Entiendo que para una publicidad de laxantes poner a un hombre no distrae el pensamiento del espectador de lo asqueroso del tema, en cambio una mujer bella y grácil no se asocia en forma tan directa a la materia en juego; nos hace pensar en algo bello mientras, alegremente, tratan de vendernos algo para, digamos, exonerar el vientre.

En Medicina se dice –o se decía– que las mujeres suelen ser más estreñidas que los hombres, por una cuestión cultural: intentan ocultar lo repulsivo. Si un adolescente hace ruidos escatológicos puede pasar como una gracia, si los hace una mujer se interpreta como un rasgo de mal gusto. Así como el alcoholismo femenino se esconde más que el masculino, que es visto con más indulgencia, es menos descalificador y más aceptado como costumbre. En tanto el hombre bebe en público y existen instituciones específicas para ello: los bares o pubs, la mujer bebe –o bebía– en la casa, igualdad de los sexos mediante, ahora ya no se oculta tanto. Sé con seguridad que es raro encontrar una mujer que sepa expectorar y escupir la flema. Y eso es enteramente cultural, no hay estructura anatómica que lo impida, sí, tal vez, los ruidos y muecas acompañantes. Quizá la menstruación, considerada impura para muchas culturas, funcione como el núcleo de esta lucha contra lo asqueroso, esta permanente lucha para permanecer inmaculada, como la virgen.

El viejo diccionario etimológico de Monleau dice en la entrada “Mujer”. Mujer, Muyer. En catalán muller, moller, en italiano, moglie, del latín, mulier, mujer, derivada, según algunos autores, de mulgere, ordeñar, porque en la casa rústica la mujer es la que suele ordeñar. Pero, oh sorpresa, en la misma página, algunas entradas más arriba, se lee “Mugre”. Según Covarrubias, del latín mulgere, ordeñar, por ser la mugre, grasa que destila el cuerpo… «