Quién sabe desde dónde estará mirando ahora. Cada época de elecciones reaparece en el lugar de la memoria donde perduran quienes moldearon el pensamiento en cuestiones que no tienen retorno. «No te traiciones. Nunca traiciones a quienes te miran». Solía insistir el Alemán, casi en la intimidad, siempre con energía infinita, siempre a media voz. Se rascaba la barba blanca cortita y sonreía. Abría el atado de Parisiennes por abajo, costumbre de sus años guardado y miraba con una profundidad que no tiene parecido. Siempre de saco negro, hasta en las pintadas callejeras. Un cuadrazo, muy ocasionalmente abría su pasado. Tierno y obstinado, charlaba con el Viejo Alende como con quienes andábamos en estrenos militantes, allá por los estribos de la dictadura. Un faso, un vino y saber dónde estaba La Negra, su pareja, para pulsear la palabra hasta que se acabara el vino en ese local de la calle Pichincha, nuestro lugar de entonces en la política.

Reaparece el Alemán, como Fito, la Negra, Ale, el Chavo, Andreano, Andrea, Mónica, Torales, Ariel, María Amelia, Víctor, el Tano, Diana, Mingo, Mabel y tantos otros. Reaparecen cuando restan horas para poder celebrar los 40 años del 30 de octubre de 1983, la primera vez que tantos pudimos votar en una elección nacional tras la dictadura. Nuestro orgullo: votar la Lista 6, la del Bisonte y el Gringo Viale. Nadie dudaba. El miércoles 26, Raúl Alfonsín metió más de un millón de personas, no sólo radicales, en un acto en el Obelisco, exponiendo que «con la democracia se come, se educa y se cura». En el acto del Partido Intransigente, el nuestro, más humilde, al día siguiente en Plaza Once, la patota del doctor vibró por «la socialización de la riqueza, la cultura y el poder». Horas después, el PJ también desbordaba la 9 de Julio: mientras Italo Luder recordaba al General, Herminio Iglesias quemaba un ataúd con el escudo radical.

Los símbolos se confunden en el tiempo. Épocas fundacionales de la defensa de los Derechos Humanos postdictadura, ese fuego en un cajón exaltó la paradoja. La Lista 5 para diputados era encabezada por Augusto Conte Mac Donell, padre de desaparecidos. «No te traiciones. Nunca traiciones a quienes te miran», me repitió el Alemán esa noche que terminó en ginebra. Hace 40 años hoy. Mañana habría que fiscalizar la lista del PI.

También, como ahora, hubo alivio aquella vez. Y una energía esperanzadora. La insipiencia de la democracia, los dinosaurios en retirada pero al acecho, el espejo invertido de los días actuales ante el peligro de los vindicadores del espanto, la muerte y las desigualdades, que nos vuelven a correr la vara hacia el borde del abismo. El miedo a las traiciones ata las puntas de los tiempos.

El 10 de diciembre siguiente la vida se celebró más allá de si se había votado a no ese Alfonsín que emocionaba al lucir la banda y el bastón presidencial recorriendo las calles soleadas bajo una lluvia de papelitos y gritos alimentados por la ilusión y la felicidad, íntimas y colectivas, gigantes. Quien escribe este recuerdo lloró en un micro que, a las 10 de la mañana cuando en Buenos Aires trascurría la asunción, transitaba por las sierras puntanas y ante la propuesta de cantar el himno, recibió una fervorosa respuesta afirmativa. El bondi no se detuvo, pero el “oíd mortales” alimentó de democracia las laderas en las que rebotaba…

Cuatro décadas después, al evocar una y otra elección, junto con sus ocasionales motivaciones, al revolver la caja donde se atesoran las viejas boletas, apareció la de Néstor Kirchner (Frente para la Victoria.Lista 135, 27 de abril de 2003, Daniel Scioli como vice). Es inevitable la congoja. Su muerte, hace 13 años cumplidos el último viernes. Quién impide la añoranza. Cómo contrastar el impulso de creer que con el Flaco, en yunta con La Morocha, la Argentina sería tan distinta, tan mejor a la que es.

¿Habría un 55% que vota con «voluntad de cambio», aun cuando ese «cambio» sea lanzarse al precipicio para estrellarse inexorablemente, o tan sólo sea un «cambio» que promete mayor desigualdad, la que se consolidó en los cuatro años macristas?

¿Habríamos tenido que darle la «bienvenida a las fuerzas de la casta» a gentes como Rossatti, Lanata o Baby, aunque sea con la íntima convicción de que las urgencias generan tener a lobos dentro del corral, pero sin olvido ni perdón? ¿Tantos sapos nos habríamos comido y seguiremos comiendo?

Que se parta la tierra si este 10 de diciembre no nos abraza aquella misma alegría desbordante de hace 40 años. Vibremos, disfrutemos, celebremos, lloremos de alegría, compañeros… Así quienes no votaron a aquel Alfonsín, así quienes votan a este Massa, reconvertido en una especie de guía que nos salva del infierno. Aunque el mismísimo 11 de diciembre, con la prudencia del caso, resuenen los reclamos y las urgencias.

Pero, al menos, quien firma estas reflexiones seguirá reafirmando su voto en un racimo desordenado de principios que surgen del alma:

Porque son 30.000.

Por Nunca Más.

Porque la memoria es un valor político. Porque los chicos no se trafican. Porque los padres nos haremos cargos de nuestros hijos.

Porque las mujeres no son objetos, los órganos no se venden, las armas tampoco, y menos libremente. En la vida no todo vale lo mismo. Las Malvinas son argentinas. Nuestra moneda vale, aún con sobresaltos. Los discapacitados merecen respeto. La meritocracia no es igualdad de derechos. No somos viejos meados.

Por la escuela pública, por las universidades para todos. Por la salud pública. Por nuestro CONICET. Por Aerolíneas y las otras empresas del Estado que no son una mercancía sino un derecho. Por un Estado regulador.

Por Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y los otros pibes muertos. Por la militancia en política, gremial y social. Porque las Madres y las Abuelas no son un curro. Porque somos lo que decimos y lo que defendemos. Porque sigo creyendo en la palabra. Porque soy periodista y aún respeto a mi vocación.

Porque mantenemos la convicción de la socializacion de la riqueza, la cultura y el poder. Para no tirar por la ventana 40 años de democracia.

Porque no fue magia. Porque la patria es el otro. Porque no queremos un país fascista para nuestros hijos y nuestros nietos.

Porque queremos ir al balotaje y ganarle. «