Vilna es la capital de Lituania, un país báltico que parece salido de alguna aventura de Tintín. Desde allí, la Organización del Tratado del Atlántico Norte emitió un comunicado el 11 de julio que cambia objetivos y medios de la Alianza.

En efecto, hay diferencias con el Tratado de Washington que da origen a la OTAN, puesto que en 1949 reconocían la primacía de la Carta de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad. En el texto de Vilna, la invocación al artículo 5 del Tratado de Washington –si un miembro es atacado es un ataque a todos los miembros-, prima sobre la carta de las Naciones Unidas, para manifestar luego la plena adhesión “al orden internacional basado en reglas”. En los hechos es una contradicción a la letra y al espíritu mismo del tratado, ya que la Carta y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas quedan relegados y sumergidos en la interpretación de ese “orden internacional basado en reglas”, que no es otra cosa que “el hecho del príncipe”: la arbitrariedad basada en la fuerza.

Más aún, el artículo 6 especifica el estricto ámbito euro-atlántico de acción, lejos de teatros de operaciones pasados o actuales como Irak, Mauritania, Túnez, Afganistán o Irán, para no recordar Libia o Siria. La invitación a Ucrania, un país en guerra, no opaca la presencia de Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur. Queda completo el panorama mundial de una alianza nada defensiva, en el marco de una guerra cada vez menos europea y cada vez más mundial.

Según el documento, el primer enemigo es Rusia. Allí leemos que “Rusia es la amenaza más importante y más directa”; “Rusia es la única responsable de la agresión, la única culpable de la guerra, de la que deberá rendir cuentas”; “Rusia obstaculiza la libre navegación de los mares”; “no habrá paz duradera sin una retirada total y unilateral de Rusia”; “si empleara armas químicas, biológicas, radiológicas o nucleares soportará las consecuencias”. Además, “Rusia desarrolla una acción híbrida que influye sobre las democracias y sus economías”; “Rusia apoya y difunde el terrorismo en Oriente medio, ataca las poblaciones y destruye monumentos”. Rusia no sólo es enemiga de la OTAN, sino del mundo: “exhortamos a todos los países a abstenerse de ayudar a  Rusia de cualquier manera que sea y condenamos a todos los que facilitan esta guerra”. ¿Una amenaza al resto del mundo?

El segundo enemigo es China. Veamos algunos de los conceptos: «la República Popular China muestra ambiciones y lleva a cabo políticas coercitivas que son contrarias a nuestros intereses, a nuestra seguridad y nuestros valores”; China “quiere aumentar su presencia en el mundo y proyectar su poder”; “sus operaciones hibridas o maliciosas, su retórica hostil y sus actividades de desinformación tienen como objetivo a los aliados y atentan contra la seguridad de la alianza”. China “busca obtener el control sobre sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras de importancia crítica y materiales y cadenas de abastecimiento estratégicas”; “usa la economía para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia”; China “busca destruir el orden internacional basado en reglas, en particular en lo que concierne los ámbitos espacial, ciber y marítimo”.

Frente a tales enemigos, la OTAN señala que es preciso fortalecer las industrias de armamento, la investigación bélica, proteger los sitios sensibles, estar atentos a las tecnologías de ruptura, dominar el espacio, proteger la libertad de navegación, asegurar las cadenas de abastecimiento, no depender de insumos claves en manos de países hostiles, luchar contra la desinformación (lo que equivale a censurar medios alternativos)… busca movilizar todos los recursos tecnológicos, económicos y sociales. Toda agresión nuclear, biológica y ciber será repelida. En esa perspectiva, un supuesto ataque informático a un país miembro puede ser considerado como causal de aplicación del artículo 5, si la magnitud lo amerita. Todo esto, por supuesto, con perspectiva de género, respeto de las diversidades y promesa de bajar las emisiones de dióxido de carbono de las bases de la OTAN.

Más allá de la contradicción entre el Tratado original y la realidad actual, o las acusaciones de crímenes cometidos por la OTAN achacados a terceros, el tono del comunicado no admite reflexiones. Es un poco más de tierra echada sobre las Naciones Unidas y su sistema. La política queda definida como un instrumento más al servicio de los objetivos militares de la alianza. Advertimos esa limitación óptica al exigir de Rusia una capitulación militar, a China una sumisión política y poner al resto del mundo en dependencia económica. Significa el conflicto global permanente, legitimado por una visión parcial de las cosas percibida e impuesta como un absoluto: “La OTAN es la alianza más sólida de todos los tiempos”, concluyen. Esto es demasiado parecido a un estado de guerra permanente y global.