Por un momento puede intentarse un juego con la imaginación que al presidente Javier Milei le encantaría. Y no sólo a él, por cierto. Toda la derecha argentina tiene una admiración que roza sumisión por Estados Unidos. El ejercicio imaginario es pensar a Milei como presidente del imperio y aplicando el sistema de ideas que quiere imponer de forma antidemocrática en la Argentina.

Una de las primeras medidas del Milei mister president sería eliminar los subsidios agrícolas. Solamente en el 2019, Donald Trump aumentó en 28 mil millones de dólares los fondos para los farmers estadounidenses. Desde el razonamiento de Milei, estos recursos producen una “distorsión en el mercado”. De hecho, los agricultores argentinos son mucho más competitivos que los estadounidenses. Argentina es el primer productor de alimentos per cápita del mundo. Se ve que pagar algunas retenciones y guardar cierto cupo de producción para el mercado interno tanto no los castiga.

Milei mandaría a los farmers americanos a “competir en el mundo”. El primer efecto, inevitable, sería una disparada del precio de los alimentos. La comida suele ser barata en los supermercados de EE UU. Los turistas argentinos y latinoamericanos pasean, compran, y se maravillan con la cantidad de oferta y variedad de precios. Habría que explicarles que esto en buena medida se explica porque la comida está subsidiada por cientos de millones de dólares por día.

La segunda medida debería ser reducir el subsidio a la energía. Ronda el cuatro por ciento del PBI en Estados Unidos. En la argentina kirchnerista, chavista, maoísta, del 2015, cuando gobernaba Cristina Fernández, alcanzaba 3,25% del PBI, bastante más bajo que en el imperio.

Una tercera medida urgente, de emergencia, debería ser quitar los subsidios y las obras públicas en las carreteras. El Sistema Interestatal Autopistas en el gran país del norte tiene más de 75.000 kilómetros de extensión. La construcción corre por cuenta exclusiva del gobierno federal y el mantenimiento se divide en: 56% a través de impuestos directos más peajes y el 44% restante lo financia directamente el Estado.

A esto podemos agregar ciudades como Kansas City, que se sumó a una oleada que se viene imponiendo en el capitalismo occidental: el transporte público de colectivos se volvió totalmente gratuito a principios de 2020. El  tranvía era gratis desde el 2016. Seguramente Kansas es una ciudad comunista infiltrada. Está habitada por admiradores de Fidel Castro que no leyeron a la escuela austríaca que rige todo el pensamiento del presidente. Debe ser eso o quizás sea que “no la ven”. 

Hay muchos otros subsidios que se podrían repasar. Pero estos son estratégicos: comida, energía, movilidad. ¿Qué pasaría con la economía interna y con la vida de los norteamericanos si un mandatario barriera de un plumazo con esta inyección de recursos? Además de los efectos sociales, la propia actividad económica sufriría un golpe.  

La respuesta automática de la derecha ante este tipo de argumentos es decir que lo hacen porque son el país más rico del mundo. Es al revés: son el país más rico del mundo por muchos motivos, entre otros porque invaden naciones para saquear sus riquezas desde hace más de dos siglos, pero también porque entienden lo que es estratégico y ahí no entra la disputa ideológica. Es un costado que el ideologismo ciego de la derecha argentina no puede visualizar. Eso sí  que “no lo ven”. También suelen argumentar que es así porque no hay déficit fiscal. ¿En serio? Fue del 7,5% del PBI en el año 2023; el doble que el argentino con el que Milei justifica el saqueo corporativo.

Otro ejemplo cruzando el Atlántico. El presidente de Francia Emmanuel Macron no es precisamente de izquierda (quizás para la mentalidad de los supuestos libertarios compita con Camilo Cienfuegos, pero no es así). Cuando estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, Macron decidió estatizar por completo el sistema eléctrico francés. Ya era en gran medida estatal, pero extendió el control público a la totalidad. ¿Por qué? El gas ruso iba a dejar de fluir y el presidente decidió que la energía de su país debía pasar a ser en un 100% de origen nuclear, antes de la guerra estaba en alrededor del 70 por ciento.

Seguramente Milei habría dicho que ese estatismo comunista había que dejarlo de lado porque el “mercado debía decidir”. Okey. ¿Así que el mercado iba a invertir la millonada necesaria para convertir todo el sistema energético en nuclear? ¡Increíble la vocación patriótica de los empresarios franceses! No fue así. Sólo el Estado impulsa estas políticas porque no se hacen en función de un dogmatismo económico casi religioso sino en defensa de los intereses estratégicos de un país. Eso es-o debería ser-un presidente. La comprensión de lo estratégico tendría que ser el eje rector de las decisiones de un jefe de Estado y no los escritos de Milton Friedman, que ya caducaron. ¿Y qué cosas son estratégicas para el pueblo argentino? Las mismas que para los otros. Los sectores que generan empleo, es decir, la industria; que la comida tenga un valor accesible para los salarios, que la energía esté al servicio de la producción y el consumo de las familias; y poder moverse. Aunque quizás lo que realmente ocurre es que en Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, “no la ven”. Debe ser eso.