Las embajadas de EE UU publicaron la semana pasada una declaración sentencia y condena al gobierno de Nicolás Maduro por “corrupción y caos”, informando de algunos casos en los que podría haber participación de algún alto funcionario, sin aportar pruebas sobre el conjunto. Y del caos, es más simple: no tiene causas y causantes, excepto uno: Maduro, que al mismo tiempo lidera a la sociedad que es víctima de ese caos.

Rara, muy extraña, la lógica y la ética de esta declaración contra un gobierno insubordinado a su política exterior.

Si alguna vez un sistema internacional no controlado por algún imperio, basado en lo que Inmanuel Kant soñó (“ético, justo y equilibrado en poderes”), le hiciera un juicio a los gobiernos de EE UU entre 1798 y 2019, por crímenes a la humanidad, genocidio, asesinatos selectivos, destrucción de Estados democráticos, violación a soberanías y masacre, los 46 presidentes de esos 221 años serían condenados, sus cadáveres desenterrados, llevados tribunales y vueltos a enterrar, como responsables. Igual resultarían juicios a Gran Bretaña, España o Turquía por las matanzas en sus dominios coloniales.

EE UU patrocinó en 319 de los 322 golpes de Estado de Latinoamérica en el siglo XX, con una montaña de muertes, “caos y corrupción” en los 21 países que los sufrieron. Desde la intervención militar en el Caribe contra Francia en 1798 y la invasión a Malvinas en 1831, Estados Unidos ejecutó 45 intervenciones militares contra pueblos y naciones en todo el mundo, según Wikipedia. ¿Cuántos muertos, caos y corruptelas dejaron? Habría que sumar toda esa locura. (Enfoques/La Nación, Buenos Aires, 1998)

La agencia periodística News Front contabilizó más de 2 millones de asesinatos a manos de gobiernos de EE UU desde 1992: “Nuestra estimación es que alrededor de 2,4 millones de personas probablemente asesinado en Irak como resultado del histórico acto de agresión cometido por los EE  UU y el Reino Unido en 2003.”

Voltaire.net, una agencia especializada en geopolítica, resume un estudio que documenta la muerte de entre 10 y 15 millones de personas, «muertes provocadas sólo por las guerras de Corea y Vietnam, las dos guerras contra Irak, las guerras y golpes de Estados Unidos en más de 30 países de Asia, África, Europa y Latinoamérica. Solo en Vietnam, Cambodia y Laos, se estima que causó la muerte a 7,8 millones de civiles».

Por último, pero no el final: en Hiroshima y Hagasaki, el presidente Harry Truman cargó con el asesinato de 246 mil civiles en pocas horas, desarmados y derrotados (Wikipedia), en un país que ya se había rendido. Dos días después, junto al primer ministro Churchill, ordenó la incineración masiva de más de 600 refugiados y heridos de guerra, arrojando sobre la ciudad alemana de Dresden (también derrotada y rendida) unas 700 mil bombas de fósforo sobre medio millón de personas, según el relato del periodista investigador John Stanton en la revista norteamericana CounterPunch (NY, 7/7/2003).

Aunque tuviera razón parcial el informe-denuncia reciente del Departamento de Estado publicado por sus embajadas-, ¿quién juzga a los gobiernos de EE UU por tamaña locura global desde hace 221 años?  «