El deporte parece empezar a dejar atrás algunas de las excepciones a las que debió recurrir para atravesar la pandemia. Los calendarios comienzan a normalizarse, la mayoría de los estadios abrieron sus puertas al público y las famosas “burbujas” empiezan a perder vigencia. Pero sólo parece. El coronavirus, como en tantos otros aspectos, todavía cruza el ambiente deportivo. Distintas figuras del deporte de élite que se niegan a vacunarse ven cómo esa decisión empieza a afectar su carrera: deben someterse a controles más rigurosos que sus colegas o compañeros, quedan marginados de competir según las normativas de cada Estado y hasta son obligados a buscar otro club.

El caso del tenista serbio Novak Djokovic, número uno del mundo, parece ser el más resonante. “No se puede discriminar a alguien si quiere decidir por sí mismo. Estoy muy decepcionado con la sociedad mundial en este momento por presionar a las personas”, asegura el serbio, que desde el inicio de la pandemia se mostró en contra de las vacunas y fue criticado por algunos de sus colegas. “No vacunarse me parece una postura un poco egoísta”, dijo el español Rafael Nadal. Djokovic, que en agosto de 2020, cuando no había circuito ATP, organizó el Adria Tour, un torneo que terminó suspendido tras los contagios masivos de jugadores, ahora aparece de nuevo en el foco en la previa del Abierto de Australia. El país analiza cerrarle las puertas al más ganador del torneo (9) si no acepta el plan de vacunación. “Al virus no le importa el ránking ni cuántos Grand Slam ganaste”, dijo Daniel Andrews, jefe de Gobierno de Victoria, donde se juega el torneo y rige la obligatoriedad de vacunarse para los deportistas profesionales.

Pero no es el único. En Estados Unidos el debate es transversal a los distintos actores de la sociedad, pero en el deporte se vuelve más claro. El base Kyrie Irving es una estrella de la NBA: fue campeón olímpico y campeón mundial con su selección, además de conseguir el anillo de la NBA en 2016. Irving ya había mostrado su costado conspiranoico en 2017, cuando aseguró que la Tierra era plana. Ahora no sólo se trata de creencias: como el base de los Brooklyn Nets no se quiere vacunar no pudo jugar ni un sólo partido en lo que va de la temporada. Es que Nueva York no permite que las personas no vacunadas realicen deporte en gimnasios cerrados. Los Nets no pueden contar con su figura, y el base no puede jugar y eso hace que perciba la mitad de su salario. “No se trata de dinero, sino solo de la libertad de lo que quiero hacer”, dijo Irving. Adam Silver, el comisionado de la NBA, aseguró que el 96% de los jugadores están vacunados. Sin embargo, no logró que el sindicato de jugadores (NBPA) aprobara la medida de que todos los basquetbolistas deben vacunarse. Irving es uno de los vicepresidentes del sindicato. Más allá de la legislación en cada Estado estadounidense, la NBA estableció protocolos más estrictos para los no vacunados: comidas y viajes en solitarios y testeos diarios, entre otras cosas.

También en el fútbol algunos protagonistas atraviesan esta problemática. En julio, el Montreal Impact de la MLS decidió desprenderse de su delantero Erik Hurtado después de que anunciara que no se iba a vacunar. Pero no es un debate exclusivo del deporte de Estados Unidos. El suizo Granit Xhaka, mediocampista del Arsenal inglés, también mostró su rechazo a la vacuna. “Al final, el equipo y el club serán los que pagarán el precio”, contestó su DT, Mikel Arteta. José Mourinho, que en el último mercado de pases había querido llevarse a Xhaka a la Roma, le escribió a través de Instagram: “Vacúnate, Granit, y mantente a salvo”. A las pocas semanas, el mediocampista dio positivo de coronavirus. Quedó marginado de la selección de Suiza y del Arsenal. Cuando regresó, ante Tottenham, a finales de agosto, sufrió una grave lesión en su rodilla que aún lo mantiene fuera de las canchas.

En las últimas semanas, la polémica se mudó a Múnich, en medio de la cuarta ola que atraviesa Alemania. Por las restricciones impuestas por el gobierno alemán, el mediocampista del Bayern y de la selección, Joshua Kimmich, no puede concentrarse con sus compañeros: hay una prohibición de ingresar en restaurantes y hoteles para quienes no estén vacunados. Ya no alcanza con el resultado negativo del testeo. Kimmich, emblema del Bayern, no pudo jugar en la derrota del viernes ante Augsburgo. Y tampoco lo hará el martes, por Champions League, ante el Dinamo Kiev. “Esto no es Alaska, donde pasa un alce cada 750 kilómetros y un ser humano cada 1400. Estamos en la civilización”, alzó la voz su entrenador, Julian Nagelsmann. Fue más literal que su colega y compatriota Jürgen Klopp, quien también recordó que hay limitaciones para beber alcohol y conducir por los prejuicios que puede traerle a la sociedad. Kimmich, habitual titular en la selección, de 26 años, es el caso testigo de un 10% de profesionales de la Bundesliga que no pretende vacunarse. En la población alemana el porcentaje es mayor: un 30%. Una manera, según los especialistas, de explicar el rebrote.