Al cumplirse 10 años de la partida del gran músico Gerardo Gandini, el Centro Cultural Borges llevará a cabo el ciclo “Gandini en el Borges – 10 al ∞” entre este jueves 16 de marzo y el domingo 19. En los cuatro conciertos se interpretarán diversas obras del creador de un universo sonoro personal que trasciende los límites del ámbito de la música académica.

Este homenaje a su figura y su obra está coordinado por Marcelo Delgado, quien también está al frente del ciclo Industria Nacional dedicado a la música contemporánea que se extiende hasta fin de año. En diálogo con Tiempo, el compositor hace una semblanza del recordado artista.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

– ¿Cuál es la trascendencia de la obra de Gerardo Gandini y por qué creés que su figura es tan respetada en todo el ambiente musical?

– Una de las virtudes de Gerardo es que trascendió la figura fantasmal que se tenía sobre el compositor. El compositor de música académica, término que creo que suena mejor que el de música culta y todavía mucho mejor que el de música erudita, es un gran misterio para la gente. No se sabe cómo y dónde trabaja, si tiene horarios o métodos. Algo parecido sucede con el trabajo de un pintor o de un escritor. Pero la figura del compositor ha sido fantasmal incluso para los propios artistas. Por ejemplo. Quizá los pintores escuchan a Bjork o a Beethoven, pero no saben nada del compositor que vive en su misma ciudad, que va a los mismos bares, que camina por las mismas calles o que paga los mismos impuestos. El compositor se transforma entonces en una persona de la cual no se sabe cómo vive o cómo piensa. Gandini se involucraba en diversos aspectos de la vida cultural y social y, ente sentido, seguía, en cierto modo, la línea que tenía el compositor Juan Carlos Paz, que era un gran comentador y discutidor del mundo cultural argentino.

– ¿Él sentía que formaba parte de un todo cultural, más allá de los géneros o estilos?

– Para él el mundo académico era recatado y un poco “pobretón”. Y él se metió con todos: tocó con Piazzolla, hizo arreglos orquestales para Fito Páez, trabajó con Griselda Gambaro, fue muy amigo de Ricardo Piglia. Tuve el honor de haberlos presentado en una reunión en mi casa. Se conocieron y a los cinco minutos Gerardo le propuso hacer una ópera basada en su libro La ciudad ausente, de la cual Piglia se ocupó de hacer el libreto. Desde ese primer encuentro se hicieron amigos entrañables.

– ¿Qué legados importantes pensás que dejó para nuestra música?

– La figura de Gandini deja varios legados muy fuertes. El primero es su música, obviamente, ya que él le buscó la vuelta para salir de los clichés europeos imperantes. Y también, en cierto modo, para alejarse de la influencia de Alberto Ginastera, que fue uno de sus dos maestros. El otro fue Goffredo Petrassi, con quien estudió en Italia. Él encontró la argentinidad en la universalidad que planteaba Borges, abrevando en distintas fuentes y, sobre todo, no renegando de todo aquello de lo que siempre fue amante, como el jazz o el tango que escuchaba de muy chico.

– Él menciona que cuando estaba en un país extranjero y se ponía a silbar algo siempre elegía un tango.

– Pero en un principio no tocaba y no tenía relación con el tango. En realidad, reconoce que fue Piazzolla el que se lo enseñó a tocar. Cuando Ástor lo convocó para formar parte de su quinteto y lo escuchó por primera vez, le dijo “tocás el tango como un tano, yo te voy a enseñar”. Y le explicó de qué manera había que ponerle “mugre” a la forma de interpretar el tango en el piano.

– ¿Su figura trasciende el ámbito del circuito musical académico?

– Es así. Fito Páez, por ejemplo, siempre tuvo una gran admiración por él. Si vos preguntás por algún compositor de música actual, el primer nombre que aparece siempre es el de Gandini. Ni siquiera aparece el nombre de Ginastera que ya es una figura histórica. Y esto sucede a pesar de que fue contemporáneo de grandes maestros como Francisco Kröpl, Mariano Etkin, Marta Lambertini o Julio Viera. Y ese es el segundo legado, el haber podido trascender la tribu musical para que su nombre sea reconocido como compositor en las otras tribus. El tercer legado es que fue un gran impulsor de la música contemporánea. Organizó cursos y ciclos en la Fundación San Telmo, en el Instituto Goethe, en el Centro Cultural Recoleta, fundó el Ensamble de la Fundación Omega, fundó el Centro de Experimentación del Teatro Colón junto con el entonces director del teatro Sergio Renán. Siempre tuvo un espíritu inquieto y emprendedor.

