Es una suerte para “Acusada”, de Gonzalo Tobal, único film argentino en concurso en el 75o. Festival de Venecia, haber sido invitado este año al Lido, donde cunde el cine de género, desde el western al policial y al film de horror, que otrora eran desterrados de los festivales y hoy adquieren títulos de nobleza gracias a autores consagrados como los hermanos Coen, Jacques Audiard o Luca Guadagnino para no hablar más que de sus otros competidores.


Porque “Acusada” es un policial del subgénero que los ingleses llaman “court room” y se desarrollan durante un proceso, solo que el segundo largometraje de Tobal tiene un punto más de originalidad que es el de concentrarse más en las relaciones de la protagonista con su familia, su abogado y con los medios de comunicación que la asedian a toda hora, que en el proceso en sí. Y es también original que el director deje al espectador la decisión de considerar a Dolores culpable o inocente del asesinato de su mejor amiga.


Escrito por el mismo Tobal junto a Ulises Porra Guardiola, “Acusada” es un film que tiene la rara cualidad de conservar la ambigüedad del personaje hasta el fin, gracias a una actuación muy centrada de Lali Espósito, muy bien secundada por Leonardo Sbaraglia e Inés Estévez, en el papel de los padres, ellos, al igual que el espectador, para nada convencidos de la inocencia de la hija pero decididos a hacer todo lo posible para evitarle la cárcel, vendiendo la estancia de familia, hipotecando la casa y arruinándose económicamente.


El film también acusa a los medios de comunicación que invaden la privacidad, fomentan prejuicios y siguen o influyen la mente de la gente, ya sea adoptando la tesis de la inocencia o la culpabilidad, según lo que venda más.


“Desde el principio quise que el público se orientase por la culpabilidad o la inocencia de la protagonista a partir de lo que veía y a medida que recibía más y más información pero que no diese juicios y comprendiese la actitud de los personajes, cada uno con sus propios motivos”, afirma Tobal.


“Los medios de comunicación han entendido perfectamente el mecanismo de la fascinación que ejerce en la gente el mundo de los crímenes y de los procesos pero en el film la atención está centralizada en el aspecto más íntimo y privado, el de la relación de la protagonista con su familia. Pero al mismo tiempo que lucha por su privacidad, Dolores usa a los medios de comunicación para defenderse y mejorar su situación”.


“Dolores tiene un sentimiento de culpa pero no necesariamente eso indica que sea culpable del asesinato de la que fuera su mejor amiga”, declara Lali Espósito en la rueda de prensa que siguió a la proyección anticipada del film para los periodistas que lo recibieron con algunos aplausos y un poco de abucheo de parte de un grupito de aspirantes a críticos.


“Debo decir que el papel era muy difícil, especialmente para mí que vengo del mundo de la comedia y el film muestra cómo se va instalando la mentira y como la verdad, una posible verdad, termina por ser olvidada cuando entran en función los prejuicios y las tomas de posición a priori”, agrega.


Sbaraglia afirma que su papel es “el de un padre que afronta la atención pública, como tienen que hacerlo en esta sociedad, que se ha convertido en espectáculo, no solo, como era obvio, nosotros los actores sino también los políticos”.


Y acota Espósito: “la gente está más interesada en saber si tengo novio o novia y no si maté o no a una persona”. El film pasó a segundo término cuando empezó a hablarse del problema del desequilibrio en la industria entre directores y directoras, sobre todo porque a despecho de un documento firmado por el festival de Venecia, junto al de Cannes y Berlín, de trabajar por una mayor equidad entre las presencias masculinas y femeninas en el festival, uno solo de los 21 films en concurso este año ha sido dirigido por una mujer.


“En Argentina hay muchas mujeres directoras y cada vez hay más así como también en las demás ramas técnicas de la industria” afirma Tobal mientras Espósito se declara “optimista porque veo el vaso medio lleno y no medio vacío. Veo también que hay un nuevo modo de escuchar a las mujeres, de saber quiénes somos y que queremos y me hace más optimista el hecho que finalmente este tema ha vuelto a estar en el tapete”.


“La industria cinematográfica tiene el deber de impulsar la pluralidad entre sus filas, no solo dando más importancia a las mujeres en las historias sino a nivel técnico dándoles más oportunidad para ejercer oficios hasta hoy reservados mayoritariamente a los hombres, empezando por las directoras”, acota por su parte el productor Matías Mosteirín.