Acaba de recibir el mayor galardón de la literatura española, el Premio Cervantes el considerado el Nobel de las letras hispanas. Además de ser definitivamente consagratorio está dotado de 125.000 euros. Pero, quién es Luis Mateo Díez, su flamante ganador, uno de los «grandes narradores de la lengua castellana, heredero del espíritu cervantino y creador de mundos imaginarios», según fundamentó el jurado que le otorgó el galardón. Entre otras consideraciones, el jurado dijo, además, que tiene una  «prosa singular, que sorprende por sus continuos y nuevos desafíos».  Destacó también «su pericia y dominio del lenguaje, así como su humor expresionista con el que retrata la complejidad humana».

El jurado de este año estuvo integrado por los dos ganadores de las ediciones anteriores, Cristina Peri Rossi y Rafael Cadenas, y por el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado. También fueron parte del jurado, a propuesta de la Academia Cubana de la Lengua, Luisa Campuzano; por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Antonio Lorente; por la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL), Laurette Godinas; por el Instituto Cervantes, Javier Rioyo; por el Ministerio de Cultura y Deporte, Raquel Lanseros; por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), María Jesús Chao; por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), Juan Carlos Camaño, y por la Asociación Internacional de Hispanistas, Madeline Sutherland-Meier.

Foto: Real Academia Española

Luis Mateo Díez

Nacido en 1942 en la localidad española de Villablino (León), es licenciado en Derecho, miembro de la Real Academia Española desde el 21 de mayo de 2001 y funcionario jubilado del Ayuntamiento de Madrid.

Su vocación literaria, según se consigna, sería una suerte de sublimación. En realidad lo que deseaba hacer en su adolescencia  era matar al dictador Francisco Franco, el “generalísimo”. Por suerte para él y para el resto del mundo que posiblemente su hubiera visto privado de su escritura, desvió su deseo hacia un objetivo más positivo y se hizo escritor.

Se consagró con  la trilogía formada por «El espíritu del páramo», «La ruina del cielo» y «El oscurecer». Del mismo modo que Juan Carlos Onetti y William Faulkner con ella fundaba también un espacio imaginario, el reino de Celama que tuvo varias adaptaciones teatrales. Hace más de medio siglo publicó su primer libro de cuentos Memorial de hierbas. Sus novelas cortas han sido reunidas bajo el título Fábulas del sentimiento. En 2014 publicó La soledad de los perdidos. y en 2015, Los desayunos del Café Borenes.

Entre sus última publicaciones figuran Vicisitudes, El hijo de las cosas, Gente que conocía en los sueños, Juventud de cristal, Celama (Un recuerdo) y Mis delitos como animal de compañía. Su último libro es El limbo de los cines, un conjunto de relatos.

El humor parece ser una de las cualidades distintivas del escritor. Sus primeras palabras públicas luego de recibir el Premio Cervantes no fueron solemnes. Por el contrario, confesó que estaba dormido y que no entendió bien quién le hablaba.

Por otra parte, en una entrevista realizada en 2018 por Colofón. Revista Literaria afirmó: “A mí los años, además de una experiencia de la vida con muchos elementos de infortunio y de desgracia, me han proporcionado una lucidez humorística, una capacidad de interpretar las cosas de una manera más distorsionada. Esto me ayuda a convivir con la realidad que vivimos, muy desquiciada y poco interesante. Vivimos en un mundo donde los excesos de comunicación procrean una vida exterior que parece que está en contra de la vida interior. Mis personajes tienen una vida interior intensa, un punto muy secreto y esas ciudades amparan esa intensidad y ese secreto. Son novelas que se pueden leer para contrastar con la vida que llevamos.”

En 2022, con motivo de la publicación de Celama, le decía al suplemento El Cultural del diario El Español:” En mi aprendizaje de vida y literatura está la oralidad, sí. Tuve la suerte de vivir en ámbitos concretos y vecinales porque crecí en un valle perdido, así que estoy más cerca del niño de la edad media que del niño de la edad tecnológica. En aquella época había algo atado a la tierra y a la supervivencia, además de la posguerra y los residuos de un sufrimiento colectivo, asunto difícil de entender para un niño. Sin duda, ese caudal forma parte del subsuelo de mi escritura. La cantidad de voces que hay en mi obra es el resultado de todas las voces que he escuchado. En definitiva, aquellos tiempos no eran buenos para nada, pero ahora que soy mayor considero que el olvido es más piadoso que la memoria.

En la misma entrevista aseguró: “La ficción me resulta más interesante que la vida misma”.

Sus declaraciones, sin duda, son  un resumen elocuente del sustrato de su obra que, seguramente, Premio Cervantes mediante, comenzará a leerse más en Argentina, donde el escritor no es demasiado conocido.