Nada por aquí, nada por allá. Pura fantasía, espejismo y falsas promesas. Trucos. Lo saben de memoria los profesionales de la magia. También los estafadores. Luciano Oscar Méndez es miembro honorario del gremio non sancto. Con más de 30 años de artilugios, fraudes y cuentos del tío sobre el lomo, este misionero ya sexagenario es una leyenda del hampa de la Mesopotamia y más allá. Un embaucador cuya principal arma es la magia de sus palabras.

“Acá en Misiones decís ‘Mago Méndez’ y es sinónimo de estafa. Son más de tres décadas haciendo de las suyas. Del Litoral hasta Paraguay tuvo causas, es reconocidísimo –sentencia el periodista Jorge Posdeley desde la tarde infernal de Posadas–. Dejó un tendal de afectados en estos años. No perdona a nadie, todos caen en la trampa de sus promesas. Sería un gran actor, digno de Netflix”.

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Jorge pide mantener en secreto su apellido. Es una de las tantas víctimas del Mago. Tomó coraje y lo denunció en enero. Tiene 45 años y se gana el pan en un taller familiar, en una barriada popular de la capital misionera. Recuerda cómo lo conoció: “Era abril del año pasado. Yo necesitaba más trabajo y me acercaron la propuesta de una constructora nueva, andaban buscando secretarios. Al comienzo nada me llamó la atención. Se presentó con su nombre real, Luciano Méndez, yo no conocía su historia«.

«Me dijo que había comprado la empresa quebrada, que se quería hacer cargo, que tenía máquinas, personal, que necesitaba gente de confianza para hacer la logística. Me entusiasmé y arranqué a hacerle bases de datos, algunos trámites, nada raro”, acota. Tomaban mate en su oficina, que en realidad era su casa. Pequeña, dos piezas. “Yo pensaba: ‘qué tipo humilde, un empresario humilde’, pero era todo una mentira, un verso… Hasta un chofer ponía para traer a los empleados.”

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Parole, parole, paroleLa palabra “estafa” llegó a la Argentina con los migrantes italianos que vinieron a hacerse la América. La genealogía es bien campechana: en Italia, staffa es el estribo sobre el que se apoya el jinete. En el principio está el verbo: staffare, sacar el pie del estribo. La metáfora dio otro sentido a la palabra: post desfalco, el estafado queda en una situación frágil, incierta, como el jinete que pierde el estribo.

En los campos de Villa Svea, suburbio de Oberá, nació el Mago Méndez en los ’60. El pueblo fue fundado por colonos de la Europa escandinava a principios del siglo XX. Oberá, palabra guaraní, “que brilla”. El 15 de marzo de 1936, plena década infame, cientos de colonos que reclamaban por el precio justo de sus productos agrícolas fueron reprimidos por la policía y los vecinos “de bien”. Muertos, heridos, detenidos y violaciones de trabajadoras; el saldo de la Masacre de Oberá que pocos recuerdan. La historia oficial suele ser una estafa.

La de Méndez arranca entre los últimos brillos artificiales del menemato, años de la antipolítica, de los chantas al poder, del sálvese quien pueda. Bañado por el contexto histórico, su bautismo en la mala vida tuvo como víctima a una precandidata a la intendencia de General Alvear. El “Mago” le ofreció sus servicios como operador político con “llegada al poder”. La señora confió y le entregó dinero para financiar la campaña. Al final no hubo carteles ni pasacalles con su rostro. Méndez se hizo humo con los fondos.

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Jorge se lamenta. Suspira y recuerda: “Al principio Méndez fue siempre muy formal, un jefe serio. Me daba seguridad. Pero de repente entró en confianza, ‘Jorge’ de acá, ‘Jorge’ de allá. Busca el tiempo justo y ahí sale toda la experiencia del ‘Mago’. A las pocas semanas de entrar vino el primer mangazo. Yo tenía plata de mi taller. El tipo lo sabía, escucha todo lo que decís. Me pide que le transfiera plata por Mercado Pago. Era poco: 1000, 2000, 3000 pesos, siempre devolvía. ¿Cómo iba a dudar?”.

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Prontuario de un estafador. Considerandos: luego de la estafa política, Méndez incursionó en el teatro inmobiliario. Durante los 2000 ofrecía a desesperados inquilinos la posibilidad de acceder a viviendas sociales. El misionero fabulaba contactos con funcionarios.

En esos años, Méndez también chamuyó a reconocidos médicos de su Oberá natal. Se presentaba como “especialista en salud” y “vendía” faraónicos proyectos para la construcción de modernísimas clínicas. En 2001 llegó su primera condena, de ejecución condicional. No escarmentó. Nuevas estafas, dos condenas –en 2005 y 2006- y finalmente marchó preso por primera vez. En la tumba descubrió un nuevo nicho: sus compañeros de encierro. Sin ningún código tumbero, prometía computadoras y acelerar procesos kafkianos a sus colegas bajo la sombra. En el Penal de Loreto casi lo linchan y los guardiacárceles le salvaron la vida de milagro. En el presidio de Oberá vivió una escena calcada. Suerte de escapista.

