El protagonismo de Alberto Fernández en el homenaje a Raúl Alfonsín que se realizó este miércoles en la UMET representó de la manera más potente –con la presencia en el lugar del propio presidente electo- varias iniciativas políticas que ensaya en simultáneo la futura administración. El objetivo más evidente es ampliar la coalición de gobierno. Que, se sabe, no es lo mismo que una coalición electoral. Una línea de trabajo en ese sentido, para ensanchar la base de sustentación y de futura gobernabilidad, es hacer todos los guiños posibles hacia la cultura política del radicalismo. Sobre todo hacia el símbolo de la recuperación democrática: el propio Alfonsín. Aunque la estructura oficial de la UCR forma parte de Juntos por el Cambio, la identidad radical trasciende largamente sus fronteras.

Otra iniciativa que está en curso, en este caso más en el plano del discurso, hace foco en la intención de superar la llamada ‘grieta’. Reparar o al menos moderar la fractura que atraviesa la Argentina desde hace décadas, profundizada desde el conflicto por las retenciones móviles del año 2008. No fue casualidad, en ese sentido, que la única consigna visible en la pantalla del anfiteatro haya sido “somos la vida, somos la paz (eslogan de la campaña de Alfonsín en 1983). Vamos por la unidad nacional”.

Para Fernández, estos objetivos no implican ninguna dificultad o incomodidad personal. Al contrario. Como comentó en varias ocasiones, el mandatario electo tuvo una cercanía importante con la figura de Alfonsín en una etapa de su carrera política. Este miércoles, en la UMET, contó incluso un par de anécdotas que reflejan la expectativa que el entonces líder radical había despertado en un joven abogado peronista. Fernández reveló que hacia el final de la dictadura asistió a un acto de la Junta Coordinadora Nacional en la Federación de Box. Concurrió junto a un amigo suyo, también identificado con el peronismo. Ambos querían escuchar “a ese Alfonsín”. “Recién se estaba produciendo la apertura política y allí fuimos como infiltrados a escuchar a Alfonsín. A ver qué decía. Y salimos muy impactados”, reveló.

Fernández, sin embargo, enseguida aclaró que en la elección presidencial de 1983 no votó al candidato radical. “Voté al peronismo, pero con muchas dudas. Porque teníamos un candidato (por Ítalo Argentino Luder) que decía que la ley de autoamnistía que habían dictado los militares tenía efectos jurídicos irreversibles y que por lo tanto iba a regir”, repasó el presidente electo. Uno de los anuncios fuertes de la campaña de Alfonsín en aquel año fue que si él ganaba se juzgarían los crímenes cometidos durante la dictadura, bajo responsabilidad directa de las Juntas Militares. Lo que siguió a partir de entonces ya es historia.

También podés leer: Alberto Fernández recibió a Brian, el joven discriminado en las redes sociales

Pero el vínculo de Fernández con Alfonsín no se limita al impacto que le causaron, en aquella campaña del ’83, la oratoria y los compromisos desplegados por el abogado de Chascomús. Dos años más tarde, el actual presidente electo fue convocado a trabajar en el Ministerio de Economía por Juan Vital Sourrouille. Arquitecto del Plan Austral, Sourrouille fue el responsable de la política económica del alfonsinismo hasta marzo de 1989. “Se le ocurrió nombrarme subdirector general de Asuntos Jurídicos. Y lo hizo en el mismo momento en que yo era apoderado de la intervención del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires que estaba poniendo en crisis a Herminio Iglesias. Y le dije a quien me estaba ofreciendo el cargo: ‘Pero yo soy apoderado del PJ’. Y me dijo: ‘Pero yo te quiero por abogado, no te quiero por peronista. No me importa cómo pienses. Me importa que ayudes al país a salir adelante’. Y yo me puse a trabajar. Y trabajé maravillosamente bien hasta el último día de gestión de Raúl Alfonsín”, rememoró Fernández.

Correligionario, compañero

El relato de su experiencia como funcionario del gobierno radical de 1983-1989 fue escuchado por un grupo bastante variado pero representativo de dirigentes que proceden de la UCR. En el palco acompañaban a Fernández hombres y mujeres ligados al partido centenario de Alem e Yrigoyen: allí estaban Gustavo López, titular de FORJA; Carmela Moreau; el ex senador por Corrientes Nito Artaza; el diputado nacional electo por Santiago del Estero Ricardo Daives; el intendente de la localidad salteña de La Candelaria, Julio Romano, también de extracción radical. Un rato antes se habían proyectado en pantalla gigante mensajes en video enviados por el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, y el mandatario electo en Tierra del Fuego, Gustavo Melella, ambos con historial boina blanca. Abajo del escenario, entre  las butacas de las primeras filas, se veían más caras con pasado en la UCR. Como el secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, y el diputado nacional y titular de la comisión de Libertad de Expresión Leopoldo Moreau, entre otros. “He visto pocos oradores como Moreau. Hablar delante de él un poco me cohíbe. Que me disculpe un orador de su talla”, se excusó Fernández al reconocer a Moreau entre los asistentes.

...

El discurso de Fernández concluyó con un anuncio respecto del aniversario número 40 de la elección presidencial de 1983, la que ungió a Alfonsín. El presidente electo dijo que el 30 de octubre de 2023, en el último año del mandato que arrancará en diciembre, el Estado realizará un gran homenaje al líder radical, al que definió nuevamente como “el padre de la democracia”. “Váyanse preparando”, desafió entonces a los correligionarios que lo escuchaban. Muchos de ellos sacaban fotos o grababan todo lo que pasaba con los celulares levantados por el aire. Buena parte del auditorio festejaba con aplausosmientras desde atrás llegaban los gritos que repetían el clásico “Al-fon-sín/ Al-fon-sín”.

También podés leer: El armador político y el desafío de conducir

En otro tramo de su mensaje, el presidente electo por el Frente de Todos recordó la gestualidad del homenajeado. Se refería al famoso dedo índice revoleado por el aire, esgrimido como un ariete, con el que Alfonsín parecía reforzar las definiciones más vehementes de un discurso. “Alfonsín levantó su dedo índice todas las veces que hizo falta para marcar las cosas que estaban mal en la Argentina. Algún editorialista, como parte de su crítica, dice que yo hablo como Alfonsín, que me visto como Alfonsín y que soy abogado como Alfonsín. No saben lo orgulloso que me siento. Ojalá fuera un pedacito así de parecido a él”, replicó Fernández con una sonrisa y con una inflexión algo irónica.

La invitación a Fernández para que cerrara con su discurso el evento en la UMET se convirtió, así, en una plataforma para reivindicar la confluencia de peronistas, radicales y militantes de otras identidades partidarias. El próximo jefe de Estado, por lo que se sabe, quiere que ese corte transversal que trasciende las procedencias personales sea uno de los rasgos –junto a cierta renovación generacional con los sub 50– que defina a su futuro gobierno. Tampoco es casualidad que otro de los representantes del radicalismo alfonsinista, el legislador porteño Leandro Santoro, de Los Irrompibles, polemista eficaz cuando hay que debatir en los programas políticos, tenga muchas chances de integrar el próximo elenco gubernamental.