«Yo quisiera que juegue para siempre», grita su padre Yuyo desde, por supuesto, un estadio de básquet. Y el grito recorre toda la Argentina, con las voces de una generación que lo disfrutó en simultáneo. Todos quieren que el superhéroe de la pelota naranja juegue para siempre. Pero no podrá ser. La noche de leyenda que tuvo Emanuel Ginóbili en la NBA (el lunes pasado en el 0-4 ante Golden State Warriors) no la tuvo ningún otro argentino, y si tuviera que elegir una manera de retirarse, esa sería perfecta: ovación y reconocimiento de todo el AT&T Center, los medios de comunicación, sus compañeros y rivales. Las cámaras, todas, enfocándolo una vez que se sentó en el banco con el encuentro definido hasta que, finalmente, levantó su brazo izquierdo y saludó para hundirse en el túnel, tal vez por última vez en su carrera.

Pero nada está decidido. En sus vacaciones, como lo viene haciendo desde hace dos años, volverá a definir si sigue haciendo lo que más le gusta. O no.

Y es el mismo Jorge Ginóbili, Yuyo, quien parece haber dado un indicio sin querer: “Pensamos que se iba a retirar el año pasado. Él escucha, pero toma sus propias decisiones”, dijo desde el estadio de Bahía Blanca, viendo en acción al Bahía Basket que dirige el mayor de sus hijos, Sebastián, en la Liga Nacional. Lo curioso de esas declaraciones fue que las realizó el mismo día del último juego de Manu en la NBA. El mismo horario. Ni él ni mamá Raquel estaban allá, en San Antonio, ni viéndolo en la tele. Sabiendo de la pasión de Yuyo por el básquet, no se perdería los últimos momentos de Manu en la NBA. Y hay más datos que podrían servir para ilusionar con una nueva temporada del zurdo: lo único seguro que se sabe sobre su futuro es que seguirá viviendo en San Antonio, al menos hasta que sus hijos Nicola, Luca y Dante terminen la escuela. Nacieron y se criaron allí.
Además, como en la NBA no hay tiempo que perder, los Spurs ya piensan en un equipo para la temporada que viene y los planes incluyen a Chris Paul y a Derrick Rose, dos bases para darle descanso a Tony Parker (seis meses fuera por lesión) y aún no hay nombres para reemplazar a Manu, salvo el del húngaro del Baskonia española Adam Hanga. Quienes se irían son el australiano Patty Mills y la revelación Jonathon Simmons. Falta un pivote, que tal vez salga del draft.

Queda la sensación de que la NBA casi que lo retiró en su último partido y hasta Gregg Popovich lo quiso homenajear haciéndolo ingresar como titular, algo que no ocurría desde 2013. El bahiense se sorprendió de todo lo que ocurrió en ese Juego 4 con los Warriors al decir que «fue todo muy raro. No sé si me quisieron retirar, yo no anuncié nada. Todo esto me mueve un montón de cosas. Me dio un golpe de realidad.»

La ansiedad es grande no solo en la Argentina, sino también en San Antonio y en toda la NBA. Los medios locales no se cansan de conjeturar sobre su futuro y cada día analizan las posibilidades de que se quede un año más, y hay quienes también lo homenajean por anticipado. Cuando contestó una pregunta en español en la conferencia de prensa post eliminación, un periodista local quiso saber si había anunciado su retiro en su idioma natal.
Todos coinciden en resaltar que ya es una leyenda, sin importar lo que pase de acá en adelante. En su última aparición en público fue bastante claro: «Tengo que decidir entre dos hermosas opciones, que son jugar al básquet o disfrutar de mi familia. Gano en las dos. Siento que puedo seguir jugando, pero eso no es algo que pese en mi decisión.» El 1º de julio será agente libre y, en caso de continuar, lo hará, sin dudas, en los Spurs.

También hay que esperar para saber qué plan tienen los Spurs con Manu. En varios partidos se lo vio a Pop dejando al argentino a cargo de la charla técnica, o dando indicaciones en algún minuto pedido. Los Spurs son de reclutar exjugadores para sumarlos al grupo de asistentes, tal como lo hizo con el nigeriano Ime Udoka, como lo intentó con Fabricio Oberto hace cuatro años y como sumaron a Becky Hammon, la primera mujer en formar parte de un staff NBA. Además, dentro de ese Dream Team de entrenadores, se encuentra el italiano Ettore Messina, amigo y mentor de Manu en su paso por Bologna.

Pero si hay que esperar una decisión de Ginóbili, puede pasar cualquier cosa, como en cada uno de sus minutos dentro de la cancha. Manu es ilógico. Si no, ¿cómo se entiende que haya superado hasta sus propios sueños tras llegar desde una ciudad lejana, bien al sur, donde creció tirando en aros chuecos y con tableros de madera quebrada? ¿Cómo hizo para llegar a otro país para reemplazar al emblema de la ciudad y superarlo en todo, como con Sasha Danilovic en Bologna? ¿Cómo hizo para romper una muralla que parecía invencible o llenarse el rostro de oro y laureles en la mismísima Grecia olímpica? ¿Cómo hizo para llegar y mantenerse en la elite y empezar sirviéndoles donas a las bestias, ganarse su respeto, saber esperar el momento perfecto, meterse en el radar del universo imposible y romper las reglas? ¿Cómo hizo para transformar un deporte que en la Argentina parecía condenado a vivir de la ilusión? ¿Cómo hizo para encontrar su lugar para ser protagonista de uno de los equipos más dominantes de los últimos años? ¿Cómo hizo para ganarse la confianza de un duro coach, ser leal a un grupo, a un idea, para, de pronto, en un breve lapso, terminar convirtiéndose en leyenda, en mito? «