«La pobreza aumenta el ingenio y en mi tierra abunda la originalidad, piecitos sucios, sinfonía de barriguitas, los malos tiempos llegan y no se quieren marchar…», canta Érika Córdoba, una de las raperas que integran el volumen Haciendo rap juntxs (Leviatán). Érika tenía once años cuando descubrió que quería dedicarse a la música. «Estaba caminando por Constitución y encontré un pendrive. Cuando llegué a casa, descubrí lo que tenía adentro: música de rap de todas partes del mundo. Ahí, fui conociendo diferentes artistas y empecé a adentrarme en la cultura del rap. No sé a quién perteneció ese pendrive, pero había artistas del under y no cualquiera escucha esos exponentes. Se me abrió un mundo por azar«, le dice a Tiempo.

Foto: Gentileza Martín Biaggini

Haciendo rap juntxs, una antología de letras de raperos y raperas del conurbano bonaerense, compilada por Martín Biaggini y Josefina Heine en el marco del Proyecto de Vinculación Territorial de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, está lleno de este tipo de historias. El rap llega casi por casualidad y cambia el curso de las cosas, genera sentido de pertenencia y una confianza plena en la potencia de la palabra para contar diversas realidades. 

Cuando el rap abre caminos

«Hay una fuerza colectiva que es muy poderosa y que nos parece importante mostrar, discutir, pensar de forma constante. Los raperos y raperas manifiestan (…) una realidad que es la de muchos, la de muchas. Y no se trata solo de realidades cotidianas, del barrio, de historias comunes, sino de formas de ver el mundo, de modos de pensarse, de estrategias de posición frente a la realidad y la coyuntura (…). El rap, muchas/muchos cuentan esto en sus letras, abre caminos, ayuda a contar lo que a veces no se puede, pone de manifiesto lo que se calla y transforma todo en literatura», explican los compiladores en la introducción del libro.

Foto: Gentileza Martín Biaggini

Ese recorrido hacia la literatura lo empezó a transitar, después de un accidente, Jonathan Ariel Gallo «Me lastimé la rodilla jugando a la pelota en un campeonato de barrio en el potrero y a raíz de eso tuve que quedarme en reposo mucho tiempo, lo que me impedía trabajar, yo trabajo en la construcción», cuenta a Tiempo y continúa: «Un día, mientras estaba en reposo, llega un amigo mío, Kike Flow, que había estado privado de su libertad y me muestra las canciones que había compuesto en la cárcel. Ahí empecé a conectar con el rap y a dedicarme de lleno a esto», dice Jonathan, quien también es portavoz del movimiento «Del 22 Pal> Mundo Entero» y organiza eventos urbanos con el fin de inculcar la diversidad de género como expresión.

Foto: Gentileza Martín Biaggini

Una cuestión de pertenencia

Daniel Fernández al igual que el amigo de Jonathan, encontró el rap en contextos de encierro, en su adolescencia. Ahí, a través de talleres de literatura del Programa de Extensión en Cárceles de la Universidad de Buenos Aires, empezó a escribir poesía. Poco a poco descubrió en el rap una manera de conectar la literatura con su pasión por la música y la producción de radio. «Así empecé a darle forma a esa poesía, empecé a darle más ritmo a las letras y a grabar», dice Daniel a Tiempo.

«El hecho de ser un pibe de barrio, de Villa Soldati y haber estado privado de mi libertad en su momento, me hizo transitar por distintos espacios con otros pibes que estaban en la misma situación y eso genera una cuestión de pertenencia o no pertenencia muy marcada. Estás ahí, los pibes te empiezan a mirar y hacen una lectura de vos; de ese resultado depende que te acepten o no. En cambio, ahora, cuando voy por la música (NdR: actualmente Daniel trabaja para la Defensoría del Público dictando talleres en distintas cárceles del país), cuando canto con mis rimas, que siempre están ligadas al contexto de encierro, a la problemática de los barrios, los pibes en situación de consumo o el gatillo fácil, la situación es totalmente diferente. Cada vez que alguien no me conoce y me está mirando de reojo y rapeo, todo el mundo ya se me acerca, me habla, pide otro tema, se ponen contentos, lloran, se sienten identificados, se genera un lazo al toque, no hace falta que nos conozcamos, que nos sentemos a tomar una cerveza, que me escuchen, que me analicen y todo eso. Me di cuenta de que así se genera un clima de mayor empatía, se produce algo fuerte, hay una energía bien potente que conecta y fue, después no importa quién sea o qué pasó o de qué barrio soy, dije algo que los demás sintieron propio», cuenta Daniel, quien también es fundador de «Activando Producciones», un proyecto independiente que busca darle la oportunidad de grabar y enseñar a producir a cualquier pibe o piba de barrio.

Foto: Gentileza Martín Biaggini

En «Por qué», una de las canciones compiladas en Haciendo rap juntxs, Daniel canta:

les duele sé que les duele les re duele /que venga uno como yo /y se note que puede (..)/ la mayoría odia cruzarse con esto /que semanifiesta que la boquea / que reclama y algo quema /es quema quema quema /si arde adentro que arda afuera /que arda afuera siempre / donde tiene que arder /para que se enteren que arde y duele

Haciendo rap juntxs se presenta el jueves 22 de junio a las 18 horas en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), en el auditorio Leonardo Favio (Avenida Calchaquí 6200, Florencio Varela, Provincia de Buenos Aires).

Algunos de los integrantes del colectivo también producen Rapeando la posta, un programa de radio que se emite los martes de 18 a 21, desde Radio Sur en Parque Patricios.

Foto: Gentileza Martín Biaggini