En el arranque de un año no electoral, las bocas de urna que definen la imagen del gobierno se alimentan del mal humor acumulado en las colas de pago de los servicios públicos y cada vez que un pasajero abona su viaje con el nuevo aumento, que fue comunicado por la mayoría de los medios con un placebo emocional. 

Para el gobierno, en ese tejido sensible que late en todos los rincones del Conurbano Bonaerense, se dirime una de las peleas más difíciles para 2018: cómo afrontar un año que no tendrá repuntes económicos y con una imagen presidencial que ya perdió, durante las accidentadas sesiones extraordinarias de diciembre, buena parte del repunte que tuvo en las elecciones del año pasado. 

Enero no cambió el derrotero económico de fin de año, pero incluyó una novedad inesperada para el presidente Mauricio Macri. El escándalo que protagonizó el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, puso al Ejecutivo al frente de un espejo incómodo: sus niveles de nepotismo mostraron una combinación del reparto de cargos y una presunta necesidad de las escuálidas tropas de Cambiemos por contar con vínculos de confianza dentro del gobierno en áreas estratégicas. El guadañazo para 40 familiares que deberán tributar sus cargos no refleja la verdadera cantidad de parientes, amigos y socios que detentan puestos con salarios superiores a los 80 y 120 mil pesos dentro de las tres cabezas administrativas más grandes que baraja el oficialismo: la Nación, la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. Muchos de esos lazos pasarán inadvertidos gracias a la letra chica de los decretos, que se aplicarán progresivamente en todo el país, para que sólo caigan los casos más notorios. Un ejemplo urgente de la necesidad oficial de controlar los daños es Jujuy. La administración del radical Gerardo Morales cuenta con parte su clan familiar adentro. En la Casa Rosada se contentan con que el escándalo llegue al nepotismo de Morales y ruegan que las sospechas no lleguen a las puertas de su vicegobernador Carlos Haquin, durante los años que estuvo en la Defensoría del Pueblo de la Nación. 

En medio de la ausencia de mejoras económicas, la furia verbal de Triaca en el despido de su empleada, a la que tenía en negro, cayó en un pésimo momento para el oficialismo. La estrategia de verano estaba más concentrada en mostrar una activa agenda internacional y una temporada veraniega en repunte. Lejos de eso, el affair Triaca forzó a Macri a tributar a los familiares de sus funcionarios dentro de un plan de recorte de cargos políticos que no incluía esa medida. 

Sin embargo, el mayor daño que el Ejecutivo trata de dimensionar tiene que ver con una crisis de expectativas. A dos años de gobierno, Cambiemos no logró cambiar ninguna de las condiciones básicas que había prometido modificar. El caso Triaca demuestra que también tienen las mismas prácticas que criticaron como oposición. Ese chispazo sobre la credibilidad que el gobierno se empecina en construir encendió luces de alarma para el Ejecutivo, que dimensionó una parte del daño en París. 

Las primeras reacciones para morigerar esos costos políticos pasaron por la veda de familiares. «