El presidente Alberto Fernández reivindicó ante la Asamblea Legislativa el fuerte crecimiento que tuvo la economía argentina durante 2022. Sin embargo, el mandatario poco dijo de las previsiones de estancamiento para este año y casi no dio pistas de posibles políticas para mejorar la distribución del ingreso.

“Si no crecemos, no hay nada para distribuir. Si crecemos sin políticas activas de distribución, la riqueza se concentra en pocas manos”, fue lo más trascendente que dijo Fernández sobre el tema, a lo largo de un discurso de 120 minutos.

Como única respuesta a la cuestión de los ingresos de los trabajadores, el mandatario dijo que “durante 2022, trabajadores y empresarios continuaron con las discusiones libres sobre salarios y condiciones de trabajo en el marco de negociaciones colectivas que se desarrollaron con toda normalidad. Funcionó y seguirá funcionando el Consejo del Salario Mínimo”. Así dio por saldada la discusión sobre la falta de recuperación en el poder adquisitivo de los salarios, que cayeron en términos reales por quinto año consecutivo.

Con ese orden de razonamiento, el jefe de Estado priorizó los logros del año pasado. Allí citó una mejora en la actividad de 5,4% del PBI, que se suma al 10,3% de 2021. También se refirió a la expansión de la actividad industrial y de las exportaciones, entre otros números.

Uno de los condicionantes para saber cómo evolucionará la economía en 2023 es la sequía, que está dejando cada vez más abajo las previsiones sobre la cosecha y las exportaciones agrícolas. Ante esa dificultad, Fernández dijo que “el Estado ha dispuesto un conjunto de instrumentos para apoyar a los productores más afectados, como lo hacemos con todos los sectores de nuestra economía”. Aun así, insistió en que “todas las proyecciones propias y de los organismos internacionales señalan que en 2023 volveremos a crecer. Serán tres años consecutivos de crecimiento de nuestra producción, algo que no sucedía desde el 2008”.

Inflación y FMI

A pesar del escaso lugar que le otorgó en su discurso, el Presidente sostuvo que es consciente de las dificultades que acarrea el incesante aumento de precios, próximo a quebrar la barrera del 100% anual.

“Todos sabemos bien que la inflación constituye un problema estructural de la Argentina que se remonta a décadas. Estamos abocados a reducirla sin generar incrementos en los niveles de pobreza o frenos en el proceso de crecimiento que venimos experimentando. No resulta una tarea sencilla. Quienes minimizaron el problema acabaron por profundizarlo”, dijo en inocultable referencia al macrismo.

Además, mostró su inclinación hacia la austeridad como muestra para doblegar ese fenómeno. “No necesitamos al FMI para saber que debemos lograr el equilibrio fiscal. No podemos persistir con políticas que generan déficit en nuestras cuentas públicas. Porque, aunque no sea factible alcanzar ese objetivo de la noche a la mañana, el equilibrio fiscal debe ser nuestro horizonte”.

“Tampoco necesitamos al FMI para saber que la Argentina debe aumentar sus exportaciones. Si no generamos divisas no vamos a poder sostener nuestra actividad económica y eso va a significar menos trabajo y salarios más bajos. Cuidar el valor de la divisa es fundamental para seguir el camino del crecimiento”, agregó.

También dio a entender que continuarán las restricciones cambiarias. “Nosotros llevamos adelante una administración de un bien escaso como son las divisas para que, prioritariamente, se vuelquen a la producción. Una política central del Gobierno es cuidar las reservas y continuaremos en esa senda”.

En cuanto al mercado laboral, el Presidente priorizó los mejores indicadores en el empleo registrado pero dijo muy poco sobre el fenómeno del cuentapropismo y del monotributismo, que explica nueve de cada 10 empleos creados en el último año. Por el contrario, lo contabilizó en su haber: “Además de los más de 500 mil puestos de trabajo formales que creamos, se crearon más de 1 millón de puestos de trabajos informales”, sostuvo.