El intento de copamiento de Montoneros del Regimiento de Infantería de Monte, Formosa, en 1975, fue utilizado para justificar los inicios del terrorismo de Estado a gran escala en todo el país. El martes 5 de octubre se cumplió un nuevo aniversario de aquel hecho, que suele ser utilizado por negacionistas para justificar la represión y la teoría de los dos demonios.

A 46 años de los hechos, el ex militar Omar  Barbieri asegura que el Ejército facilitó el ataque para justificar la represión ilegal y meses después el golpe. Si bien ya había comenzado el Operativo Independencia en Tucumán y el Operativo Serpiente Roja del Paraná en Villa Constitución, un día después del ataque en Formosa, Ítalo Luder, en ejercicio de la presidencia, dictó los decretos que ordenaron “aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país”.

Omar Barbieri estaba ese día en el Regimiento. Había llegado como subteniente recién recibido del Colegio Militar de la Nación junto a Ricardo Massaferro, su amigo, con quién compartía militancia y familia peronista. Massaferro murió durante el ataque y ante un nuevo aniversario, Barbieri decidió revisar sus recuerdos y contar lo que vivió.

Barbieri es un exmilitar, se dio de baja con el grado de capitán del Ejército luego de haber sido secuestrado y torturado cuando intentó robar documentos secretos sobre el centro clandestino de detención Vesubio. Hace pocos meses lo relató públicamente y luego en la justicia.

“Nunca fui a ningún acto. Me resulta grotesco, habiendo estado presente en ese lamentable enfrentamiento entre argentinos, escuchar a las autoridades del Ejército decir que se actuó en defensa de la democracia, algo horrible, una antihistoria total, porque el Ejército sabía y hasta actuó en favor de ese enfrentamiento. En ese momento, ya estaba en marcha el golpe. Nosotros fuimos una excusa”, señala en diálogo con Tiempo Argentino.

Al momento del ataque, Barbieri estaba de franco en el Casino de Oficiales del Regimiento. “Cuando comienza todo, veo el tiroteo y pienso en mi amigo Massaferro, que estaba de jefe de retén. Corrí 200 metros hacia la compañía donde estaba Ricardo. En ese momento ya prácticamente comienzan a salir las tres camionetas de Montoneros, es decir que ya están en repliegue. Yo estaba con unas sandalias hawaianas, en short de baño y una camiseta. Así salí y con la pistola reglamentaria en la mano”, rememora.

Cuando llegó al lugar, se dejó caer detrás de un árbol.  “Ahí veo una persona fallecida a dos metros y al teniente coronel Luis Plechot, el segundo jefe del Regimiento, que viene mirando él solo cada uno de los cuerpos abatidos. Cuando llega al último, que estaba cerca mío,le revisa la espalda, le saca la camisa, tenía ese uniforme azul,y un lunar grandote”, detalla. Plechot ordenó que lo aparten del resto de las personas fallecidas y le dijo a Barbieri: “Este muchacho es personal de inteligencia del Ejército. Estaba infiltrado, lo pude identifica por el lunar. Son tres, pero los otros dos lograron escapar”.

Las preguntas llegaron todas juntas ala cabeza del entonces subteniente. ¿Cómo este tipo sabía lo del lunar, quién le avisó, cómo no sabían del ataque si tenían gente infiltrada? A lo largo de los años, Barbieri repasó muchas veces lo que ocurrió y fue juntando pruebas e indicios. Hoy tiene más que claro que el Ejército sabía del ataque mucho antes de que ocurriera.

En septiembre, casi un mes antes, el jefe del Regimiento, el coronel Dardo Oliva, dio una clase sobre la seguridad del cuartel y mencionó que la única vía de acceso y escape era por avión, con apoyo terrestre y que el ingreso de los atacantes tenía que ser por el fondo del cuartel. Tal como ocurrió. Dos días antes del ataque, Oliva se llevó a su familia a Corrientes a un supuesto torneo de polo, aunque sus caballos quedaron en el cuartel.

Plechot, por su parte, quien revisaba cuerpo por cuerpo para reconocer a los infiltrados del Ejército, unos días antes se llevó a su casa un casco, un fusil FAL, dos portacargadores de cuero y cinco cargadores con munición de guerra. Años después, el propio segundo jefe del Regimiento, hoy fallecido, le confirmó a Barbieri que sabía del ataque. “Si hubiera avisado no estaría hablando con usted ahora, me habrían matado por traidor…”, reconoció.

Al día siguiente del ataque, las pistas siguieron acumulándose durante la ceremonia fúnebre a Massaferro en el cementerio de Chacarita. “Bajamos el féretro y lo llevamos hasta la explanada, donde el genocida Videla y varios generales lo tomaron para llevarlo a su última morada. En ese momento, la futura suegra de Massaferro, la señora Eva Queirolo, le gritó ‘¡asesino!’, y todo el resto empezó a gritar ¡asesinos, asesinos! Meses después ella me dijo que sí, que le había dicho asesino a Videla. Su esposo era militar retirado y sus compañeros en ese momento, que eran coroneles, le dijeron que sabían del ataque y que le podrían haber advertido si hubieran sabido que su yerno estaba ahí”, añade.

“No tengo ninguna duda que la cúpula del Ejército encabezada por el genocida Videla manejó toda la operación con los agentes de inteligencia infiltrados. Como me dijo el coronel Horacio Ballester ( uno de los fundadores del Centro de Militares para la Democracia – CEMIDA), el golpe ya estaba preparado, estaba listo, faltaba el empujoncito del 5 de octubre”.

¿Por qué contar esto ahora, tantos años después? Dice Barbieri: “El horror de ver cómo todo está distorsionado. Yo creía que a esta altura íbamos a llegar más cerca de la verdad. Yo me considero, no un cagón, pero tengo miedo, siempre lo tuve, me fui con una mano adelante y otra atrás del Ejército. Pero llega un momento a los 67 años que decís ¿qué puedo perder? ¿qué me pueden hacer?”.