Más de 33 millones de electores están habilitados para consagrar hoy a los candidatos a ocupar bancas en el Congreso Nacional, pero a la vez plebiscitarán el modelo conservador que produjo un deterioro en la calidad de vida de asalariados y empresarios vinculados al deprimido mercado interno.

Si bien las PASO fueron creadas para dirimir disputas intrapartidarias, en las primarias de hoy se apoyará o rechazará un brutal ajuste que no todos les electores conocían antes de la elección de Mauricio Macri, quien prometió “pobreza cero”, no devaluar y aumentar el nivel de empleo.

El kirchnerismo aguarda un triunfo de la ex presidenta en la provincia de Buenos Aires no tanto por la cantidad de legisladores que podría arrastrar en octubre, sino porque revalidaría de ese modo su liderazgo para reorganizar al peronismo y plantarse eventualmente como candidata en 2019.

El oficialismo en cambio se prepara para celebrar con bombos y platillos la mayor cantidad de votos a nivel nacional que puede obtener por la presencia de Cambiemos en todas los provincias, a las cuales se sumará el muy posible triunfo de Vamos Juntos, que lidera Elisa Carrió en la Capital Federal.

En las elecciones legislativas de 2009 el candidato Francisco de Narváez derrotó a Néstor Kirchner en la Provincia de Buenos por escasos dos puntos y pese a que el Frente para la Victoria (FPV) fue la fuerza más votada en todo el país, los medios decretaron una derrota oficialista por el resultado bonaerense.

En aquella oportunidad Kirchner había caído electoralmente en un distrito históricamente peronista a manos de un empresario sin abolengo político por lo que los medios más sonoros amplificaron la derrota del ex presidente y minimizaron el triunfo del FPV a nivel nacional. Ahora se preparan para lo contrario.

El mapa partidario es inverso al de 2009: la Unidad Ciudadana de Cristina tiene escasas réplicas en el interior del país y aun cuando resulte vencedora en el distrito que gobierna la estrella más fulgurante del Pro, Maria Eugenia Vidal, los oficialistas podrían celebrar un posible triunfo a nivel nacional frente a una oposición dividida.

La ex presidenta sigue personalmente invicta electoralmente, pero tras la derrota de Daniel Scioli en 2015, los operadores mediáticos antiperonistas se apresuraron a decretar su muerte política. Hoy se verá si esos vaticinio se concretaron o eran simplemente deseos.

Una catarata de dudosas denuncias de corrupción se abatió sobre la ex presidenta y sus colaboradores luego que se despidiera de la Casa Rosada con una multitudinaria manifestación popular en la histórica Plaza de Mayo, que no logró siquiera el flamante presidente que bailó días después en el balcón utilizado por Juan Domingo Perón para sus arengas a los “descamisados”.

Pese a que no pesa sobre Cristina ninguna condena y Macri tiene varias causas cursos, un tercio de los electores irán al cuarto oscuro a votar contra los que “se robaron todo”, en tanto los dos tercios restantes sufragarán para frenar la caída del poder adquisitivo del salario y el aumento del desempleo.

Al celebrarse hoy el máximo ritual de la democracia, habrá un argentino, llamado Santiago Maldonado, que no podrá expresarse en las urnas si lo deseara, pero que constituye ya un emblema del aumento de las acciones represivas de las fuerzas de seguridad que aplican en las calles la voluntad política del gobierno nacional.

Si bien Maldonado participaba de un reclamo mapuche que excede los límites de la política de ajuste, su desaparición es un mal augurio de lo que puede ocurrir si el gobierno sale airoso de esta elección y con ese aval profundiza el ajuste.

Frente a un eventual triunfo a nivel nacional de los adalides de la moral, los otros dos tercios de la sociedad no atinarán a comprender porque millones de argentinos no votan en defensa propia. Pero si Cristina triunfa en el fangal bonaerense, la otra mitad padecerá el regreso de una mujer a la que le impusieron mediáticamente el mote de “chorra” y a la cual creían políticamente muerta.