a bailar en Olivos al ritmo de #SiVosQuerés.

Seguimos. «