Rep parece confirmar a veces que un dibujante y humorista gráfico se expresa sobre todo a través del lenguaje de su arte. Sin embargo, él  revelò una faceta no siempre perceptible ni en su programa televisivo ni en el radial.

A primera vista es alguien bastante lacónico, encerrado en un silencio creativo necesario para que el que fluya sea su dibujo. Sin embargo, en determinadas circunstancias su conversación también fluye y lo hace a borbotones, como en el podcast que grabó con Adrián Lakerman para el programa Radial Comedia.

En qué circunstancias habla y en cuales calla. Qué dice cuando habla y qué dice cuando calla.  

-Siempre te percibí como una persona muy silenciosa concentrada en sus dibujos.  Sin embargo, en el podcast que hiciste para Comedia, estabas particularmente elocuente. ¿Qué es lo que determina que seas de una forma o de otra?

-Soy elocuente y locuaz cuando hablamos de las cosas sobre las que sé más que son el dibujo y el humor. A la gente de la cultura nos llaman más para hablar de cualquier tema, para opinar de Maradona, el Mundial o algún acontecimiento que haya sucedido en Ucrania o en cualquier otro sitio. Allí uno balbucea y tiene dudas. No es tu tema. Es aquello que laburás por tu oficio, pero no es aquello sobre lo cual reflexionaste toda tu santa vida. Lo que más me interesa es el dibujo y vengo pensando en eso desde chiquito, sufriendo y gozando con el dibujo, con las soluciones que tengo que encontrarle. Cuando voy a un simposio o me encuentro con un dibujante, me doy cuenta de que es mi materia. Ahí puedo opinar porque sé que en eso soy sabio, sobre todo en el dibujo de línea, lo que se llama el noveno arte que son la historieta y el humor. Sobre eso tengo un gran colchón y confío en mi sabiduría porque todos los días pienso en eso, mi mano piensa. El humor va mutando porque es algo más teórico, pero a la hora de opinar sobre él también  parece que lo pensé mucho. Mi arma es la línea, pero mi lenguaje es el humor. Si no hago humor, igual siempre esto viendo todo de una manera paradojal, de una manera cubista que tiene que ver con la mirada lateral que tenemos los humoristas. No tengo una definición propia del humor, entonces me valgo de definiciones que han dado otros. Me veo más certero en el campo del dibujo que en el del humor gráfico, donde a veces no soy comprendido del todo. El dibujo no requiere de tantos códigos como el humor. El humor requiere de códigos y complicidades y entonces es muy difícil llegar. En otros lugares, en otros países, hago un dibujo y se me entiende, pero quizá hago algo de humor y no se entiende porque no tenemos las mismas complicidades.

-Es decir que el humor requiere de códigos comunes.

-Sí, si no, no  funciona. Vos podés hacer un dibujo mudo y es universal, aunque no comunica todo lo que sentís anímicamente o las cosas que van pasando en la sociedad. Pero un chiste de náufragos funcionó en 1870, en 1950, en 1999 y funciona ahora, aunque no cuente todo. Cuando te encontrás con alguien que ha reflexionado sobre el humor como Adrián, decís acá me despacho y cotejo con ese alguien que ha pensado y que no tiene que ver con el tipo de periodismo que te pregunta sobre el humor y que pase el que sigue. Sobre el dibujo y el humor podría hacer jornadas de 20 horas y ahí soy locuaz. Cuando voy girando con Saborido, él habla del peronismo y de otros temas, yo lo acompaño, pero no podría hablar con la fluidez con que hablo del dibujo  y del humor. Lo que se dio en el podcast es que me llamaron para hablar de algo que merece un recorte y una reflexión.

Foto: Télam

-Pero  mismo entrevistador dice que vos a veces sos muy lacónico y no sé si tenés conciencia de hasta dónde resultás desconcertante, por ejemplo, cuando respondés  un mensaje de WhatsApp.

-No sólo soy desconcertante, sé que a veces resulto hasta agresivo,  porque yo también tengo algún lacónico que me responde con monosílabos y uno dice: la puta madre, por qué no contestás algo más. Yo tengo un laconismo gráfico. Pero engo un hermano, Ricky, que también dice “dale”, “bueno”, “genial”. Sé que mi laconismo tiene alrededor un pensamiento, no es que me esté escapando, es que hay una síntesis que a mí me interesa mucho.

