El escenario permite percibir abiertamente la vida secreta de los objetos. Las cosas, en el sentido más amplio, cobran valor poético y dramático al presentarse ante el público. En este tipo de teatro, los clásicos títeres, es decir, los muñecos manipulados, se mezclan con otras disciplinas como artes visuales, performance, actuación, instalaciones. Cada pequeño detalle tiene un valor que va más allá del texto. Hasta el mínimo fragmento de la escenografía cuenta una historia.

Esta rama de las artes escénicas no sólo apunta a los niños, por eso el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543) presenta el ciclo Teatro de títeres y objetos para niños, adolescentes y adultos. Esta es la especificidad que el festival propone por noveno año consecutivo. Las piezas exhiben una diversidad de planteos forjados mediante distintas técnicas, puestas y dramaturgias, realizadas por compañías de prestigio.

Karina Gozzi, que forma parte de la coordinación del ciclo, explica que cuesta más que se acerquen los adultos en su calidad de público específico y no sólo como acompañantes. «Pero en sus orígenes no es infantil, los títeres ancestralmente acompañaban al pueblo en situaciones de protesta social, de crítica al poder. Por su carga picaresca, irónica y cómplice podían decir cosas que no les estaban permitidas a las personas». 

Para Gozzi, la clave está en la animación, «porque un títere es cualquier objeto en situación dramática». Al darle vida a un objeto, se vuelve a prácticas y emociones primarias: en el juego una lapicera se transforma en una espada, un títere puede volar. «Esta experiencia, que aborda temas que atraviesan lo humano, no es privativa de los niños, se mantiene en los adultos que se animan a acercarse».

Tarabuz, una suerte de contra-fábula, es una obra para adultos que ha rodado por la Argentina y el exterior, cruza el teatro con máscaras, objetos y títeres con una puesta onírica de narración fragmentada. Aborda el tema del lenguaje y la comunicación. Esta pieza presenta dos actores en permanente interconexión con los muñecos y objetos con una escenografía muy dinámica. 

Diarios de 15, del grupo de titiriteros de la Unsam, dirigido por Ana Alvarado, también está dirigida a adultos, pero con mucha aceptación entre los adolescentes. Es un espectáculo de carácter instalativo y performático que toma los diarios y cuadernos de adolescentes escritos en distintas décadas, de 1970 a 2000, cada una representada en una pieza individual. El cuerpo y las emociones están enmarcados en la vida política, social y cultural de cada período histórico.

La Argentina en miniatura utiliza la técnica brasileña llamada Lambe Lambe, que es animación de objetos mínimos montados dentro de una caja y dirigidos a un solo espectador por vez, que rota entre las seis propuestas que la componen. Esta puesta plantea una conexión íntima que propone un viaje cultural por diferentes regiones y paisajes del país. «Teatro para espiar», lo define Karina Gozzi.

En Beethoven, la compañía Babel teatro reconstruye en pequeña escala la casa del músico en Viena, y compone personajes, escenografía y vestuarios en miniatura. Para esto, utilizan una técnica del siglo XVI llamada vertep, en la que los titiriteros están ocultos, lo que genera una magia en los chicos, público al que está dirigida esta obra. «