Petr Vaclav habla de roms, no de gitanos. “Es la forma políticamente correcta de hablar de ellos”, explica el director checo residente en París, que estuvo en Buenos Aires haciendo notas para hablar de su última producción, la bella Zaneta. “No soy gitano -aclara-, aunque en cierta manera, sí: ya hice tres películas con los roms, y cuando hacés películas con ellos tenés que compartir bastante sus vidas, así que me adoptaron un poquito,”

Vaclav explica brevemente la historia de los gitanos en su natal República Checa. Cuenta que sobre las ruinas del Imperio Austrohúngaro se levantó Checoslovaquia, un estado nación que unía a checos y eslovacos; que en los inicios de la Segunda Guerra, Eslovaquia se separó y se hizo estado asociado del Tercer Reich; que durante la guerra los roms fueron perseguidos y asesinados, pero más que por un tiro o la cámara de gas, los gitanos murieron por las condiciones de los campos de concentración, que estaban manejados por los mismos checos; que luego de la guerra todos los alemanes y descendientes con tradición desde la Edad Media en la región de los Sudetes, fueron expulsados o presionados para que se fueran a Alemania; que el nuevo régimen comunista de después de la Guerra repobló el área con roms, y que instaló allí industrias pesadas, de las que los gitanos fueron los principales trabajadores; que el gobierno pro soviético intentó asimilar y “civilizar” a los roms con, entre otras técnicas, eliminar su lengua; que esa “reorganización brutal no funcionó” pese a que los “roms perdieron su cultura y muchos olvidaron su lenguaje materno”, que los niños roms, “como no hablaban el idioma, eran mandados a las escuelas de chicos discapacitados, con retraso, o si no a institutos correccionales”; que en 1993 él filmó Marian, “una película que recorre la vida de un niño que crece en una de esas casas correccionales y que representa el destino de muchos niños roms”; que “era una película que retrataba el destino de las poblaciones roms durante el comunismo” en un momento en el que los checos se estaban liberando “del régimen soviético y empezando a ser un país democrático y libre”; que él era “joven y salía de la escuela de cine” y esperaba que “la condición de los roms mejorara con el tiempo”; que 18 años después hace “Zaneta para contar la historia de los roms bajo el neoliberalismo, porque los checos viven mejor, mucho mejor que antes, en Praga casi no se ven los signos del comunismo ni de la pobreza, pero los roms son socialmente pobres”, tan pobres que él dice que sus condiciones de vida son “una especie de tercer mundización de la Europa Central”.

Zaneta quiere vivir una vida normal en una zona en la que “la industria pesada terminó, la sociedad de pleno empleo también y que no llegó una transformación: los roms, que son los más débiles a nivel de educación, a partir del año 2000 se encontraron sin empleo, y a causa de eso, al poco tiempo sin vivienda, ya que quedaron a merced del poder de los bancos porque la institución de vivienda social había desaparecido en la República Checa, y toda esa situación los llevó a vivir en especie de guetos”. En uno de esos conglomerados de edificios, en los que antes de la Guerra vivían muchos judíos y está a 120 kilómetros de Auschwitz, se rodó Zaneta. El elenco, compuesto por no actores, le llevó un casting de siete meses: “es que los roms son muy púdicos”, explica. “Sólo hay un actor profesional”, dice Vaclav: se trata de uno que hace de mafioso. “Necesitaba un buen malo”, ríe.

-El final de la película es abierto. Un muy lindo plano sobre Zaneta mirando no se sabe bien dónde.

-Hubo muchas críticas sobre ese final. En especial de los niños roms. Me decían por qué no había terminado bien la película. Muchos de los espectadores esperaban algo más parecido a un cuento de hadas. Pero no podía terminar la película decididamente con esperanza en una Europa que está tendiendo al fascismo, donde se siente una voluntad de eliminar a las minorías. Y al mismo tiempo a nivel personal quise dejar a la protagonista, que es bastante joven, frente a un campo de posibilidades.

-¿Hablar de los gitanos de alguna manera le sirvió para criticar a la sociedad checa?

-Es ambiguo. Algunos checos tomaron mal la película, se sintieron atacados, y por otro lado tuvimos muchos premios a nivel nacional. Nos dimos cuenta de que el país estaba dividido entre la academia cinematográfica, que nos apoyaba, y una parte que no quería ir al cine a verla. Yo sobre todo quise hacer una película para los roms, porque toda nación y toda población necesita verse a través del relato. Y ahora los roms, además de verse en la televisión como criminales y ladrones, también pueden verse en el cine y se pueden reconocer en sus matices. Es una película que tiene un lenguaje cinematográfico difícil, el mensaje no es tan simple, y sin embargo muchos roms me dijeron que les gustó mucho, y que necesitaban esto. Claro que si los roms pudieran hacer ellos mismos sus películas, sería mucho mejor, Pero creo que será difícil que eso ocurra pronto. Tienen el problema de Zaneta: su determinismo es muy pesado porque no se puede apoyar en su familia para salir de esa situación, porque está muy mal, y tampoco puede recurrir a la solidaridad social porque la mayoría de la sociedad no los quiere.