-Me causan gracia a veces tus WhatsApp porque me recuerdan  esas entrevistas que hacen a veces algunos  periodistas jóvenes que formulan pregunta larguísimas con muchas citas de escritores para lucirse y el entrevistado les contesta luego de un párrafo que ocupa 15 líneas, “si” o “no”.

-Pero una cosa es un reportaje y otra es un WhatsApp. Un WhatsApp es algo funcional, rápido, que siempre es frío, que genera muchos malosentendidos  porque no hay gestualidad, no  hay presencia. Pero en una  parrafada larga de un periodista pretencioso, a veces es irónico contestarle “sì” (risas). Todas las circunstancias son distintas pero no creo haber sido un contestante de entrevista tan lacónico como para ser monosilábico. Cuando uno tiene más experiencia en reportajes, creo que tiene que hacer la de Borges, es decir, no contestar directamente, sino ser disparado y caprichoso y hasta mentir. Si me preguntan cuándo pubiqué por primera vez, ya sé cuál es la respuesta, pero me da un poco de lástima a mí mismo el desperdicio de mi respuesta.  Entonces va a llegar el día en que voy a contestar de otra manera y eso requiere de ficción, de mentira y algo de diversión que no sea la certidumbre biográfica. De otra manera, me voy a pasar la vida diciendo “Comencé a publicar a los 14 años en Cuarta Dimensión.  Si son datos que el periodista puede buscar, me parece mejor que no te los pregunte. Por ejemplo, lo entrevisté a Carlos Rottemberg y traté de no preguntarle por cosas que yo ya sabía o que son las del “enciclopedismo Wikipedia”.

-Digamos  que podés explayarte mucho, pero que sos alguien que maneja muy bien los silencios. Por ejemplo, en tu programa televisivo a veces me hiciste pensar en Fabián Polosecki que ponía silencios en un medio que, por definición, busca el ruido.

-Claro, pero no es lo mismo preguntar que responder. A veces, si el entrevistado no completa, el que entrevista se ve obligado a contestar. Últimamente me hacen muchas entrevistas no porque uno sea importante, sino porque hay cada vez más lugares donde se requieren entrevistas. Entonces no es lo mismo si te llama por ejemplo, alguien de Comodoro Rivadavia, de Ayacucho o de donde sea  a quien no conozco. No es lo mismo que hablar con vos, porque a vos te conozco, tengo un nivel de empatía y puedo ser locuaz, pero yo no sé con qué me va a caer alguien a quien no conozco. Una entrevista que se hace por primera vez es una invasión. Entonces andás midiendo lo que decís, salvo que te drogues, te emborraches y entonces vas a ser locuaz, imbécil o brillante. Si no, entrevistador y entrevistado se están midiendo. Salvo que haya una empatía inmediata, esa entrevista es una especie de duelo raro. Ser entrevistador es un oficio, pero de a poco, ser entrevistado también lo es. Eso lo ves en Borges.

-Claro, sus entrevistas podrían considerarse parte de su literatura.

-Sí, la diferencia es que él nunca entrevistó. En todo caso, era  un buen entrevistador de sí mismo.  Vos y yo sabemos porque entrevistamos que en toda entrevista hay algo de invasión. Borges siempre ha sido invadido, no invasor.  En todas las entrevistas está creando un personaje, no le importa la fidelidad de la respuesta, le interesa hacer de esa entrevista una pieza literaria. Transformó el rol de entrevistado en un oficio.

-Vos hacés  un poco como hacía Polosecki, a quien todos admiran pero hacen exactamente lo contrario. El periodista televisivo tìpico es el que no deja hablar a un entrevistado y no es tu caso.