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Jorge creyó que era su día de suerte: “Ya en confianza un día me cuenta de unos remates de la AFIP. Era comprar los papeles de un auto y listo, eras dueño. Averigüé por internet. Había remates, parecía todo real. Autos 0 kilómetro. Me quedé entusiasmado. Me pidió 20 mil pesos para que un escribano moviera los papeles, eso nunca existió. Mi mujer tenía dudas: ‘cómo te van a dar un auto de 10 millones por esa plata…’ Saqué la plata y se la di. Hasta me hizo armar una carpeta con mi DNI, el 08. Así pasaron los días. Lo mismo le hizo a tres personas más”.

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En 2010 el “Mago” entró en el rubro de los automotores: se hacía pasar por funcionario de la AFIP y ofrecía lujosos vehículos secuestrados por el organismo estatal. Mostraba una credencial trucha de martillero y las víctimas caían ante la ilusión del rodado. Vecinos de Aristóbulo del Valle y Colonia Alberdi todavía recuerdan su escape con un botín de $ 75 mil.

Lleva la cultura de la estafa en la sangre. Está mirando todo el tiempo dónde mete el gancho para sacar provecho”, comentan desde el Tribunal Penal N° 1 de Posadas, donde avanza una causa por sus estafas. En 2013 fue condenado a siete años de prisión gracias a 16 hechos de estafa y a tres reincidencias.

Durante los meses de encierro pandémico apeló a la fábula del remate judicial de autos. Se apoderó de 120 mil pesos de vecinos de San Isidro, un barrio de tierras coloradas de la capital provincial. Fue denunciado en diciembre de 2020 y detenido un mes después en un motel, junto a una banda de asistentes. En enero, con domiciliaria, tuvo nuevas acusaciones. En el tribunal dan su veredicto: “Estafa, estafa y estafa. No hay caso similar en el país”.

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Pasaron algunos días y Jorge no tenía novedades del remate de la AFIP ni de la mar en coche: “Entonces el tipo te sube la apuesta. Me dijo que también había camiones para rematar, todos repletos con mercadería. Leche, harina, imaginé un minimercado. Yo sabía que la AFIP secuestraba y después se vendían. De nuevo me creí el verso. Me pidió 30 mil pesos para mover los papeles. A un pibe joven lo enganchó con un cargamento de celulares, a un carpintero le prometió un camión repleto de buena madera. El tipo ofrecía según nuestras necesidades, ahí crea e inventa”.

Para que existan estafadores tiene que existir gente con necesidades o que ansíen algo mágico que les cambie la vida. Como sea. Y siempre está el contexto. ¿Cuántos Magos estarán hoy multiplicándose, amparados en una nueva era de miserias, individualismo y esquemas Ponzi?

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Las andanzas y desandanzas del Mago no tienen límites geográficos. Cruzó fronteras para trampear en el Paraguay. En septiembre de 2017, Méndez se presentó en Encarnación bien emperifollado interpretando el papel de forrado empresario en las oficinas de Guardian SA, una reconocida transportadora de caudales. Ofreció un negocio para mover millones desde la Argentina. Los dueños se entusiasmaron, pero con el paso de los días empezaron a sospechar. Y preguntaron a contactos de Misiones. Los rumores de sus antecedentes empezaron a flotar en Paraguay. Lo denunciaron. Terminó preso en el extranjero junto a siete cómplices. Estafas for export.  

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Jorge no caía: “Yo tenía asumido que el auto y el camión iban a llegar. Mientras tanto, Méndez nos entretenía, jugaba con nosotros. De repente nos dijo que iba a abrir una financiera con la ‘doc’, su pareja que era su abogada: compra y venta de divisas. ‘Vamos a necesitar gente de confianza’, me dijo. Hasta que un día, mi señora me manda por el celular una noticia que hablaba del ‘Mago’ Méndez y me pregunta ‘¿no es el que trabaja con vos?’ Cuando veo la imagen quedé en shock. Él estaba al lado mío y vio mi cara, me preguntó si me pasaba algo. Me quedé una semana más en el trabajo, le seguí la corriente. Les avisé a los otros estafados y me mandé a mudar. Era peligroso, y yo ya había perdido todo”.

Perdió cientos de miles de pesos, cuando eso era plata. Hizo la denuncia pero se lamenta que «nunca la Justicia fue a vigilar la casa de este estafador mientras estaba con una domiciliaria». Y define: «Méndez te gana. Llega con palabras, con gestos… le creés el cuento”. 

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La estafa más reciente está ligada a la constructora fantasma que montó en un departamentito de Posadas, donde transitaba una domiciliaria, junto a su pareja. Méndez contrataba personal y los invitaba a participar de la compra de bienes secuestrados por la AFIP. Les pedía dinero para cerrar el negocio. Fingía pertenecer a un entorno empresario, simulando escenas con cómplices. Ya con achaques en su salud, pasa sus días en una celda de la Unidad Penal 6°. En los próximos meses quizás sume una nueva condena. A lo mejor, el Mago ensaya su próximo truco en el calabozo. Sabe que la historia se repite como farsa.