En 2019, el año siguiente a que la palabra “aborto” dejase de ser un término tabú para la sociedad argentina, Milagros Acosta era catequista y sentía una tensión entre su tarea comunitaria en la iglesia y su costado feminista. Fue cuando se vinculó con la organización Católicas por el Derecho a Decidir que pudo unir su fe con el feminismo. Tanto es así que, en 2023, fue una de las jóvenes elegidas para participar del documental Amén Francisco responde, allí frente a otros 10 activistas jóvenes de distintos países le entregó el pañuelo verde, símbolo de la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, al sumo pontífice.
Milagros es santiagueña tiene hoy 25 años y hace dos que grabó el documental que se filmó en Roma junto al Papa Francisco, quien murió el lunes 21 de abril. La eligieron luego de un largo proceso que incluyó entrevistas por Zoom. Fue la primera vez que subió al avión, la primera vez que fue a Europa, y una de las argentinas más privilegiadas: pudo abrazar y besar al Papa.
-¿Qué te provocó la muerte del Papa Francisco?
–Es impactante pero también preocupante por el contexto actual, político, económico y cultural. Creo que era una de las pocas voces que hablaba y pensaba en las minorías. Ojalá que el próximo nombramiento del Papa siga el mismo legado y no venga alguien más conservador. Realmente los gestos y los esfuerzos que ha realizado el Papa Francisco, con sus aciertos y sus errores son fundamentales para nuestra sociedad.
-¿Cómo llegaste al documental donde pudiste entregarle el pañuelo verde, símbolo de la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito?
– Me llegó la propuesta, pero fue después de un proceso largo. Dentro de la comunidad y siendo catequista estaba con la defensa de los derechos humanos y de los derechos de las mujeres y personas gestantes y disidencias. Veía que todas las pibas cargaban el pañuelo verde en su mochila y para mí era difícil de poder aceptar que yo también estaba dentro del movimiento feminista y que no era contradictorio, que no tenía por qué abandonar mi fe ni mi espiritualidad. Entonces cuando le entrego el pañuelo al Papa lo hago desde mi postura, desde un lado muy genuino, humano, respetuoso y amoroso. Y entendiendo que cargaba en mis manos un pañuelo y un símbolo que para muchos significaba algo muy importante.
– ¿Cuáles fueron las sensaciones previas y con qué te quedás?
–Él (por el Papa) generó mucha y dio la libertad para que nosotros nos podamos expresar. Yo estaba muy ansiosa, nerviosa, pero a pesar de todo eso estaba convencida de que él conocía la realidad de Argentina y de lo que pasaba. Y parte de esa realidad es que hay mujeres católicas que están en defensa del derecho a decidir por su cuerpo, y así también existe otro tipo de iglesia, dentro de la Iglesia Apostólica Católica Romana que está más en comunidad. Por lo tanto, con esa seguridad y esa certeza le entregué el pañuelo al Papa. Y con mucho amor.

-Entonces no te sorprendió su reacción
-Es que también lo hice desde un lado casi inocente, convencida pero inocente. Tenía que hacerlo. Él me agradece, me recibe el pañuelo, se mantiene en su postura del Papa Francisco de una iglesia conservadora, pero afirma que hay que acompañar a la mujer que aborta. Si bien él habla de un “perdón a la mujer”. Antes de su papado, que la mujer sea perdonada solamente era concebido por los obispos y ahora es, por los párrocos, por un padre, por un cura no, que es mucho más cercano. Eso para las mujeres cristianas, católicas es muy importante que suceda. Pero como Católicas por el Derecho a Decidir, por supuesto que pensamos que no hay ninguna culpa, porque defendemos la libertad de conciencia, la libertad de poder decidir y esa libertad de conciencia es una libertad que nos da nuestra propia Iglesia Católica. También explico ahí que lo que vive una mujer cristiana es un proceso muy íntimo con el yo para tomar la decisión que toma, y muchas veces es sin culpa. Y entonces él sostiene su postura, pero abraza y me parece que eso es muy significativo, el decir que hay que acompañar a esa mujer que aborta. No hay que aislarla, no hay que juzgarla ni señalarla.
-Después, cuando se conoció este documental, ¿cómo fue regresar a tu comunidad?
-En mi parroquia, me han abierto las puertas de la comunidad como acompañándome. Eso ya para mí era un montón. Después, se trata de una provincia muy conservadora como Santiago del Estero donde capaz que si era una persona que llevaba el pañuelo celeste iban a estar mucho más orgullosos y se iba a multiplicar mucho más rápido el mensaje. Pero, de todas formas, como en todos lados hay críticas buenas y malas, pero en mi barrio me continúan reconociendo como la Mili. Ahora no estoy participando activamente dentro de mi comunidad, pero sí sigo inserta en lo social, porque continúo con un grupo de jóvenes donde trabajamos la educación sexual integral. Hace poco declararon de interés cultural en Salta una cartilla que elaboramos a través de Católicas.
-¿Cómo es ese abordaje?
-Hace una semana di un taller de educación sexual integral en una iglesia evangélica. Claramente los argumentos, nuestro testimonio y nuestro lugar de dar servicio, a la sociedad, es muy distinto a lo que se piensa cuando se nombra a una feminista. Queremos dar herramientas, -así como a mí en su momento me las han dado-, herramientas para poder decidir sobre una vida que queremos y que soñamos. Y me parece que no estamos tan en desacuerdo con la idea del Papa. De hecho, él mismo, en una parte del documental dice que la sexualidad está en pañales todavía en la iglesia, y que falta mucha catequesis de la sexualidad porque es algo bonito, es algo lindo. Y nosotras cuando hablamos de sexualidad no solamente nos referimos a lo genital ni a los vínculos sexoafectivos, sino a todo lo que viene en lo social o psicológico, lo cultural, la escucha, la empatía, el otro. Esos son valores que tiene la Iglesia o ha tenido la Iglesia en su momento.

-Después de haber pasado por esta experiencia de regalarle un pañuelo verde, ¿cómo mirás estos tiempos en los que por tener una postura distinta se sufre estigmatización o agresiones?
-Ahora me conocen como “la piba que le ha entregado el pañuelo verde al Papa”. Pero a partir de ahí, me he encontrado con un montón de realidades con católicos que no son tan conservadores. Tengo curas amigos, exmonjas o personas muy creyentes o evangélicos que están dentro de las iglesias y otros que o que han sido creyentes y en otro momento no. Creo que tuve un proceso. Cada vez siento, me siento más católica y siento el llamado de servicio a la comunidad. El feminismo va mucho más allá de los derechos sexuales y reproductivos. Es querer una vida digna, una justicia social, querer el bien común frente a este contexto actual, político y económico tan difícil a nivel mundial, donde reina el individualismo. Y es querer algo tan simple como recuperar la dignidad de las personas. Me parece importante reconocerle al Papa Francisco estos pequeños gestos como la bendición a personas del mismo sexo, o volver a recibir y bendecir a las personas que se han casado por segunda vez; o recibir a personas trans dentro de la Iglesia y el Vaticano, o recibirme el pañuelo verde. En su momento, para algunos es algo insignificante pero realmente es un ejemplo mundial y hoy cobra mucho más sentido recordar todas estas cuestiones con su legado.