El periodismo argentino está en la etapa más penosa de su historia. Los que sucede es verdaderamente inadmisible. Los medios dominantes, Clarín y La Nación, y otros que los siguen con sesgo muy parecido han hecho del periodismo la cosa más bastarda que tenemos en estos momentos en la sociedad. Se podría decir que no hay nada peor que el periodismo, si tenemos en cuenta, por caso, que la propia Justicia, que estos jueces que la representan y dan vergüenza, están también, en general, bajo la égida de ese periodismo. Bajo su dominio, hostigados, perseguidos, si ellos no hacen lo que se les dice, inmediatamente serán estigmatizados, maltratados del peor modo. Es un poder que los chantajea y que les ordena el rumbo a seguir. Los jueces muchas veces me parecen unos impresentables, me dan vergüenza, pero a la vez me dan ganas de ponerme en su lugar e intentar sentir cómo debe ser cuando los Magnetto o los Saguier te mandan a toda la tropa para la carnicería brutal que son capaces de establecer contra cualquier persona. Y lo mismo ocurre con los estamentos políticos. Con un par de tapas logran que la mayoría se convierta en sus títeres.  

El poder periodístico, el poder mediático, es la más poderosa de las corporaciones dominantes, es la que lleva la voz cantante. Es decir, Techint integra una corporación, por ejemplo. Pero Techint no tiene el inmenso poder que tiene Clarín, el que verdaderamente establece cuáles son las reglas del juego. A quiénes hay que salvar, a quiénes hay que perseguir, a quiénes hay que destruir y matar mediáticamente. Es el pelotón de fusilamiento de todas las corporaciones… Nada menos: tiene la fuerza.

La derrota que significó la imposibilidad de la ejecución cabal de la Ley de Medios fue trascendente y hace al estado actual del periodismo argentino. No hubiera solucionado el problema de fondo pero sí acotado el desvío, habría sido un eficiente control. Así como nunca terminás con la pobreza en el capitalismo, por lo menos la podés acotar. Así como no vas a llegar al periodismo absolutamente democrático, podés democrartizarlo en un tramo significativo, y la Ley de Medios lo hubiera provocado. Pero la voltearon de un palazo. Sin piedad. Con furia. Por lo que significa. 

Esa lucha fue lo que desencadenó la parte más vergonzante de esta historia. Todos esos medios de comunicación tuvieron su ideología, sus compromisos y también sus alianzas con la dictadura, sacaron muchas ventajas y fueron estableciendo su poder, pero lo consolidaron a partir de la lucha por la Ley de Medios. Y el país, como consecuencia de esas acciones, cambió periodísticamente de un modo rotundo. No tenían antes el hábito de mentir con total desvergüenza como tienen ahora.

Este fenómeno que se da en muchos lados, aun cuando lo que ocurre en Argentina no tiene parangón. Incluso cuando veamos lo que sucede en Brasil, como un ejemplo, donde O Globo mandó a la cárcel a un candidato, puso entre rejas al político más popular del país. Por eso pienso que el periodismo no tiene salida. El periodismo ya no es Magnetto. Es su forma, estilo y estructura. Cualquiera que venga en su lugar, con ese poder, va a hacer lo mismo. Es el establishment, es lo neoliberal. En lo político tal vez sí haya una posibilidad de ponerle un freno, de intentar un cambio. Pero, por supuesto, se necesitan fuerzas que sean más afines con el pueblo. 

De este modo, un periodismo como el argentino, que era rico en su valor intelectual, en su valor literario, que llegó a generar admiración, a edificarse en muy prestigiosos nombres, de lo mejor que hubo en el mundo, está tan envilecido por falta de ética, por su capacidad para mentir, por su conflicto con un estamento fundamental, esencial del periodismo como es la verdad. Ahora deambula por el bajo fondo.

Dentro de ese marco, que estemos en Tiempo Argentino sabiendo perfectamente lo que hacemos, no teniendo que responder a ninguno de los intereses espurios, vergonzantes, contrbuimos a que haya una lucecita en el camino. Una luz que ya tiene dos años de vigencia. 

Tiempo y una serie de otros medios son burbujas que hacen todo lo posible por mantenerse, a rajatabla. Son la única chance de contar con un periodismo que respete algo tan importante como la libertad de expresión y algo más importante todavía como es el derecho a la información del ciudadano, que en este momento está conculcado. Hay un solo megáfono a través del cual se recibe la información: ese pequeño cúmulo de medios que resisten y que perduran con un enorme esfuerzo.

Por eso, el ciudadano debe hurgar como nunca para informarse. Buscar y participar en la medida de sus posibilidades, repetir y propalar lo que le parece convincente de los medios alternativos, como los nuestros. Y luchar para llegar a otros ciudadanos y establecer puentes, cuantos más puentes puedan establecer. Es una tarea de todos. <