“Es un crack. Puedo inflarme el pecho: estoy jugando con el futuro 5 de la selección”, dice Leonardo Ponzio. Es febrero de 2012. “Me encantaría -suma Erik Lamela en abril- que venga a la Roma. Está predestinado a brillar en Europa”. Ponzio y Lamela hablan de Ezequiel Cirigliano. Con Lamela -hoy en el Sevilla- le tocó descender a la B. Con Ponzio, devolver a River a Primera. Cirigliano tiene 20 años. Ya jugó los Mundiales Sub 17 de Nigeria 2009 y Sub 20 de Colombia 2011 con Argentina, en los que compartió plantel con Emiliano “Dibu” Martínez y Nicolás Tagliafico. Ya lució la cinta de capitán de River. Ya los clubes más importantes de Europa, desde Napoli hasta Manchester United, le pusieron el ojo. Es, titulan los medios, “el sucesor de Mascherano”. Una década más tarde, Cirigliano fue detenido con una pistola Browning calibre 9 mm con 11 balas en el cargador y una en la recámara después de haber entrado al patio de una casa en Caseros, oeste del Gran Buenos Aires. Los vecinos habían alertado a la policía cuando escucharon disparos en la noche. Lo imputan por los delitos de “tentativa de robo calificado por el uso de arma”, “portación ilegal de arma de guerra” y “violación de domicilio”. Pero esto no es una crónica delincuencial.

Cirigliano estaba sin club, trabajando en una fábrica de un familiar. Había jugado su último partido como profesional el 14 de mayo, en el Cynthialbalonga de la Serie D italiana, cuarta división. Suplente, entró apenas nueve minutos en el 0-0 de visitante contra Atletico Uri. Había dejado de tomar su medicación, dijo en la declaración ante el fiscal, “debido a su profesión”. Cirigliano está enfermo: es paciente psiquiátrico del Hospital Posadas, diagnosticado con esquizofrenia. Un paciente con esquizofrenia escucha voces producto de la paranoia. Y sufre delirios de persecución y alucinaciones visuales. “No es un ladrón -dicen en su entorno-, sino que no está bien de la cabeza, de la mente”.

Entró en depresión antes de dejar River (54 partidos entre 2009-2013 y 2014-2015). En la temporada 2013-2014 se había ido a préstamo al Verona de Italia, donde su padre fue detenido por tráfico de drogas. Quiso quedarse en Italia con él pero volvió a River. Marcelo Gallardo le dijo que lo tendría en cuenta. Cirigliano se negó a viajar a la pretemporada en Estados Unidos por “problemas personales”. Empezó a faltar a los entrenamientos: se quedaba llorando en su casa, preso de la angustia. “Ezequiel Cirigliano -comunicaba el club- se ausentó por un cuadro gastrointestinal”. Pocos lo entendían. “Si no se da cuenta de que es un profesional, Cirigliano va a terminar siendo el jardinero del club”, decía Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, en julio de 2014. Al año siguiente, fue detenido en un control policial mientras manejaba una camioneta, alcoholizado y sin licencia de conducir. River lo había derivado con una psicóloga externa: el padre no lo dejaba que fuera, y a él le costaba horrores dejarse ayudar por los demás. “Nunca se lo dejó en banda, y tampoco un club de fútbol es un hospital de tránsito”, cuenta un dirigente de aquel entonces. Lo quería Matías Almeyda, entrenador de Banfield: lo había tenido como compañero y como jugador en River. Almeyda sabía de qué se trataba la depresión, porque la había sufrido en sus tiempos de futbolista. Pero se marchó al Dallas de Estados Unidos. “Prefirieron sacárselo de encima y mandarlo lejos”, escribió la periodista Verónica Drygailo, cronista especializada en la cobertura de River, que compartió tardes con Ciri en Caseros. A mitad de 2016, después de haber sido cedido a Tigre -jugó seis partidos-, quedó libre de River. Firmó con Atlético Tucumán. Sumó 84 minutos en tres partidos. En septiembre, su padre murió en un hospital de Tucumán. “Gracias por acompañarme en todo”, lo despidió Cirigliano en una red social.

