Roberto “El Negro” Fontanarrosa demostró con su partida que los personajes que el pueblo más llora cuando se van son aquellos que lo hicieron reír, los que le dibujaron una sonrisa aún en medio de los momentos más difíciles. El pueblo les agradece haberle ayudado a rescatar la alegría sepultada bajo los escombros de la realidad. Sucedió también con Caloi, con Quino y, fuera del rubro de los dibujantes humorísticos, con Diego Maradona que vivió gambeteando la tristeza, aunque no siempre logró vencerla.

Fontanarrosa nació en Rosario el 26 de noviembre de 1944 y desde allí irradió al país su inteligencia, su talento, su imaginación inagotable y, también, su carácter de buen tipo.

En 2014 se instituyó en su honor el día de su nacimiento como Día del Humorista, pero aunque está muy bien reconocer oficialmente a los talentos made in Argentina, él no necesitó de ningún decreto ni ley para ser recordado.

Humorista gráfico y escritor, se destacó en ambos rubros con la misma intensidad. Y no es que necesite de la legitimación académica para que se reconozca su talento literario, pero de todos modos resulta gratificante que el medio universitario, siempre dispuesto a erigirse en artífice de la legitimación o deslegitimación de autores, lo haya incluido, por lo menos en un seminario.

Después de todo, fuera de sus libros de cuentos y novelas, ningún personaje humorístico argentino está más atravesado por la literatura vernácula que Inodoro Pereyra, el Renegau, especie de Martín Fierro sui generis que habla con la voz impostada del gaucho literario, mezcla rara de Leopoldo Lugones, Ricardo Guiraldes y Armando Tejada Gómez. “Simiente patria. Venteveo vernáculo perpendicular sobre la impenitente peniplanicie  pampeada” suele decir don Inodoro, el gaucho filósofo, demostrando que en su voz se cruzan otras empeñadas en crear un personaje nacional. El citado es uno de los párrafos que demuestran la “gauchitud” de don Inodoro. Pero podrían citarse muchos otros como: “En tanto el mate, absorbida calentura yerbatera, pasaba de mano en mano de Inodoro Pereyra debido a la ardiente temperatura de su calabaza vernácula, la siesta se enriquecía con la esgrima cordial y simple de la plática. Desde la tierra madre trepaba por las hilachas del sopor, un aroma puro y estomacal a pisoteada bosta.”

Los diálogos con su perro, el Mendieta, merecerían figurar en una antología de los mejores diálogos literarios: “Lo que es yo, Mendieta, no me voy a morir sin ver una de esas ovejas que dan lana de vidrio”, dice Inodoro, a lo que su perro que habla y piensa mejor que un crestiano, le responde: “¿Cómo será un poncho tejido con la lana e`vidrio, digo yo?” “Con un poncho de esos-replica Inodoro- un crestiano debe parecer un porrón, Mendieta.”

Boogie el aceitoso, en las antípodas de Inodoro, es un malandra con rasgos de película de acción gringa. Siempre listo para sacar el revólver y para tratar a las mujeres como si fueran pañuelos descartables. De ser un personaje de carne y hueso seguramente podría haber sido contratado como personal de seguridad en un boliche o en el bunker de algún antipolítico violento.

Entre sus libros humorísticos se cuenta también Los clásicos según Fontanarrosa donde hace su propia versión de La Ilíada, La Odisea, Alí Babá, El Flautista de Hamelin, Otelo, Hansel y Gretel, Robinson Crusoe, Moby Dick y La isla del Tesoro, entre otros.

Los aforismos de Ernesto Esteban Etchenique, que aparecen en dos cuentos, uno perteneciente al libro Uno nunca sabe y otro a Nada del otro mundo, constituyen otro de los grandes aciertos de Fontanarrosa. Dicen que para muestra basta un botón: “Tuve la llave de tu corazón. Mas otro tenía la llave de tu cinturón de castidad.” “Modelé una jarra con barro de la ciénaga. Y se chupó mi vino.” “Pinocho mentía y le crecía la nariz. La mentira es un afrodisíaco.” “Si llegas a viejo, vuélvete”. “Regué el Bien. Y obtuve Bienes Raíces.”

Entre sus libros de relatos, además de los mencionados, aparecen Los trenes matan a los autos, La mesa de los galanes, El mundo ha vivido equivocado, Una lección de vida, y A puro fútbol, donde recopila todos sus cuentos sobre ese deporte.

Sus novelas son Best seller, El área 18 y La gansada.

Casi todos libros de dibujo humorístico lo tienen como protagonista: Fontanarrosa contra la cultura, Fontanarrosa y la inseguridad, El sexo de Fontanarrosa, Fontanarrosa y los médicos, Fontanarrosa y la política, Fontanorrosa de penal, ¿Quién es Fontanarrosa? y El fútbol es sagrado.

Genio del humor, fue asesor creativo de otro grupo de genios, Les Luthiers

Quizá lo más recordado del II Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que se hizo en Rosario en 2004, no sean las eruditas ponencias académicas, sino el discurso magistral de Fontanarrosa. Su intervención  sobre las malas palabras fue sin duda la más recordada. “No voy a lanzar ninguna teoría -dijo en esa oportunidad-. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer. La pregunta es por qué son malas las malas palabras, ¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? ¿Tienen actitudes reñidas con la moral? No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas ¿no es cierto?” Dicen que como sucede con don Quijote y Sancho Panza, los grandes personajes sobreviven a sus creadores. Y la afirmación es rigurosamente cierta. Inodoro bendijo la soledad pampeana que los protegió de la pandemia a la Eulogia, al Mendieta y a él, pero, por las dudas, les hizo un ventilado barbijo tejido con tientos. Preocupado por los glifosatos, porquería nada folklórica, ahora es miembro de la Unión de Trabajadores de la Tierra y está a favor de la ecoagricultura. El Mendieta usa una pipeta antipulgas y garrapatas hecha con un destilado de pasto y hojas de ombú. La Eulogia, cansada del trajín de la cocina, se compró un celular y a veces pide delivery. Hasta quiso festejar Halloween, pero Inodoro se puso firme y la invitó a bailar El Pericón. Boogie formó parte de una barrabrava y luego fue contratado por un señor muy gritón que tiene un quincho muy piloso en la cabeza. Eso sí, Inodoro tiene cierta resistencia al veganismo. Sigue diciendo las mismas cosas que cuando vivía su creador. El otro día, mientras miraba un ejemplar bobino repitió: „¡Mire esta vaca, Serafín! Musa inspiradora de miles de composiciones escolares… ¡Y ahora es acusada de traficante de colesterol por el naturismo apátrida! Nos da su leche, su carne, su cuero. :¡Lo quiero ver a usté haciéndose una campera de zapayitos!“