La democracia recuperada en 1983 que este diciembre cumple cuatro décadas ininterrumpida tuvo a la militancia política de las sucesivas juventudes como protagonista de transformaciones y resistencias. A través de los años, las preguntas sobre quiénes son y qué representan los jóvenes en Argentina fluctuaron entre la centralidad en el Estado hasta el más puro ostracismo.

Además, las agendas de sus luchas fluctuaron: de la democracia del voto al castigo de los responsables por crímenes de lesa humanidad, del que se vayan todos en la calle a los resortes del poder real entre palacios. De fondo, las juventudes de ayer y hoy empujan una democracia con derechos que, ante la coyuntura incierta del flamante gobierno libertario-macrista, vuelve a quedar en una cita con la historia.

¿Qué hace que apenas después de séptimo grado alguien se sienta interpelado por algo tan abstracto, antiintuitivo y muchas veces demonizado como la política? “Yo arranqué mi militancia a los 13 años, cuando estaba ingresando a la escuela secundaria”, cuenta Bruno Rodríguez, y parece que fue hace una vida a pesar de sus veintipocos. Formó parte de centros de estudiantes, Amnistía Internacional, La Poderosa en el barrio Fátima de Villa Soldati. Es su trayectoria una de las que condensa las experiencias que la vida política argentina reciente es capaz de narrar.

Bruno Rodríguez
Foto: @CulturaBarrios

“Veo un lazo intergeneracional entre las experiencias militantes de mi generación y aquellas que arrancaron con la primavera democrática de 1983. En este contexto, me veo mucho más interpelado con la experiencia de aquellos militantes jóvenes de los años noventa”, dice Bruno, que hoy es referente de Jóvenes por el Clima en nuestro país, una expresión novedosa de la rebeldía ante la injusticia socioeconómica que se inició con la activista sueca Greta Thunberg.

“La coyuntura encuentra muchos puntos de conexión con lo que tuvo que enfrentar esa generación durante el menemismo, que fue una época de suma despolitización en general, por la posibilidad de tener que salir a pelear contra el remate del patrimonio nacional de cara a los anuncios de este nuevo gobierno. Entonces siento que hay un trazo pedagógico entre esa generación y la mía para poder aprender lo que se hizo bien y se hizo mal en esas resistencias, para con esa lectura desarrollar un nuevo tipo de experiencia que tenga mejores resultados en este momento de Argentina”, refiere.

La rebeldía intrínseca ante la injusticia es el denominador común que une estas generaciones. Ante la dictadura cívico militar que segó la vida de miles de jóvenes en los años setenta, el fogonazo ilusionado de La Coordinadora de la Unión Cívica Radical se formó en espacios de poder durante el gobierno de Raúl Alfonsín para estructurar una forma de hacer política democrática que perdura hasta nuestros días.

Pero no fue la única expresión que alumbró lo joven en la anteúltima década del siglo XX: el peronismo de la renovación tuvo protagonistas que redefinieron el movimiento, el gran arco de la izquierda tomó parte de su forma actual al calor de la defensa de la democracia amenazada por el partido castrense en jornadas como las de Semana Santa de 1987. Eran tiempos de disputa directa contra la violencia institucional mientras en el plano económico el proyecto radical naufragaba, víctima de los verdugos que disciplinaban en las góndolas y los bancos.

De esos desequilibrios nació la gran apuesta por Carlos Saúl Menem al final de la década. La traición que engendraron consignas no correspondidas como el salariazo y la revolución productiva, en un contexto final de la Guerra Fría, supuso para toda una generación el alejamiento de la esperanza en el juego político.

El espejismo inesquivable del peso y el dólar se ve a la distancia como una realidad total de aquella época, pero en la experiencia de muchos y muchas fue el comienzo de una resistencia porque las privatizaciones dejaban a millones afuera del mercado laboral y los indultos a las cúpulas militares demostraban que la justicia casi no existía. HIJOS inventó el escrache, la 501 inventó el viaje que expusiera a la democracia que solo vale para las urnas, el piquete inventó el diciembre de 2001. Hoy Bruno Rodríguez forma parte de lo que define como ambientalismo nacional.

“No existe distinción entre las cuestiones vinculadas a las injusticias sociales, el incremento de las desigualdades y brechas económicas respecto de los efectos que acarrea el cambio climático, ya que viene a profundizar estos problemas. Es fundamental hablar sobre las cuestiones vinculadas a los intereses nacionales y las posibilidades genuinas de desarrollo económico, de impulso de nuestro aparato industrial a partir del aprovechamiento de recursos naturales estratégicos. Ahí me parece que se debe insertar el ambientalismo como un emergente social que dé estas discusiones: qué vamos a hacer con el gas de Vaca Muerta, con el litio, con el sector subexplotado del sector minero”. Ser joven en Argentina es inventarse el futuro que otros niegan.

Foto: @lacampora

Las juventudes y la derecha

Análisis interesados suelen decir que las juventudes se reencontraron con la política durante el kirchnerismo. El protagonismo de La Cámpora como organización a partir del fallecimiento de Néstor Kirchner permite aventurar esa lectura, ya que buena parte de las generaciones nacidas en la democracia recuperada se reflejan, a favor o en contra, con ese proyecto político que talla hasta la actualidad en el eje de la defensa de lo nacional. En ese tren apurado de conclusiones, los últimos años parecen reflejar el giro de las juventudes hacia la ultraderecha, traccionadas por años de empeoramiento económico y desesperanza.

“La insatisfacción de las necesidades materiales de las mayorías populares es siempre el factor determinante de cualquier expresión  reaccionaria. Se trabajó muchísimo durante esta campaña contra Milei en cuestiones más ligadas a intereses posmaterialistas y no tanto en el bolsillo que sufre. Ahí es de donde se sacó rédito y se caló más hondo por parte los libertarios, sobre todo en los jóvenes. Es una propuesta de quiebre rotundo con el statu quo lo que por lo menos parece simbolizar la oferta de Milei”, define Rodríguez. E incluso arriesga: “El desaliento en este contexto no tiene lugar ni justificación”.

Observa que bajo la actual situación a nivel nacional “tenemos una curva ascendente en términos de acumulación política, crecimiento en la estructura militante y demás que es lo que siempre pasa cuando se está en lugares de oposición, sobre todo en momentos tan bisagra. Podemos llegar a crecer exponencialmente de una manera que no nos imaginamos”.