Antes de que el fútbol femenino pasara a depender de la Asociación del Fútbol Argentino, unión que ocurrió en 1991, Amalia «la Negra» Flores fue la primera jugadora argentina en jugar en Europa, más precisamente en un club del área metropolitana de Nápoles. La Negra llegó a Italia con 28 años, como goleadora de Yupanqui (el entonces mejor club argentino). Allí firmó su primer contrato profesional en Caivano, un club del ascenso del fútbol femenino italiano, por cuatro meses. «El fútbol argentino es exportador de jugadores, pero será la primera vez que una mujer pise una cancha del exterior contratada por sus méritos», decían los diarios de 1990 que se hicieron ecos de la noticia.

32 años después, y con un fútbol femenino argentino semiprofesional, es cada vez más usual leer que una jugadora de nuestro país se marcha a jugar afuera. Según los últimos datos del portal Argentinos por el mundo (AXEM), correspondientes a mediados de 2022, son 149 jugadoras las que están jugando actualmente en el exterior, un número que creció un 53% en las últimas dos temporadas.

La exdelantera de Huracán, Brisa Campos, anunció la semana pasada su marcha a Birkirkara FC, de Malta, donde disputará en agosto la fase de grupos de la Champions League femenina. Campos no es agua en el desierto. Cuando el fútbol femenino argentino aún no era semiprofesional, Diego Maradona dirigió a Brisa Campos en un entrenamiento. Corría el 2017 y la exdelantera de Huracán jugaba en el club Luján, al igual que Rocío Oliva. Aquel día, Maradona se le acercó y le dijo –fiel a su estilo– «sos un verdadero rayo y te deseo lo mejor». Pelusa no se equivocó.

La tendencia masculina que crece año tras año se traslada al fútbol femenino. Este torneo –que arranca el próximo 5 de febrero con 20 equipos– aún no cerró el mercado de pases. Por reglamento, finaliza el jueves siguiente al comienzo del campeonato. Sin embargo, ya son varias las futbolistas que abandonaron libres sus clubes para irse a jugar fuera del país.

El país que más argentinas alberga según AXEM es España, seguido por Italia y Estados Unidos. Las causas son varias y las futbolistas coinciden en dos puntos: la estructura y competencia deportiva que existe en el exterior y el valor de los contratos profesionales.

En pleno año mundialista –la Copa del Mundo de Australia y Nueva Zelanda se realizará del 20 de julio al 20 de agosto–, las jugadoras buscan otro tipo de rodaje. El entrenador de la Selección, Germán Portanova, ya lo dijo tiempo atrás, en la previa de la Copa América de Colombia 2002: «La competencia en el exterior las hace más jugadoras, mucho más maduras y con mejor compresión de juego. Creo que los entrenamientos no varían mucho, pero sí el roce. El ámbito local va creciendo, pero nos falta».

Cuando Dalila Ippólito finalizó su primera temporada en la Juventus, coincidió con Portanova. El fútbol europeo no sólo le permitió vivir de ser jugadora de fútbol, sino también que le dio otras herramientas a la hora de plantarse dentro de una cancha. Pasó de tener la pelota en los pies y tiempo para crear a «tocar, pasar, pensar y analizar», cuenta.

Yamila Rodríguez, goleadora de la Copa América y finalista de la Copa Libertadores con Boca en 2022, se muda este año al Palmeiras de Brasil. Así lo anunciaron la jugadora y el club brasileño en sus redes sociales. El porqué de la decisión posiblemente sea lo que años atrás explicó la defensora de la Selección Argentina, Agustina Barroso, ex Palmeiras: «En Brasil jugamos dos torneos al mismo tiempo. La competencia es muy grande, es difícil mantener la posición, luchar en el día a día. Un torneo más hace que la exigencia física y los cuidados personales sean diferentes».

A esto se le suma que en el exterior las jugadoras se pueden dedicar cien por ciento a ser jugadoras de fútbol, algo que en Argentina no ocurre donde la mitad de las jugadoras aún son amateurs. «El fútbol argentino es más semiamateur que semiprofesional. Hoy todavía deben existir dos o tres jugadoras nomás que viven de esto. Después, una no puede vivir del contrato que le dan», declaró la mediocampista argentina, Lorena Benítez. En Argentina, el sueldo básico de las jugadoras de primera división equivale al contrato que recibe un jugador de la Primera C, la cuarta categoría masculina.

El crecimiento de la partida de las jugadoras al exterior empieza a modificar el mapa del fútbol femenino argentino. Los clubes realizan contratos que se extienden por más de un año para que las jugadoras no se marchen sin dejar algún dinero. El juego dirigencial empieza a modificarse.

A fines del 2022, por primera vez en la Argentina, una jugadora argentina fue transferida al exterior. El Houston Dash de los Estados Unidos concretó la compra de la ex UAI Urquiza, Paulina Gramaglia, y el club de Villa Lynch recibió dinero por la histórica transferencia.

«Yo nunca supe si a Yupanqui le pagaron algo, a mí me dieron 100 dólares para viajar y firmé contrato por cuatro meses», recuerda Amalia Flores en el libro ¡Qué jugadora! Un siglo de fútbol femenino en la Argentina, de Ayelén Pujol. En Caivano, jugó diez partidos y convirtió por primera vez en su vida goles de cabeza. «Porque allá te enseñaban –dice–. Te colgaban pelotas en el arco y vos tenías que saltar a distintas alturas, ganar fuerza con el parietal».  «