La final quedará en la historia por su resultado, ese 2 a 1 resuelto dramáticamente en tiempo suplementario, y allí ganó Fluminense -o, a ojos argentinos, perdió Boca-. Y tampoco se trata de una cuestión menor, no fue una derrota indolora: los partidos que definen Copas Libertadores quedan grabados en la piel, para bien o para mal.

Pero estos días en Río de Janeiro también sirvieron para ratificar que Boca -como tantos otros equipos argentinos, es cierto- no es solo fútbol. No consiste solo en jugadores. Es, también -o, sobre todo-, su gente. La grandeza del fútbol argentino se escribe con los Lionel Messi, los Diego Maradona y con todos esos anónimos que dejan hasta lo que no tienen para seguir a su equipo, llame como se llame ese club y juegue donde juegue.

Al menos la movilización de los hinchas de Boca quedará en el recuerdo: en el Maracaná, sí, pero también en las playas de Río de Janeiro y el resto de la ciudad, el sábado y los días previos. Nunca quedará claro cuántos hinchas viajaron. Las pasiones llevan a los excesos, alguien dijo 150.000 hinchas y la cifra quedó. Tal vez fueron menos, 50.000, de los cuales una mitad -como mínimo- ingresó al Maracaná y el resto tuvo que ver la final en Copacabana.

Pero no importa: cualquiera haya sido la cifra, fue -como se dice ahora- un montón. Y aunque el regreso será largo y triste, nadie duda de que los hinchas de Boca lo volverán a intentar, una y otra vez, en búsqueda de la séptima Copa.

No fue casualidad, entonces, que las primeras declaraciones de los futbolistas de Boca apuntaran a ese sentimiento. “Me saco el sombrero por la gente, estoy agradecido porque durante toda la Copa estuvieron con nosotros, por eso duele no darles una alegría”, comentó el arquero Sergio Romero, todavía en el campo de juego tras el partido, en la transmisión oficial.

Romero, de 36 años, tal vez merecía ganar más que nadie: cumplió una excelsa actuación en todo el torneo, imponiéndose en las definiciones por penales en fases de octavos ante Nacional de Uruguay, cuartos contra Racing y semifinales frente a Palmeiras, pero este sábado no pudo impedir los golazos del argentino Germán Cano y del brasileño John Kennedy.

“Siempre estuvimos en partido, tuvimos la ilusión en todo momento, pero es difícil cuando estás en desventaja”, analizó el arquero con mayor cantidad de partidos en la selección argentina, pero que ya había perdido una final en el Maracaná, nada menos que el partido decisivo del Mundial 2014, 1-0 ante Alemania. “Así es el fútbol, a veces toca ganar y otras perder, ahora tenemos que levantar la cabeza y seguir”, agregó.

A su lado, Darío Benedetto, que ingresó al encuentro en los últimos 17 minutos del tiempo reglamentario por Edinson Cavani -de floja  actuación-, comentó que su equipo “mereció más” durante el final. “No daban un peso por nosotros y demostramos que fuimos en busca del partido en todo momento, no hay nada que reprochar”, dijo el atacante, que había anotado dos goles en la final de la Copa 2018 ante River.

Justamente, Boca concretó su tercer intento frustrado de alzarse con la ansiada séptima Libertadores de su historia, tal como sucedió en 2012 y 2018, lo que le impidió alcanzar a Independiente como el club más ganador de la historia del torneo. Boca lleva 16 años esperando la ansiada «Séptima» desde su última coronación ante Gremio de Brasil, en una serie final con un marcador de 5-0 en el que Juan Román Riquelme se anotó con tres tantos.

En la última Libertadores de Román, en 2012, Boca perdió la primera final de la mala racha vigente ante Corinthians, otro equipo brasileño que hasta ese momento no tenía la condición de campeón de América.

Seis años después se produjo el antecedente más doloroso para el mundo boquense con la derrota en la histórica definición ante River. Y este sábado en el Maracaná, con el apoyo de más de 25.000 hinchas, el equipo de Jorge Almirón tampoco alcanzó el objetivo, luego de ser superado en diversos pasajes por Fluminense.

Riquelme, ya en función dirigencial, sufrió una nueva desilusión, del mismo modo que Almirón, quien perdió su segunda final personal tras caer con Lanús ante Gremio en 2017.

El Flu y la hegemonía brasileña a nivel clubes

Si a nivel selecciones es el momento del fútbol argentino, campeón de América y del mundo, a nivel clubes es el tiempo de los brasileños, que ganaron las últimas cinco Copas Libertadores. La última alegría por fuera de los brasileños fue el título que River le ganó a Boca, en 2018. Desde entonces, Flamengo –dos veces, 2019 y 2022-, Palmeiras –otras dos, 2020 y 2021- y ahora Fluminense levantaron la Copa.
Para el Flu fue el primer título y se convirtió en el 26º club que se incorpora a la lista de campeones de la Libertadores, el décimo de Brasil. Nuestros clubes, sin embargo, siguen liderando la tabla de países de equipos que ganaron más Copas, aunque ahora 25-23.
El 2-1 del Flu significó, además, la primera vez que los equipos de un mismo país suman cinco títulos seguidos. Hasta ahora, los clubes compatriotas habían acumulado cuatro Copas consecutivas, pero sin llegar al quinto triunfo al hilo. Entre 1967, Racing y Estudiantes –por triplicado- habían vestido la Copa de celeste y blanco, al igual que Independiente con su tetracampeonato desde 1972 a 1976.