Todo empezó hace un año para Nicole Becker. Y tiene apenas 18. Ni siquiera había empezado la facultad (se inscribió en Psicología pero se cambió a Derecho) cuando vio un video de jóvenes manifestándose en Europa. Pensó que algo estaba mal, y se preguntó por qué en la Argentina esto no pasaba, por qué ni siquiera se hablaba de ello. Con algunos amigos crearon una cuenta de Instagram. Había nacido Jovenes por el Clima. El 15 de marzo organizaron la primera movilización nacional, a la que se unieron cinco mil personas. En ese momento los teléfonos empezaron a sonar, la política nacional se interesó en su grupo. La segunda movilización fue masiva. Pedían que el Estado declare la emergencia climática y ecológica. Lo lograron. Y después llegó algo más importante aún: hace dos semanas se aprobó la primera Ley de Cambio Climático.

Nicole transmite mucho al hablar, se entrega, tiene muy claro el lugar de enunciación que ocupa y lo usa con soltura. Amnistía Internacional le dio a ella y sus compañeros el premio Embajadores de Conciencia, el mismo que le dieron a Nelson Mandela. Nicole lo tiene colgado en la pared de su casa.  Habló con Tiempo en Madrid, mientras se celebra la Cumbre del Clima y, en las calles, miles se preparan para exigir a sus gobernantes, este viernes, que hagan algo, ahora, porque ya no queda tiempo.

–¿Por que se los escucha más a los jóvenes hoy?

–La crisis climática nos plantea una nueva forma de relacionarnos y un nuevo paradigma del rol que tiene la juventud en la política. Nos toca de primera mano, porque el clima es uno de los ámbitos en los que más perjudicados nos vamos a ver, y es necesario que estemos en la toma de decisiones. Hace 30 años la ciencia nos viene diciendo que tenemos que hacernos cargo del planeta. Si los que toman las decisiones no lo hacen, yo no voy a quedarme sentada esperando. Tengo 18 años, y aunque no sea diputada, el Congreso es mi segunda casa. Es un lugar que me pertenece y tengo que ser escuchada.

–Algunos medios te llamaron la Greta Thunberg argentina. ¿Por qué creés que tienden a personalizar una lucha que es colectiva?

–Es normal que se generen referencias y está bien. Hay un montón de jóvenes por el mundo, además de Greta, que estamos luchando contra la crisis climática. No sé si soy Greta. Soy Niki. Tengo otros reclamos, vivo en un contexto totalmente distinto. Sí me siento identificada con Greta porque somos dos mujeres que estamos al frente de una lucha, a la que le dedicamos toda nuestra vida.

–Jóvenes por el Clima se define como un colectivo latinoamericano y popular. ¿Cómo se referencian en esos conceptos y esas identidades?

–Como el movimiento nació en Europa, se volvió muy eurocentrista, y las demandas eran otras. En la Argentina, lo más preocupante son los altos niveles de pobreza. En un contexto así, mucha gente no podrá enfrentar la crisis climática. En la Argentina no se trata sólo de parar las emisiones de gases. También debe cambiar el modelo de desarrollo. Y para eso debe cambiar la lógica del extractivismo de los países desarrollados que vienen a nuestros países, explotan nuestros recursos, y encima nos generan una deuda que absolutamente nadie podrá pagar.

–¿Por qué son apartidarios?

–Esta lucha es totalmente política. Los cambios tienen que venir desde el sistema. No creo que la solución sea pegarnos a un partido político, además porque ésta es una deuda histórica de absolutamente todos los gobiernos hasta ahora. Ambos proyectos políticos tienen a Vaca Muerta y el fracking como elementos muy importantes. Esto no se resuelve en cuatro años, tiene que ser una política de Estado. Con la Ley de Cambio Climático lo vimos reflejado. Había un problema entre los dos partidos y gracias a la mediación generamos un consenso y cerramos esa grieta.

–Se suele criticar la propuesta de los jóvenes por no reconocer a organizaciones que llevan muchos años trabajando en temas ambientales y en el territorio. ¿Cuál es la relación de Jóvenes por el Clima con esos colectivos?

