El periodista Diego Borinsky saca en la oficina de Ezeiza el libro Pep Guardiola. Otra manera de ganar, de Guillem Balagué. Es el jueves 2 de octubre de 2014, tres días antes de que River le empatara 1-1 a Boca en el Monumental, sobre el cierre, con un gol de Germán Pezzella, defensor puesto de delantero en el segundo tiempo. “Marcelo, nunca vi jugar así a River —le dice a Gallardo—. Tenemos que hacer un libro. Esto va a quedar en la historia”. El entrenador aún no había ganado ningún título en River. Llevaba meses. Borinsky se sentó a su lado, con el mate como testigo. Gallardo le pidió si podía correrse hacia el otro lado: quería relojear a qué altura cortaban el césped de la cancha Nº 1 del predio. “Ya lo leí —le dijo—, pero dejámelo”.

Cinco años más tarde, Gallardo pasó a Ramón Díaz y, con diez títulos, es el entrenador más ganador en la historia de River. Antes de Gallardo, River había ganado cinco copas internacionales en 54 años. Con Gallardo, entre 2014 y 2019, sumó siete. Y Borinsky publicó primero Gallardo Monumental y, después de la final de la Libertadores 2018 ante Boca en Madrid, Gallardo Recargado, dos libros que parten de los años de DT en River y construyen una biografía.

“Siempre fue un pibe de pensar mucho. No se tira de palomita en la primera que viene”, dice Borinsky, el biógrafo de Gallardo, que recorre su infancia en la localidad de Merlo y charla con los ayudantes Hernán Buján y Matías Biscay. “Son amigos desde las inferiores. Buján se subía en Villa Devoto al 28. Gallardo venía desde Liniers, hasta donde se tomaba el tren. Buján recuerda una imagen de él: dormido, con el botinero apretado a los brazos, para que no se lo afanaran. Tiene mucha calle”. Gallardo, 43 años, cumple años el 18 de enero, el mismo día que Guardiola, cinco años más grande. Para Borinsky, que detalla cómo le analizó su juego después de un partido de ping pong (“Buen revés, mal drive, hay que jugarte todas al drive”), no es casualidad. “Es el entrenador que busca cómo hacerle daño al rival y que no para nunca —dice—. Al igual que Guardiola, Gallardo tenía un físico muy frágil. Eso los hacía pensar y largar rápido la pelota, ser inteligentes. La diferencia es que uno jugaba de cinco, y el otro más adelante, de enganche”.

Christian Leblebidjian, en su doble rol de periodista y entrenador, publicó La pizarra de Gallardo. Leblebidjian, que escribe la columna “Pizarrón y pases cortos” en el diario La Nación, analizó rivales y preparó informes a pedido de técnicos del fútbol argentino. “Gallardo —aporta— basó su plan y su posterior éxito en una pregunta que cambió la mentalidad de River: ‘¿Por qué en mi época de jugador integré equipos que realmente jugaban muy bien y que estaban para más pero no se pudo llegar más lejos?’”. Leblebidjian destaca que Gallardo nunca adscribió ciegamente a un estilo y a un esquema. “Fue admirador del Arsenal de Arsène Wenger, también de equipos como la selección de Chile de Bielsa o la Universidad de Chile de Sampaoli, el Barcelona de Luis Enrique. Pero sí se ata a una idea, que puede tener matices. Esa flexibilidad tiene algo que no negocia: la falta de actitud o esfuerzo. Esa mentalidad es el denominador común en cada logro”.

Matías Navarro García, además de periodista, trabaja como videoanalista de fútbol. Desde ese plano, escribió Gallardo Superclásico, un análisis de los partidos que el River de Gallardo jugó ante Boca. “Contra Boca —dice— logró aplicar variables, movimientos, conceptos. En la final de la Libertadores, en La Bombonera, arma línea de cinco con Pinola y Martínez Quarta como conductores, atrae a las marcas, y ellos filtran pases por el medio, y siempre queda bien parado. Nunca hubo tanta superioridad como en esa primera media hora. Fue el gran cambio táctico en los Superclásicos, pero los hubo en todos”. Navarro García destaca en el libro a Sandra Rossi, médica especialista en neurociencias, integrante del cuerpo técnico de Gallardo. Rossi lo conoció en 2012, cuando alquiló una oficina para trabajar con Biscay y Buján y viajó a Europa a ver partidos de fútbol. “Es el mejor entrenador argentino —afirma—. Es el más rico de analizar no sólo por lo que dice, por la idea, si no por los movimientos tácticos. Es el que más posibilidades genera hasta en un mismo partido”.

Gallardo no sólo lee partidos. En la biblioteca de su casa se pueden encontrar novelas de Eduardo Sacheri —Papeles en el viento, La noche de la usina—, Liderazgo, la autobiografía del entrenador Alex Ferguson, y Legado, el libro en el que el ensayista James Kerr cuenta la construcción de los All Blacks, la selección de rugby de Nueva Zelanda. “Como DT se alimenta también de libros de guerra, de análisis de otros ‘equipos insoportables’, de otros deportes, de otros deportistas que desequilibraron a través de una fuerte mentalidad, como el tenista Rafael Nadal”, dice Leblebidjian. “Siempre lleva algún libro en los viajes —precisa Borinsky—. Lee lo que le regalan y le gusta. También es un poco del palo del rock nacional. Iba a los recitales de La Bersuit. Y le gusta Calamaro desde la época de Los abuelos de la nada”. El libro favorito de Gallardo, acaso el que lo marcó en la infancia, es El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Cuando le preguntaron por qué, Gallardo respondió: “Había muchas cosas que parecían sencillas, pero al mismo tiempo eran profundas”. La definición podría caberle a sus equipos, que cambiaron la historia de River.