Daniel Villalba, el Keko, juega hoy en Ferro. Categoría 1992, como Cirigliano -y Lamela-, lo conoce desde los 12 años, desde las inferiores de River. Se enfrentaron ya profesionales en el ascenso mexicano, cuando Cirigliano jugó en el Zacatepec, entre 2017 y 2020, antes de pasar en 2021 primero por San Luis de Quillota, de Chile, y después por Godoy Cruz (jugó sólo 24 minutos). “Es imposible que él entre a robar a una casa, pongo las manos en el fuego por él -dice el Keko, que confunde el pasado y el presente cuando habla de Ciri-. Sé que pasó momentos familiares difíciles, pero es totalmente falso lo que salió en la prensa. Ojalá que pronto pueda salir y jugar al fútbol, tiene todo el apoyo de la categoría 92, con la que tenemos un grupo de WhatsApp. Es un jugador completo, verlo jugar era hermoso, los pases que tiene se ven muy poco en el fútbol actual. Está a tiempo de retomar y de volver a ser feliz en un campo de juego, de volver a sonreír con una pelota como cuando era chiquito”. Alejandro Kohan, preparador físico de Almeyda cuando dirigía a River, cercano a los jugadores, apunta que Cirigliano necesita contención más allá de lo futbolístico. “Su caso es visible pero hay muchos chicos que lo sufren. Los jugadores son seres humanos y hay que darle un espacio más importante del que se le da a la alfabetización emocional -marca Kohan, en la actualidad también en Ferro-. Deben ser atendidos desde que empiezan a jugar al fútbol para poder expresar sus sentimientos. Son criticados y bastardeados en redes sociales. Ellos necesitan preparación para lograr estabilidad en un ambiente muy inestable. Ellos son los protagonistas y hay que cuidarlos. Y es importante también para los que no llegan a Primera”.

Diez años después de aquella frase sobre Cirigliano, Ponzio presentó el jueves su partido despedida. “Capitán Eterno”. Es el jugador más ganador de la historia de River, con 17 títulos. “Yo dije que Ciri tenía nivel de selección, que iba a crecer mucho -dijo Ponzio en el Monumental-. Pero cuando estábamos acá él transitaba etapas difíciles. La familia es importantísima. Habría que volver atrás, ver lo que sucedió, la vida que tuvo, para saber en lo que desencadenó. No digo lástima, pero si lo vuelvo a ver quisiera escucharlo, acompañarlo. Es un tema que abarca muchas cosas”.

“Estamos dándole una mano a la familia. Ya le pusimos un abogado, entre otras cosas”, dice ahora Santiago Poblet, presidente de Relaciones Públicas de River. Entrenadores que lo tuvieron en las inferiores también intercedieron ante la nueva dirigencia que encabeza Jorge Brito. Familiares de Cirigliano temen que se hiciera de un arma para hacerse daño a sí mismo. Cuando el lunes lo detuvieron, vestía una campera deportiva, un buzo del Paris Saint-Germain y un pantalón con el escudo de Boca. En algún trastorno, Ciri supo salir a trotar, a correr sin parar durante horas y horas, hasta el agotamiento físico. El fútbol no suele ayudar a la persona circunstancialmente futbolista que padece un problema de salud mental. El suicidio de Santiago “El Morro” García, en febrero de 2021, expuso el cuadro de situación: según especialistas, apenas seis de los 26 planteles de Primera contaban con apoyo psicológico. Y muchos enfocados en maximizar el rendimiento, no en el humano. Es la industria del deporte. “Es fútbol y vida, no es el futbolista sin vida”, había dicho Gallardo el sábado en la conferencia post triunfo de River ante Newell’s. Hablaba de los altibajos de un jugador, de agarrarse a algo para volver a ser, de “la gestión de un grupo humano de futbolistas”. Cirigliano todavía no había sido noticia.