–Para mí es fundamental reconocerlos y entender cuál es el rol que juega cada uno ahora. Si nosotros estamos dando esta lucha es porque hay gente que ya estuvo haciendo cosas. Yo tengo un montón de referentes ambientales que llevan más de veinte años en esto, y su trabajo es muy valorado, tenemos mucho que aprender de ellos.

–Jóvenes por el Clima nació hace un año. ¿Cómo vivís este proceso a nivel personal?

–Todo lo que hacía, cambió. El tiempo que tengo, todos los días, se lo dedico a Jóvenes por el Clima: entrevistas, charlas. Y si yo pude hacer todo lo que hice este año, sin parar, fue gracias a que tengo amigos y amigas, mi familia, la gente que fui conociendo, todos me apoyaron muchísimo. Esta lucha no la podés hacer sola si no tenés la ayuda de los que te rodean.

–¿Qué tienen que aprender los adultos de los jóvenes?

–No sé si la edad es la que nos define. No depende de nuestra edad lo que tenemos para decir. Es importante que la juventud tome los lugares que le pertenecen también. Pasa lo mismo con el feminismo. Me llama la atención cuando me dicen: sos joven, por eso sos idealista. ¿Desde cuándo es que empezás a vivir por inercia? ¿En qué momento nos damos por vencidos y decimos: ésta es la vida que nos tocó?

–Están en la COP25, ¿vas a ir a la Cumbre Social?

–Sí, claro. Es importante que estemos en todos los espacios. Si la juventud no está en este espacio, algo anda mal. Sí es cierto que es demasiado burocrático para el tiempo que tenemos. ¿De acá va a salir el cambio real?

–¿Cuál tiene más incidencia?

–Ambas. La COP25 generan exigencias para la política nacional. Y la Cumbre Social también genera demandas a la hora de votar. Me parece que se complementan. Mi presencia, creo, es más importante acá, porque somos muy pocos los latinoamericanos que pudimos votar. Por suerte yo fui becada, sino no habría podido venir. Y eso nos genera una responsabilidad. Nuestro rol es presionar a los que van a tomar las decisiones.

–¿Con qué tiene que irse la Argentina de esta Cumbre?

–Se tiene que ir con un plan nacional más ambicioso de reducción de emisiones y de adaptación. Claro, cambia el gobierno. Pero el mensaje que tiene que llevarse es: necesitamos acciones concretas y las necesitamos ya.

–¿Que debe cambiar en el país en términos climáticos?

–El 56% de las emisiones se generan por la energía, que en nuestro país es principalmente fósil. Aún seguimos con la idea de cumplir el sueño del petróleo de mi abuelo, como hace 60 años. Ahora, si querés ser pionero, tenés que invertir en otro tipo de energías. Tenemos que cambiar nuestro sentido común. Pero ya el nombre te lo dice todo: Vaca Muerta. Nada bueno puede salir de ahí. También debemos pensar los derechos humanos, porque la crisis climática agrava aún más las crisis que ya sufre el país.

–Todo este proceso, ¿cómo lo viviste siendo mujer? ¿Qué puertas te abrió o te cerró?

–Lo que aprendí en la práctica es que lo personal es político, definitivamente. Hay, claro, una cuestión de género. Por ejemplo, no me parece casualidad que cuando voy a un lugar con un compañero, todas las miradas están puestas en él y luego estoy yo. Y no me parece que sea personal. Creo que el género tiene algo muy marcado ahí. Me ha pasado, por ejemplo, que personas de 40 años me ofrezcan a llevarme en auto a mi casa después de una reunión, o me inviten a tomar un vino a las dos de la mañana, por suerte nunca pasó de ahí, pero me hicieron sentir muy incómoda. Y también creo que me tienen como la buena sólo por ser mujer. En fin, creo que es más difícil construir un liderazgo femenino, aunque parezca que no. Yo pensaba que estábamos ya re lejos de eso, pero no. Ahora entiendo por qué son menos las mujeres que quedan en la Historia.