-Si, pero Polosecki era un periodista y yo no lo soy, iba a la yugular con un silencio que también hemos visto, por ejemplo, en El perro verde con Quinteros. Pero ahí hay piezas actorales en las que tanto Polosecki como Quinteros con el silencio generaban una tensión dramática que requiere de una gran seguridad y cierta psicopatía. Carrizo, en cambio, que fue un buen entrevistador de Borges, no hacía silencios y por ahí hasta interrumpía, pero eran buenas entrevistas igual porque conocía el tema. Lo que provocaba Poloscki es lo que puede generar un periodista con capacidad actoral. Yo carezco de eso. No manejo mis silencios. Mi tensión en las entrevistas de televisión tiene que ver con el dibujo que estoy haciendo. El dibujo me permite esos silencios porque en tanto estoy escuchando muy detenidamente para ver qué pregunto, también estoy dibujando es la base de mi oficio. Creo que el programa salió bastante bien porque lo que hice es traer al entrevistado o entrevistada a mi tablero. No puso una mesa con un potus. El dibujante pregunta, pero dibuja y creo que ahí hay una tensión dramática que no buscamos, pero que se dio y ese es el valor que tiene el programa. Si tuviera que hacer entrevistas a lo Poloseki o a lo Quinteros, no me saldría. No salto a la yugular, Me dan títulos para zocalear y yo los dejo escapar porque no me gusta esa invasión, porque quiero ser suave, amable, porque quiero ir por andariveles más estéticos. En este sentido, soy el antiperiodismo, soy un desastre. Soy entonces locuaz cuando dibujo y cuando alguien como Adrián me pregunta por las dos aristas de mi oficio. Pero cuando entrevisto a un par, es un disfrute. Cuando la entrevisté a Renata Schussheim hablamos de tintas, de plumas, de papeles, de recursos…Ahí sí interrumpo y soy una especie de bestia que no deja hablar (risas).

Quizá no lo pensaste, pero el hecho de concentrarte en el dibujo, hace que el entrevistado no se sienta observado, que esté un poco solo, más libre.

-Si no lo había pensado, pero por ahí habría que preguntarles a los entrevistados si el hecho de que no haya un periodista rubio que los mira permanentemente o un periodista que busca que le digan algo por la cucaracha  es incertidumbre o libertad. Mi dentista me pregunta si no es una falta de respeto que esté mirando la hoja. La gente está acostumbrada a ojos que se enfrentan como en un duelo. Yo necesito que el otro sepa que, a pesar de que estoy dibujando, estoy atento.

-No creo que haya una falta de respeto en no mirar porque estás dibujando algo que les vas a regalar.

-Pero la mayoría de los entrevistados no lo sabían. Tampoco yo lo sabía. En la primera entrevista del primer Mundo Rep, el entrevistado era Verbistsky. No le podía sostener la mirada todo el tiempo y entonces tenía una hoja y me puse a dibujar. Lo inventé durante la marcha. Luego, ya en la segunda entrevista que era a una enfermera del Irizar, ya me puse a dibujar de entrada, pero ella no sabía que estaba haciendo un dibujo para regalarle. Mucha de la gestualidad final, cuando entrego el dibujo era muy espontánea porque no esperaban que se los regalara.  No fue algo planeado por la producción. Cuando terminé la entrevista con el “Perro” y vi la reacción, el agradecimiento, pensé que eso lo tenía que usar.

-Te  he visto dibujar en público en distintas circunstancias, no solo en la TV. ¿Qué significa para vos dibujar en presencia de otros cuando hacés, por ejemplo, un mural y estás rodeado de gente?

-Ahí estoy en permanente lucha conmigo mismo, no la estoy pasando bien todo el tiempo porque la vertical no es una posición cómoda, porque no llevé un dibujo preparado de mi casa, porque tengo que acercarme y alejarme para ver y el humorista gráfico no suele hacer dibujos sobre pared, sino sobre el tablero. Cada vez que trabajo una pared siento que tengo que aprender todo de nuevo  La gente ve sólo una espalda de alguien que dibuja, pero  esa espalda no la pasa bien todo el tiempo. Está luchando contra una forma que en la cabeza tiene una idealización pero que, cuando se lleva a cabo es traicionada por la mano. Lo que está en la cabeza no tiene nada que ver con lo que va saliendo en público. Cuando está por el 50 por ciento te parece que el mural se te escapa, Cuando vas por el 80 por ciento sentís que el mural te parece que está, pero hay toda una angustia entre el 20 y el 70 por ciento. La pared te parece indomable y la única manera de domarla es traicionando la primera idea que tenía en la cabeza. Si llevo algo preparado siento que para eso es mejor pegar  un plotter.  Necesito pelearme con la pared sintiéndome vigilado. Pero nunca sentí que el público me invadía. Ahora me acostumbré y mi pelea es otra. No hay una búsqueda de agradar al público. Lo que único que me importa es logar una obra plástica que me satisfaga y les deje algo algo a los demás.