«Eso de estar fijando precios mínimos no nos gusta. Esa es una cuestión que tiene que ser abordada por los trabajadores con sus empleadores. No creo en que un político pueda determinar un decreto a mano», dijo el presidente, Javier Milei, recién asumido en una entrevista con Jonathan Viale.

Le duró poco. Parecería que este gobierno tiene memoria a corto plazo. Tal como funcionan las redes sociales, creen que todo dura un instante. Así manejan también un concepto de “libertad” muy selectiva: siempre a favor de los más poderosos. Y si los más poderosos son empresas privadas, mejor.

“No lo vamos a homologar porque tiene que tener una lógica la paritaria, tiene que ser razonable”, afirmó el ministro de Economía, Luis Caputo, hace unos días, también en conversación con Viale.

Bajo la idea de la libertad irrestricta del mercado se liberaron los precios de las prepagas, de los alimentos y productos de primera necesidad. Ninguna de esas medidas favoreció a quienes viven de un ingreso fijo, que representan a la mayoría de la población argentina: trabajadores y trabajadoras en actividad, profesionales y quienes se jubilaron luego de una vida de trabajo. Pero sí favorecieron, por ejemplo, a las petroleras, que aumentaron el combustible 106% entre diciembre y marzo pasados.

El dogma libertario de la no intervención del Estado se sostiene incluso cuando es imposible conseguir repelentes en medio de la epidemia de dengue. El aumento de las tarifas, que va a golpear duro en el bolsillo de quienes viven de un salario, es otro capítulo de la libertad de mercado.

El anuncio de Caputo -el Messi de las finanzas, como lo llamaba Macri- sobre la decisión de no homologar las paritarias firmada por el Sindicato de Camioneros y la cámara empresaria vuelve a mostrar la decisión de favorecer “con libertad” a los empresarios. Y, de paso, sostiene la falacia de que la mejora salarial por encima de la inflación podría generar aumentos de precios. Los precios aumentan cuando el Estado no controla y los salarios apenas representan el 16,7% del costo de las empresas, según un informe del CEPA, realizado en 2022.+

De hecho, en 2015, Argentina tenía el salario promedio más alto en dólares en América Latina y la inflación anual estaba en 25 por ciento. Durante el macrismo, los salarios en términos reales cayeron 20 puntos (en promedio), y la inflación sin embargo llegó a 54 por ciento. Los salarios no son inflacionarios.

¿Por qué el gobierno no homologaría un acuerdo de salarios donde las dos partes que lo negociaron -trabajadores y empresarios- se pusieron de acuerdo? La única razón es generar un perjuicio a quienes se encuentran bajo el convenio laboral de Camioneros.

Esa decisión permite que algunas empresas desconozcan el acuerdo. Se trata de las empresas que no integran la cámara sectorial, que -ante la falta de homologación- pueden decidir no pagar la recomposición salarial. Eso va a derivar -inevitablemente- en el congelamiento salarial de muchos trabajadores y abrirá las puertas a nuevos conflictos.