Es jueves. Son las 11 de la mañana y en el ingreso al Estadio Único de La Plata veintisiete personas hacen cola, con distanciamiento y barbijo, para ser vacunadas contra el coronavirus. La mayoría, sino todos, recibieron el turno el día anterior;  algunos por la noche. No hay quejas sino una mezcla de alegría y ansiedad. Es el primer día de la vacunación masiva a docentes y auxiliares que se abrió con la llegada de las dosis de la vacuna Sinopharm en el distrito gobernado por Axel Kicillof. A cada uno que llega los recibe una voluntaria de «Bonaerenses Solidarios», el programa que creó el gobierno para ayudar en comedores y merenderos durante la pandemia. Les toma la temperatura y les pone alcohol en gel.

El Estadio -rebautizado ahora Diego Armando Maradona- funciona como centro de vacunación desde fines de febrero. Es el más grande de la capital provincial. En los últimos días, el Ministerio de Salud bonaerense asignó 144 mil turnos en toda la provincia para inmunizar a menores de 60 años y seguir con médicos, policías, y mayores de 70. Esta nueva etapa le dio otro ritmo al Estadio. El objetivo es vacunar a 40 personas por hora y a razón de 400 por día, incluidos los fines de semana. Hasta ahora ya se aplicaron 685.750 vacunas en la provincia como parte del plan «Vacunate».

El trámite arranca con la inscripción. Los que esperan en la cola pasan de a dos al primer puesto, siempre al aire libre. Allí les toman los datos personales, les piden el DNI y les realizan un pequeño cuestionario. «Son preguntas protocolares, por seguridad, porque nadie con síntomas puede ingresar al edificio», explica Maximiliano, quien recibe en ese primer puesto a los que van a vacunarse, junto a Belén, quien se encarga de llenar los formularios y chequear el turno.

¿Tuvieron fiebre en los últimos 7 días? ¿Tuvieron tos? ¿Dolor de garganta? ¿Pérdida del olfato o del gusto? ¿En los últimos 14 días tuvieron un contacto estrecho con alguien que haya tenido coronavirus? «No, no tengo, pero a lo largo del año pasado tuve todos los síntomas de COVID todo el tiempo», bromea Mariela, profesora en un tradicional secundario platense. Tenía turno para el mediodía pero llegó una hora antes por las dudas.

Con el formulario en mano arranca el camino para entrar al Estadio. Hay dos postas en el trayecto y más voluntarios con chaleco blanco que guían hasta llegar al puesto de prevacunación. Allí, nuevo chequeo de datos personales, del turno y algunas preguntas sobre cuestiones básicas de salud como alergia, embarazo, si se está amamantando, si  se toma alguna medicación. «¿Tenés recibo de sueldo?», pregunta la «entrevistadora». Aunque no es condición sine qua non, la mayoría lleva su recibo impreso o en el celular. O muestra el certificado que acredita que sufre determinada patología. A nadie le interesa parecer un «vacunado VIP».

Ahora, a esperar sentado y distanciado en la antesala del vacunatorio. «Me anoté en diciembre. Nunca dudé de que debía vacunarme. Me hubiera gustado ponerme la Sputnik V, pero está todo bien, estoy feliz», cuenta Elena, auxiliar docente en un colegio de la UNLP. Luego agrega que muchos de sus compañeros se anotaron «calladitos». «No dijeron nada, pero ayer a muchos les llegó el turno y estaban todos contentos mostrando que se iban a vacunar. Los medios dijeron muchas mentiras, pero la gente igual se quiere vacunar», reflexiona.

Termina la espera. El vacunatorio está ubicado en la platea central, con una de las mejores vistas del Estadio. Hay nueve postas, todas separadas y preparadas para que el trámite sea rápido. En cada una espera una vacunadora con chaqueta bordó. Se presenta, pide el formulario, pregunta qué brazo se prefiere, aclara qué vacuna te va a inocular. Se siente apenas el pinchazo, no duele. Algodón y cinta antes de ser guiados al último puesto: el de la entrega del carnet. ¿Sale selfie?

Llega la última posta. Está armada en otro sector del estadio, techada pero al aire libre. Hay varias filas de sillas dispuestas para los recién vacunados que deben esperar media hora por seguridad. Allí reciben una charla a cargo de Nahuel, quien explica qué posibles efectos adversos puede producir la vacuna en las primeras 48 horas. «Pueden tener fiebre, hinchazón en el brazo, dolor de cabeza, mareos, dolor de cuerpo. Por eso recomendamos de manera preventiva tomar un paracetamol cada 8 horas de 500 mg o 1 gramo», precisa. Menciona también como síntomas menos frecuentes «sensación de mareo y vómitos».

El médico aclara que en el lapso de 28 días ya estarán listos para recibir la segunda dosis, pero que «no desesperen» si no les llega el turno «al día 29» porque el tiempo máximo para aplicársela es de 84 días. Y remarca un dato importante: no es posible ponerse otra vacuna -por ejemplo, la antigripal- hasta no completar la del coronavirus. Y cuando eso ocurra deben dejar pasar dos semanas.

Surgen muchas preguntas: «¿Cómo justifico la inasistencia en el trabajo?» Con el carnet de vacunación. «¿Qué pasa si pasan más de dos meses y el turno no me llega?» Hay que llamar al 148. «¿Se puede tomar alcohol?». Se puede pero lo mínimo, una copa, por estas 48 horas. Siguen las consultas y los chistes, mientras llegan los carnets.

Mientras la charla transcurre, entra una mujer llorando. Se sienta. Le ofrecen agua. «Perdón por el papelón», se disculpa. María es docente en Bellas Artes, vio el turno recién en su mail y vino corriendo. Pensó que no llegaba. Llora. «Es mucha emoción. Lloro de emoción. Después de todo un año. Sé que es un primer paso, pero es fuerte», explica conmovida.

Con la entrega de los carnets termina el trámite. Sale otra clásica selfie. Los recién vacunados ya tienen una fecha tentativa para la segunda dosis: 1° de abril. De a poco, todos van desocupando las sillas que un voluntario desinfecta de inmediato para los que vendrán. Los que salen del Estadio saludan al personal que está en las postas y agradece. «Estoy contenta. La gente está contenta y emocionada porque se quiere vacunar y se siente bien tratada. Ese sentimiento no hay tapa de Clarín que lo pueda tapar», resume Carmen, docente universitaria, mientras deja el Estadio. Parece un día feliz.