– Y ese espíritu lo llevó a acercarse a diferentes disciplinas artísticas.

– Absolutamente. Siempre tuvo la idea de escribir una novela, cuyo inicio sería “en el comienzo de aquel verano interminable”, que finalmente fue el título que se utilizó para el libro que publicó hace poco el Gourmet Musical, con textos de diversas procedencias escritos por él y entrevistas que le hicieron en algún momento. Finalmente nunca concretó lo de la novela, pero si se lo proponía, también podría haberse dedicado a la pintura. Era una persona ávida de conocimiento, un gran lector, escuchaba mucha música y, como pianista era un improvisador extraordinario. Su personalidad se la podría representar como las figuras de un caleidoscopio.

– ¿Apropiarse de otros géneros, como trabajar sobre canciones populares como La telesita o Flores negras e incluir nombres en sus obras de otros creadores formaba parte de su manera de ofrecer puntos de contacto con otros géneros y referencias?

– Sì, Lo hacía con ese sentido. Él estiró los límites de su territorio. Incluir menciones a Keaton, Satie, o a La casa sin sosiego, una obra en la que toma el mito de Orfeo y lo reformula como para que se lo vincule con el tema de los desaparecidos es un recurso que forma parte de voluntad de trascender la estrecha división de los géneros creativos.

– ¿Qué importancia tuvo en él el haber formado parte del Instituto Di Tella?

– Cuando Ginastera funda el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) en el Instituto Di Tella, a principios de los años 60, el que lo secundaba era Gandini, que en ese entonces tenía 26 años, y era uno de los que les daba clases a los becarios que venían de diversos países de América Latina. Y esta experiencia le dio la posibilidad de estar en contacto con Luigi Nono, Iannis Xenakis, Olivier Messiaen entre otros, que fueron invitados para dar clases especiales en el Instituto. Los 60 fueron culturalmente una época de oro y de experimentación. Y en Argentina hubo una gran explosión del boom literario, del nuevo teatro, surge el Nuevo cancionero en la música popular. Hay una infinidad de vectores que confluyen para que esto ocurra en ese momento y Gandini absorbe todo esa atmósfera que incluye en toda su obra musical. La influencia que tuvo el CLAEM en su momento fue importantísima. Muchos de los becarios que vinieron a participar del centro luego replicaron la experiencia en sus propios países. En ese sentido el CLAEM  fue un faro para toda una generación de compositores latinoamericanos. Además, había personalidades como el ingeniero Fernando von Reinchenbach, que es el creador de los primeros aparatos para producir música electroacústica en el país, de la cual Kröpl fue el mayor impulsor. Pero a Gerardo no le interesó mucho involucrarse en la música electroacústica. Sólo la incluyó en algunas pequeñas composiciones.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

– ¿El homenaje a su obra tendrá continuidad a lo largo de toda la temporada?

– El último concierto del ciclo “Gandini en el Borges” coincidirá con el primero del ciclo “Industria Nacional”, que se extenderá hasta fin de año. En el segundo concierto de este ciclo vamos hacer el estreno de una obra para guitarra y cinta que Gerardo compuso en la época en la que estaba trabajando con Irma Constanzo, y que fue reconstruida mediante un trabajo de arqueología sonora, ya que la partitura original se perdió. Además, en cada concierto del ciclo Industria Nacional, se interpretará una obra de Gandini, como homenaje a la figura de uno de los grandes compositores que tuvimos en nuestro país de la última mitad del siglo XX. Cuando se toma conciencia de la ausencia de algunas personas valiosas e imprescindibles como, en este caso, Gandini, uno se siente un poco huérfano. Por eso es necesario tener presente su obra y hacer vigente su legado.

Los conciertos del Ciclo “Gandini en el Borges – 10 al , se llevarán a cabo en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525, CABA, con entrada gratuita. Reservas: https://centroculturalborges.gob.ar/…/gandini-por…/

Programación

Jueves 16 a las 19, Sala Norah Borges

Círculo de lectores III, de Marcelo Delgado (sobre un texto de Gerardo Gandini)

Viernes 17 a las 19, Auditorio Astor Piazzolla

Sebastián Gangi, piano. Sonata VII y Postangos

Sábado 18 a las 19, Auditorio Astor Piazzolla

Silvia Dabul – E sarà

Domingo 19 a las 19, Auditorio Astor Piazzolla

Colectivo Gandini

Programa (obras de Gerardo Gandini): Piagne e sospira, Trioneiron, Soliloquio in memorian Francis Poulenc, Sonata para cello, 1er. mov, Estudio para la descripción de la luna, Porgy’s Dream.