Diego Rivada salió a las 6 de la mañana de La Madrid, su pueblo desde los cinco años. Fue hacia La Plata y de allí se tomó un micro a Buenos Aires para estar presente en la inauguración de la muestra permanente de Deporte y Derechos Humanos en la Ex Esma. Sabía que al llegar se iba a encontrar con fotos de su viejo, Carlos Alberto Rivada, deportista, ex jugador de Huracán de Tres Arroyos y militante que se encuentra desaparecido. “Llegué y sentí como que su foto eterna de veintipico de años me miraba como diciendo ‘viniste'», dice Diego, que a la noche volvió a hacer el mismo camino para regresar al pueblo en el que vive con su familia.

A su padre, Carlos, y a su madre, María Beatriz Loperena -ex profesora de Letras-, los secuestraron cuando Diego tenía menos de tres años y todavía vivía en Tres Arroyos. A él y a su hermana bebé los dejaron en el Hospital Pirovano y no volvió a ver a ninguno de los dos. “Todo esto que pasa me moviliza. Es bastante común en hijos de desaparecidos haber vivido muchos años en una licuadora, sin tener muchas cosas en claro. Desde hace un tiempo hasta esta época hemos podido procesar muchas cosas, hemos visto inclusive que se haga Justicia, que es importantísimo para nosotros. Pero otro de los desafíos que tenemos es explicarlo: soy padre y es todo un tema ubicar en tiempo y espacio a las nuevas generaciones para tratar de poner luz sobre la cuestión”, narra Diego, quien detalla que a su padre, tal como sucedió en la gran mayoría de los deportistas desaparecidos, se lo llevaron por su rol como militante.

Diego no se fue nunca de General La Madrid. Allí formó una familia y desde 1997, comenzó un sueño que hoy es realidad: salvar y refundar un club de barrio. Gratuito, abierto de par en par para los doce mil habitantes del pueblo. Así es Deportivo Barracas, donde Diego es el tesorero y uno de los que más puso para que saliera adelante. “Pusimos el cuerpo, lo salvamos después de muchas reuniones entre padres, poniendo ideas para juntar dinero y empezar a encontrar soluciones. En 2004 todos se imaginaban que el final era poner un candado y cerrar, pero lo salvamos. Hoy el club está sostenido por el laburo de la gente, que propuso que sea un lugar en el que los chicos puedan realizar múltiples disciplinas para sentirse mejor y tener lugar para juntarse”, detalla Diego, que agrega que el club también funciona como sala de atención primaria de salud y hasta como motor para que los chicos más chicos puedan realizar viajes. “Hicimos como diez mil actividades con los padres para recaudar, para cuidar el lugar. Trabajamos en valores y entendimos bien la solidaridad y la aplicamos en algo que nos apasiona que es nuestro club”. A esa pasión hoy asisten más de 350 chicos.

Si bien en La Madrid las placas dicen que Deportivo Barracas nació en 1964, su refundación comenzó en 2004, de la mano de Diego Rivada. El club podría haber tenido el mismo final que el de Luna de Avellaneda, pero aquí triunfó el esfuerzo y la voluntad de los vecinos. Después de doce años, las mejoras están a la vista: cuenta con un predio iluminado, una biblioteca, una sala de computación con internet libre y un salón de usos múltiples, utilizado regularmente por otras organizaciones. Pero sigue creciendo: los padres están construyendo un gimnasio cubierto para que los chicos puedan continuar con el deporte en las noches frías. «Para nosotros el deporte debe ser para todos, esa es nuestra visión de deporte social”, detalla Diego, que homenajea a sus padres con un club inclusivo, gratuito y abierto para todo su pueblo.